El Festival Flamenco On Fire, que ha reunido a casi 63.000 asistentes, ya forma parte de la vida y la cultura propias de la ciudad de Pamplona. El cómo en tan solo seis ediciones ha logrado alzarse como una de las citas de referencia de la música en la capital navarra es algo difícil de explicar pero bien reflejado por las cifras. Durante las 6 jornadas de Flamenco On Fire, el público ha podido disfrutar de 68 propuestas, en las que han participado más de 200 artistas repartidos en 14 espacios distintos de la ciudad. Más de 9.600 personas han disfrutado de los espectáculos principales del festival y un 28% de los de los asistentes han llegado al festival desde fuera de Navarra, con asistentes de 24 países. Es todo un hito sin precedentes en la historia de este festival que homenajea al maestro Sabicas, pero también en la historia de la música en Navarra. Así mismo, en esta edición el festival ha contado con la presencia de artistas como José Mercé, Ketama, Tomatito, Rocío Márquez, Sara Baras o Israel Galván, entre tantos otros, siendo este último el encargado de cerrar la edición 2019.
Como si fuese un zoom. Acercándose y alejándose convenientemente en cada momento para confundir, emocionar y recrear a un respetable que disfrutaba de los últimos compases de un Flamenco On Fire, cada vez más arraigado y asentado en Pamplona. Así fue el espectáculo indescriptible de Israel Galván, el sevillano que muestra en su última performance su mirada más irónica, divertida y a la vez transparente en un show donde los tópicos se destruyen y la libertad prima por encima de cualquier expectativa o regla.
Ya no existen ataduras. Ya no hay libretos ni partituras. Ni estructuras ni marcajes. Galván brilla acompañado de un elenco de trovadores y músicos que lo mismo homenajean al flamenco más tradicional que disfrutan al son del éxtasis de Chimo Bayo con el que empieza la función. En ese inicio, el bailaor juguetea con los sonidos y la música, hilo conductor de toda su actuación, como si se tratara de un cambio constante de frecuencia radiofónica, dejando el zapateado como elemento protagonista de su siguiente sorpresa.
Ahí es cuando el coreógrafo decide acceder hasta el patio de butacas para ofrecer a oscuras solo una más de sus infinitas habilidades corporales. Acompañados de saxo, una base de sonidos árabes y percusión, la guitarra despierta de Caracafé y el bajo de Elo Cantón, Galván sube al escenario para dar rienda suelta a uno de los momentos cumbre de la velada con una especie de jam session protagonizada por las voces de David Lagos y Tomás de Perrate.
Todo es un juego. Pasando por la rumba más popular, el movimiento únicamente acompañado de castañuelas, las sentadas en compañía del público, el baile alocado de Caracafé exaltando al respetable, una ‘clase’ desastrosa de baile en la que el bailaor recibe la reprimenda de sus compañeros en forma de bolas de papel, el Proyecto Lorca... Un juego en el que Israel Galván y sus acompañantes deconstruyen la tradición flamenca, la mezclan con la cultura mainstream y ensalzan de manera implícita cada una de las piedras angulares del arte flamenco.
Tanto es así que un aurresku aflamencado, como si nos estuvieran diciendo “vale, esto sí que no sabemos hacerlo”, preside la escena final de un acontecimiento inenarrable, orgánico y único. Un espectáculo tan fino y sorprendente que removerá incluso a los más puristas.
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