Primera edición de este nuevo festival urbano en Madrid, que aúna diversas disciplinas (ilustración, conciertos, gastronomía…) con foco por supuesto en lo musical. Repartidos los shows en 4 salas, con epicentro en la parada de metro de Tribunal, la comodidad parecía desde el principio uno de los alicientes. Y lo fué. Ni una sola aglomeración. Pero lo principal, claro, era un cartel de bandas comandado por media docena de nombres que lucirían en letra mediana en los grandes macrofestivales, pero que en este GetMAD brillan con luz propia. Basta con verles en letra grande para ponerles en justo valor. Además, algunas grupos algo más desconocidos pero con directo apabullante. Intentaremos rescatar aquí alguna de esas perlas, dando por hecho también que alguna nos habremos perdido.
Viernes 27 de mayo
Empezamos con Nudozurdo en la Sala But, con asistencia de público más bien floja, algo que será la tónica en este recinto. Tras los madrileños, salimos a fumar y volvemos a entrar para encadenar así directamente con Wire (en la foto inferior), uno de los cabezas de cartel, podríamos decir. Una vez más, hicieron gala de su personal concepto de la integridad artística, con pocas o ninguna concesión al personal. Nada del “Pink Flag” , su disco mítico, y más bien poco de sus adrenalínicas y brevísimas canciones que les hicieron leyenda a finales de los 70. Se tropezaron con muchos acoples y con una voz que no tenía pegada. No podemos decir que estuvieran mal, pero claro, los Wire de hoy día son lo que son: otra cosa, simplemente. Nos dibuja una sonrisa, eso sí, escuchar de vez en cuando esos típicos finales marca de la casa, in media res y gritillo a modo de broche.
Salimos un poco antes del final para llegar a ver algo de Abigails en el Taboó. Lo primero a destacar es que la sala huele mal. Mal a rabiar. Lo segundo es que lo que oigo me recuerda a otro grupo. Por eso no me sorprendo cuando un amigo comenta que el cantante (Warren Thomas, con un físico digamos magnético) estaba antes en The Growlers. Todo cuadra. La propuesta es muy parecida. Está ahí ese regusto a verbena de cowboys comidos de ácido, aunque aquí la voz es más profunda y cavernosa, menos juguetona que la Brooks Nielsen con sus antiguos compañeros. Pero hasta en la pose sobre el escenario hay cierto denominador común.
Avanzamos unos metros la calle San Vicente Ferrer para entrar en el Maravillas Club y encontrarnos con una de esas perlas que decíamos arriba. Lo que hicieron White Fang con esa especie de garagepunkpop que nos escupieron encima fue grande. Y divertido. Y gracioso. Y salvaje. Y juvenil. Y sexual. No erótico ni sensual, no. Sexual. Fue un concierto de rock en el sentido más estricto. La estampa nada más bajar la escalera ya era atractiva.Varios tíos digamos peculiares, sin camiseta, sudando como si llevarán jugando al squash una semana. Y ya si reparabas uno por uno, directamente te descojonabas. Mención especial para el cantante Erik Cage, una bestia parda entrada en carnes (con innegables dejes de Jack Black) que tomó la sala por la fuerza y la hizo suya. Punteos hard directamente cómicos, interludios brillantes simulando conversaciones telefónicas y un sonido limpio y cortante durante una hora. También hubo algún que otro striptease. Puro rock and roll, vaya. Lo mejor que vimos en el festival.
Tiempo para comer un perrito caliente (completo) justo enfrente y volver a entrar a la sala. Vemos entonces a Fogbound, banda gallega anclada, y tan a gusto, en la psicodelia de los años 60. Órgano a todo trapo, bonitos cambios en la melodía y un batería poderoso pero quizá algo desatado para una propuesta tan, digamos, fina.
Para cerrar el primer día decidimos ir a ver al tal Anklepants. Es un señor que hace como música electrónica con una especie como de peto vikingo y una máscara como de pájaro en la cabeza en la que nariz es sustituida como por un pene que parece resultar como bastante vivo. Vivito y coleando, de hecho. Además de estar hecho genial (el pene, digo) y de moverse mucho y bien, llega incluso a expulsar un líquido sospechoso varias veces. De vez en cuando también aparece por allí un tipo con una máscara con forma como de vagina. De nuevo muy bien hecha. Muy muy bien hecha. Tanto que asusta. De la música, poco que decir, la verdad. Uno es incapaz de reparar en ella teniendo enfrente a dos señores con genitales en la cara. Con esa imagen en la memoria nos vamos a la cama.
Sábado 28 de mayo
Con esa imagen en la memoria nos levantamos. Nos reincorporamos al festival a eso de las 18.45h para ver al vigués Sen Senra en Taboó. Sobre el escenario, cuatro lozanos veinteañeros haciendo algo despreocupado y simpático, con aroma a garaje de la costa oeste. Todo alrededor de su reciente L.P. “Permanent Vacation” . Es obvio que no tienen muchas horas de vuelo porque no es que se coman el escenario precisamente, pero quizá lo hagan más pronto que tarde. Veremos.
Los Black Lips a las 20.00h son seguramente la propuesta masiva del día. Efectivamente, la Sala But luce buena entrada y los de Atlanta dan a los presentes aquello que han venido a buscar: ambiente festivo y lorololos por doquier. Hay que reconocer que han dado con la fórmula y despachan hits divertidos uno tras otro con cierta facilidad. Si nos ponemos quisquillosos, se les puede achacar cierto acomodamiento en su patrón pimpampum, vale.
Si nos ponemos quisquillosos. Si en cambio nos ponemos de su parte, sólo cabe rendirse a la evidencia: tienen buenas canciones, suenan muy bien y llevan la fiesta allá donde van. Culminan con “Bad Kids” y todos contentos. Sorprende la hora a la que están programados, la verdad, cuando en otros festivales suelen comparecer ya bien entrada la madrugada. Nos quedamos por allí para ver al mítico Genesis P Orridge con sus Psychic TV.
Seguramente la leyenda del cartel del GetMAD, con permiso de Wire. Show parecido al que vimos en su reciente visita a Madrid en noviembre del año pasado. Esto es: una banda fantástica, canciones que son puro mantra, y un arranque enérgico a más no poder con la cover del “Jump Into The Fire” de Harry Nilsson, seguida de “Just In Arcadia”, una las canciones más populares de su inabarcable discografía. Después, simplemente, nos dejamos atrapar por la voz oscura de Genesis y la repetición de unas letras tan simples
como reveladoras, que se clavan en la cabeza con la fuerza de un martillo pilón. Y ponemos broche al festival con el rock psicodélico de White Fence ya de vuelta en Taboó. Caras conocidas en la formación (reconocemos por ejemplo a dos compinches habituales de Ty Segall que se intercambiarán durante todo el concierto batería y guitarra). Jugada ganadora la del combo liderado por Tim Presley, que ofreció un concierto musculoso, ácido, rebosante de buen gusto, notable. Un pelín más alta la voz (algo perdida en el tramo final) y ya les ponemos el sobresaliente.
Queremos ir a ver a Jared Swilley de los Black Lips pinchando en el Madklyn pero nos liamos hablando en la calle y llegamos tarde. Se acabó el festival. ¿Dónde está el sitio ese de perritos calientes?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.