Dorian Wood se muestra en directo como una fuerza de la naturaleza, y no por su presencia magnífica, sino porque el concierto resulta como la experiencia de los meteoros del clima y los cuatro elementos. Comienza seco, atragantado, pedregoso, abrupto; y poco a poco va dejando que corran el agua o el fuego hasta que su encuentro se transforma en una misa dedicada a las mareas que son sus canciones. No hay más electricidad que la que alimenta un teclado acompañado por contrabajo, batería, y la voz arrebatadora de la acordeonista Leah Harmon. Call and response como nadando a crol. Suficiente para entender palabras viejas cantadas por un hombre joven que se desnuda en el escenario de dentro hacia afuera sin agarrarse a ninguna coyuntura.
Nos habló de dolor, de su soledad, de sus mentiras propias, y de sus viajes, alguno con Sef, telonero de excepción, listo para pintarnos Madrid de colores nuevos. Aprendimos, disfrutamos y apretamos los dientes. Hay Dorian Wood para rato, pero será en escenarios más grandes. Esta fue la ocasión de dar la bienvenida a un cronista que a poco que se cuide, tendrá un lugar en la estantería de los grandes hombres de negro de tus entretelas.
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