Los británicos GBH cerraban en Gasteiz una extensa gira estatal de siete fechas con la que celebraban el 40 aniversario de “City Baby’s Revenge”, su legendario segundo disco que sentaba las bases del hardcore punk con su inconfundible sello de velocidad, contundencia e himnos a medio camino entre la beligerancia de clase y el más puro nihilismo.
Los encargados de abrir la velada fueron los alaveses Exprimidos, banda en la que milita el guitarrista Sumé (miembro fundador de La Polla Records) junto a músicos provenientes de Kaos Etiliko o Iratxo. El cuarteto de Agurain desgranó durante los 40 minutos de show una propuesta con denominación de origen de la tierra, macarrismo punk sucio y rápido para mantener viva la llama de una manera de entender el género que se mantiene desafiante al paso del tiempo y las modas.
Tras ellos le tocó el turno a Radiocrimen, que venían de tocar el día anterior en Madrid también junto a GBH y que nos regalaron el que probablemente fue el mejor show de la noche. Los bilbaínos son dueños y señores de una propuesta pulida durante más de diez años de carrera y que acompañan con una puesta en escena enérgica, contundente y divertida, encabezados por un Txarly Usher que ha nacido para estar, y brillar, sobre las tablas. El quinteto son la resistencia de esa Bilbao que se niega a olvidar su memoria y escupe sobre los sueños faraónicos de la derecha vasca de convertirla en un vacuo parque de atracciones de titanio y cultura domesticada. Temas como “Bastardos”, “Contenedor” o “Ahógate en el WC” sonaron como lo que son, auténticos himnos de puro punk rock que encendieron al público y pusieron la sala Jimmy Jazz patas arriba. Que duren diez años más... como poco.
Con el respetable ya entrado en calor tocaba el show estrella de la noche, la oportunidad de nuevo de ver por estos lares a una de esas pocas formaciones que realmente merecen el título de “históricas”. Y es que GBH son esenciales para entender (junto a compañeros de camada como Discharge o The Exploited) una manera de entender el punk que al poco de su nacimiento ya sentó las bases de lo que sería su inminente mutación en un mucho más arisco, oscuro y confrontacional hardcore. La banda liderada por los incombustibles Colin Abrahall y “Jock” Blyth, a pesar de evidenciar signos de cansancio comprensibles al tratarse del final de la gira, se vaciaron durante un show compacto en el tiempo (sesenta minutos) pero flamígero en su despliegue formal, todo un clínic de actitud acompañado por algunos de los mejores temas que nos haya regalado jamás el género, caso de unos “Give Me Fire”, “Do What You Do” o “Catch 23”, con los que homenajeaban el cuarenta cumpleaños de su histórica criatura “City Baby’s Revenge”. Los de Birmingham nos enseñaron una vez más que lo suyo, además de por un abrasivo talento no siempre reconocido, es fruto de una honestidad, voluntad y rabia por encima de la media. Inmortales.
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