Lluvia, fango y punk
ConciertosGarorock

Lluvia, fango y punk

8 / 10
Yeray S. Iborra — 03-07-2017
Empresa — MR Power
Fecha — 30 junio, 2017
Sala — Recinto del festival Garorock, Francia
Fotografía — Teddy Morellec & Nicolas Jacquemin

Al público francés le gusta darse de empujones. Cualquier excusa es buena: las fiestas con orquesta mística de La Femme (sábado) o el trap ruso –y un punto autista– de Tommy Cash (viernes). Poco importa si la mugre llega hasta las rodillas: salir del festival más verde que una tortuga ninja es parte del juego. Las nubes de la región de Marmande obsequiaron al público del Garorock (más de 100.000 personas en cuatro jornadas) con lluvias opulentas en sus dos primeras fechas. ¿El resultado? Mucho barro, amie. La circunstancia no pareció perturbar a los asistentes, más ufanos por las aguas que los tomates insignia de la región.

Y normal que no se inquieten con cuatro gotas. Burdeos sigue presumiendo de las mejores fiestas de pueblo del mundo gracias a un festival con 21 primaveras donde no falta la alegría y, claro, la juventud (¿no es lo mismo?). Tampoco faltan los pogos. No hay nada que le guste más a la mocedad que un buen pogo; miento, sólo un disfraz estrafalario es más del agrado de la muchachada que bailar como peonzas.

Todo pogo conlleva sus riesgos; en Garorock, por el clima, doble riesgo. Con Ho99o9 (foto superior), por salvajismo, triple. Sid Vicious se hubiese asustado de las consecuencias que el trío americano de hip-hop-punk es capaz de provocar. Tantas bambas arruinadas, tantos liftings gratuitos. Lo de Ho99o9 es de otro planeta y por ello se llevaron la corona del festival. Una corona compartida, por unas horas, con Berri Txarrak (foto inferior), que en el mismo escenario (Scène du Trec) habían demostrado que ante una –las personas que tuvieron unos días antes en Nantes– o ante cientos son capaces de romper las barreras entre el nu-metal y el rock. E incluso atreverse con el dance: el público vibró su versión stoner pero bailonga de Two Door Cinema Club.

Los hubo más refinados pese al manto de lodo. Los que más finura, los franceses. El caso de Petit Biscuit (domingo) y su electrónica ensoñadora, que este año dio el salto a un escenario mayor, o Phoenix (viernes, foto inferior) que, sin aportar nada nuevo a su pop sofisticado, sí ofrecieron un recital integral: buena coordinación y unos audiovisuales inauditos. Un espejo al fondo del escenario mostraba el suelo del grupo, que pisaba una enorme pantalla con ida y vuelta de imágenes psicodélicas.

Claro está, no hacía falta ser francés para demostrar tacto: lo nuevo de London Grammar(foto inferior), aunque más vívido que sus primeros temas de carrera, sigue presumiendo de contención. Hubo alguna zamarra mojada tras “Big Picture”; y ya no llovía. Quien se quedó a medio camino entre lo tenue y lo basto fue M.I.A. (sábado, foto encabezado), otro de los platos fuertes del evento. El espectáculo de la británica mejoró en puesta en escena: Arulpragasam y el resto de MCs actuaron ante un simbólico conjunto de barras, una gran cárcel que sólo tenía detrás a DJ Tiger. Todo el set estaba pensado para su último álbum, “AIM” (2016); la realidad, nada estalló hasta que no cayeron los clásicos de “Kala”, un disco de una década atrás. La sensación de pasado con M.I.A. contrastó con los aires de presente de otras dos solistas de cabecera en el festival: Beth Ditto (foto parte inferior) arrasó pese al mal slot (prácticamente abrió el viernes) y hizo lo propio acto seguido. La danesa ha hecho carrera y espectáculo consistente, con poco más que batería y bases lanzadas, más allá de los temas reventones a los que presta voz cada tanto.

Pese a que la electrónica tuvo un año más un papel relevante (Justice cerraron el domingo), no sería la palabra delicadeza la que definiera la apuesta de la organización para las últimas horas de fiesta. Y no sería por falta de propuestas autóctonas: N’to & Joachim Pastor, más franceses que el brie, dieron a primera hora del sábado una muestra de fineza con su proyecto “Sinners”. Primos hermanos de Tycho, alargaron la puesta de sol –finalmente salió– hasta el infinito. Para las últimas horas del día, el festival eligió otro corte (y bien al corte): Diplo y Vitalic provocaron cabriolas entre los asistentes igual de alocadas que las que se vieron con Ho99o9. Quién sabe si el EDM es el nuevo punk. En Francia al menos provoca las mismas escenas: atropellos y fango hasta las cejas.

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