Íker, Ángel y Pablo despedían su disco de debut “¿Dónde está el jazz?” en una renovada sala madrileña que, teniendo en cuenta el llenazo que presentó en la noche del sábado, prueba de lo que ha calado su propuesta. Que con su ingenio musical, su humor gamberro y el entusiasmo que le ponen, sean capaces de poner de acuerdo a gente de diferentes generaciones (y probablemente, con muy distintos gustos) no lo puede decir cualquiera.
Tras los coreados compases del clásico de culto “A lo loco, a lo loco” de Luisa Linares y Los Galindos -toda una declaración de intenciones-, los tres amigos irrumpieron sobre el escenario. Nos esperaba un amplio repaso lleno de bromas y contagioso jolgorio natural de su álbum de debut. Pero también sorpresas como una versión de la banda holandesa progresiva Focus y un convincente medley de las tres “Bola de Dragón”. Homenaje al recientemente fallecido Akira Toriyama, claro.
La relación de la música popular con el noble género de la comedia viene muy de lejos, con representantes tan ilustres como los argentinos Les Luthiers, los británicos Monty Python -no olvidemos su brillante lado musical- o el norteamericano Frank Zappa. Gilipojazz tienen un poco de todos ellos, aunque añaden elementos locales. Y su asombrosa pericia técnica y compenetración es parte del juego. Hay algo en las intrincadas estructuras y complejos juegos instrumentales que proponen que te lleva a sonreír, no sólo por lo que suena, sino también por lo fácil que lo hacen.
Ángel lleva la voz cantante en todos los sentidos: sus bajos imposibles, como de un Flea híper vitaminado -incluso con momentos de slap- son el eje alrededor del cual se articulan las canciones. También él llena de humor surrealista y un poco gamberro los espacios entre canción y canción: una se inspira en un videojuego de los 90 “que todavía no existe” y unos payasos, otra en el hijo de una azafata que viaja por la mitad de precio...También tocaron algún corte que estará en su próximo disco previsto para después del verano (“Cohete Garibaldi”, buen título), e incluso se atrevieron con momentos más intimistas y reposados, sin abusar de ellos. “El cardiólogo nos ha recomendado menos testosterona”, explicó.
No obstante, el fuerte del trío es esa especie de funk rock progresivo con toques punk o metaleros que llevan a cotas instrumentales inverosímiles por momentos, y que hace pensar (aunque eso no sea lo más importante) cuánto tiempo le habrán dedicado a sus instrumentos estos muchachos…y cuántas horas le habrán echado a perfeccionar su química en el local. Por si fuera poco, son capaces incluso de intercambiar sus roles. “Íker me debe un café” e “Íker no me debe un café” pusieron un cierre frenético -como buena parte del concierto- que hizo a la banda emocionarse ante la cálida respuesta del público madrileño. Y así, por un momento se pusieron serios, sin que sirva de precedente. Aunque hace falta mucha disciplina y seriedad para hacer tan fácil lo que hacen.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.