Apenas vislumbramos sus siluetas sobre el escenario, mientras nos envuelve una atmósfera emotiva. Qué fácil es dejarse atrapar por la narrativa de God Is an Astronaut, pero van más allá de una simple convención de género. Con una carrera consolidada de 16 años y 9 discos en su haber, los irlandeses salen de su zona de confort con “Epitaph”, su última referencia y la más oscura de su carrera.
Asistir a un concierto de God Is an Astronaut tiene ciertas garantías: precisión milimétrica, contundencia y emoción, justo lo que uno busca en el repertorio de una banda de post rock. Los pasajes más luminosos y emotivos, aquellos que definen su fórmula como en “All Is Violent All Is Bright”, dejan paso ahora a los temas más furiosos de “Epitaph”. Así empezamos el viaje, flotando hasta la eléctrica “Mortal Coil”, con destellos de el amplio rango de influencias de su nuevo álbum que van desde el shoegaze hasta el doom metal. Poco a poco nos arrastran a parajes sinuosos y retorcidos para luego elevarnos al sonido más reconfortante de himnos como “Forever Lost”.
Juegan con las intensidades y manejan con las luces, que caen como constelaciones sobre nosotros. “Epitaph” supera la prueba del directo siendo el contrapunto adecuado, la nota de oscuridad necesaria, más que un ejercicio de estilo. Levitamos entre la melancolía de “Medea”, nos elevan con la emotiva “Fragile”. Todo queda compensado. God Is an Astronaut tienen ciertas garantías y otra de ellas es que te aseguran un viaje sideral.
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