Fuel Fandango volvían a Vitoria-Gasteiz, en una noche en la que las colas se hacían de otra forma y con mejor humor que en años anteriores. Había ganas. Este era uno de los retornos a la vida que estábamos esperando. Las restricciones suelen venir seguidas de atracones… Pero este era de los que no te hacen sentir culpable. De esos que son necesarios y que te devuelven al equilibrio.
La música tiene la capacidad de transportarnos a infinitos estados de ánimo y nostalgias. Pero sobre todo de recordarnos que estamos vivos. Esa fue la misión cumplida del dúo este pasado sábado 5 de marzo. A pesar del sentimiento obvio, del amor a la supervivencia al COVID de los que estábamos allí, esa sensación de volver a bailar (casi) como si nada hubiera pasado en estos dos años, nos recuerda la capacidad de los seres humanos bailantes para sobreponernos a las penas, o acompañarlas del ritmo adecuado que las amortigüe.
Nita y su rollo, su elegancia y su arte. Claro que, sobretodo su duende, su electroduende. Las primeras palabras esta vez fueron “no sé qué decir”, del tema “Ruido”. Es un buen comienzo para esta vuelta. Poca conversación tuvieron, pero llenaron el espacio como lo hacen siempre, con esa electrónica que hace saltar a todos a la vez y en este caso sonreír, la verdad sea dicha, viéndonos las caras casi por completo.
El rojo y el rosa le han quedado bien a la muchacha. Desde el principio, desde esos ”Sonoramas” en los que se mezclaban entre el público sin que se notara… o quizá el rojo y el rosa cogieron un nuevo significado al ir con ellos? Es casi imposible no ver diademas con flores en las cabezas del público.
Los zapatos dorados, eran para la ocasión. El granate de Álex contrarresta y sabes que siempre está ahí. Y el conjunto total de lo que crean, te lleva un poco a Martirio y a la desvergonzonería ochentera que algunas se atrevieron a proclamar también hace mucho. Es una sensación de volver a casa, de querer seguir ahí. De dejarte inundar por el color y por la gracia de quien se sigue moviendo como si fuera fácil. Hay alguien ahí? Preguntaba Nita al poco rato. Estábamos. Estábamos todos. El subidón se preparó con nueva life mientras se movía como una serpiente. Momento dj incluido.
El clímax siguió con la firme creencia de que la llave está dentro de cada uno, con la importancia de la risa… y siguiendo con la parranda al cabo de una hora del principio del concierto. Aunque se escuchaba tararear en el ambiente antes del comienzo, como si fuera a ser la primera de la lista. Continuar con “salvaje”, si escuchas la letra, nos lleva a pensar en un mundo frágil , hecho de cartón, del creíamos poder sacar mucho más. Y quizá terminar con “llorona” tras el subidón, era un espacio para poder reconciliarnos con nosotros mismos como especie, reconocer la realidad y seguir eligiendo bailar como ella. Modo catarsis. ¿Os sirve? A mí, sí. Despídanse de Nita mientras lanza flores. Rojas, rosas, bonitas.
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