El pasado jueves 13 de diciembre nos juntamos en el Kafe Antzokia de Bilbao para despedir a unos y saludar a otros. Funeral Sun y Cobra nos prometían una noche de sonidos distorsionados, cada uno en su estilo, en el que los primeros presentaban su propuesta musical en directo por primera vez, y los segundos despedían su último trabajo Riffyard tras una extensa gira.
La noche comenzó bastante puntual, con el trío liderado por Javier Gálvez sobre las tablas, con una propuesta similar a su anterior banda Horn Of The Rhino, con los que consiguió cosechar un éxito notable. Las primeras filas estaban ocupadas, de hecho, de fans de esta propia banda, y las camisetas así lo demostraban. Pero, aun a pesar de las similitudes, nada que ver con los míticos doomeros bilbaínos. El concierto empezó con las dos primeras canciones enlazadas, y en diez minutos, apenas pudimos distinguir más de tres riffs. El abuso del “palm mute”, intercalado con ciertos “bendings” seleccionados con cuenta gotas, hizo que el concierto se volviera repetitivo, con un aire de cliché y largo, en tan solo el comienzo del espectáculo. Aún a pesar de tener un equipo muy potente (véase los Matamp y Ampeg que disponían tras de sí tanto la guitarra como el bajo) y destacando la envolvente voz de Javier Gálvez, la sensación de que a este conjunto le faltan temas era notable. Y es que, salvo un par de momentos en los que sí que encontramos breves riffs en los que pudimos disfrutar de una banda bien empacada, (casualmente los riffs más Sabbathianos), el resto se convirtió en una especie de pastiche de doom/metal, que lejos de aportar nada, sonaba a algo ya existente y poco sugerente. Una diferencia notable de lo que podíamos encontrar en Horn Of The Rhino, y aunque las comparaciones sean odiosas, en este caso es bastante inevitable.
En cambio, cuando llegó el turno de Cobra, lo que vimos fue algo completamente diferente. Frente a la propuesta visual estática de Funeral Sun, los Cobra supieron meterse en el bolsillo al público en tan solo los primeros compases de “Skull & Bones” tema con el que la banda comenzaba a presentar su último trabajo.
La elección del setlist también fue acertada, intercalando tanto piezas de su última publicación “Riffyard”, como del debut “The Strong Arm of the Rock” o “Thriller!”. La clara influencia de Down, tanto en actitud como en sonido, y la propuesta menos pretenciosa y con más actitud que la de sus predecesores, funcionó a modo de contraste perfecto para que tanto el público como los músicos, disfrutasen de una complicidad maravillosa, con la formación clásica de Cobra entregadísima, y disfrutando de la presencia del batería Ekain, quien por sus otros compromisos musicales, solo pudo disfrutar de los primeros y de estos últimos conciertos de la gira.
Tras haber completado más de quince piezas musicales, llegó el momento de la despedida con un Lete extasiado en una “General Lee” que desplegó un aire de locura en el público asistente. Después de unos breves momentos de “falsa ausencia”, salieron otra vez al escenario, sin dejar que el ambiente se enfriase, y con “Come on now”, “Rosebud” y “Life’s too short” demostraron que, con una actuación noble, llena de energía y fiel a su propio estilo, Cobra son una banda que han conseguido hacerse un hueco en el panorama musical y que se conocen perfectamente, funcionan y saben de lo que son capaces. Y eso los hace una máquina bien engrasada, con la que recorrer kilómetros y kilómetros, riff tras riff y con una botella de whisky en la mano.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.