Tras muchos años asistiendo a conciertos, estarán de acuerdo conmigo en que uno puede reconocer casi al instante una experiencia fuera de lo común. Verlo y sentirlo en tiempo real es algo casi mágico. Si la palabra histórico les da vértigo, dejémoslo en memorable o especial, pero el concierto de Ghost en Barcelona ha sido importante por varios motivos. En primer lugar, para la propia banda: tras dos visitas a nuestro país en el marco de sendas ediciones del Sonisphere Festival, a pleno sol y con escasos cuarenta minutos de set, los suecos por fin han saldado su deuda pendiente de actuar en un club, el mejor hábitat para su teatral y visualmente poderosa puesta en escena. Además, el impecable sonido, nítido pero contundente y generoso en graves, ha hecho justicia a su versión de estudio, instaurando de paso un nuevo baremo para futuros juicios sobre la ecualización de nuestras salas.
El grupo, por tanto, ha podido defender su material, por primera vez, en condiciones y con imponente seguridad; la que proporciona girar al lado de monstruos como Iron Maiden o Metallica, y la que acumulaban ya en su pasado underground. Por parte del público, hemos podido disfrutar de una banda en su mejor momento, liderada por un hablador Papa Emeritus III, de nuevo look cercano a Jaz Coleman y que mejoró en afinación con las canciones, e impulsada por un tercer disco, “Meliora”, en el que depuran su estilo para resaltar unas guitarras que en directo cortaron el triple: “From the Pinacle to the Pit” no palideció en absoluto al lado de “Ritual”, “Com Clavi Con Dio” o “Per Aspera Ad Inferi”, encadenadas en un arranque fulminante. Tampoco “Absolution”, “Cirice”, precedida por un guiño a “Shine on You Crazy Diamond” de Pink Floyd, o “Mummy Dust”, con épicos duelos de guitarras y teclado, ecos a “Flash” de Queen y pronunciados riffs que invitaron al headbanging colectivo.
Ghost son, en actitud y esencia, más heavies y oscuros que muchos de sus coetáneos sin necesidad de un solo blastbeat o rugido gutural, aunque a algunos les cueste comprenderlo. Todo lo contrario: sus implosiones melódicas brillan con fuerza y cuando abrazan el pop más luminoso y pegadizo (“Body and Blood”, “He Is”, de estribillo deudor de ABBA, o la eufórica melancolía de su cover de Roky Erickson “If You Have Ghosts”) saben mantener intacta su personalidad. Esta aparente contradicción tan bien resuelta, muestra de un amplio background musical que abarca del pop de los sesenta al metal extremo -algo que no debería extrañar tanto- es una de las grandes bazas de Ghost. Súmenle una banda técnicamente perfecta y un repertorio que, con tan solo tres discos y un EP, anda sobrado de hits que se echaron de menos tras ochenta minutos de concierto. Un motivo más a su favor que, lejos de plantear dudas sobre el futuro creativo del grupo y su techo de popularidad, pura ambivalencia entre potencial comercial y discurso políticamente incorrecto, debería hacernos apreciar de forma consciente y militante una de las rarezas más cautivadoras del metal actual.
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