La heterodoxia musical protagonizó el pasado domingo 31 de agosto la clausura de la primera edición del festival Flamenco On Fire, organizado en Pamplona en memoria del mítico maestro Sabicas (bautizado como Agustín Castellón Campos. Pamplona, 1912; Nueva York, 1990), estrella flamenca en Estados Unidos a partir de los años 50 y precursor del mestizaje de flamenco y rock. Esta cita ha convocado durante una semana en la capital navarra a la plana mayor del arte jondo en todas sus facetas (cante, toque y baile): Sara Baras, Tomatito, Arcángel, José Mercé, Niña Pastori, Pepe Habichuela, Josemi Carmona, las hermanas Morente, los Evangelistas, Kiko Veneno. Además de recitales y conciertos, el programa de Flamenco On Fire ha incluido una ruta gastronómica, conferencias, talleres, clases magistrales y proyección de documentales.
La jornada de cierre arrancó por la tarde en Baluarte con “Carmen Amaya en la memoria”, espectáculo de homenaje a una bailaora fundamental en la trayectoria de Sabicas. Sobre un escenario con escenografía austera, apenas compuesta por tres mesas y unas sillas iluminadas por tonos azules y rojos, la mexicana Karime Amaya, sobrina nieta de Carmen Amaya, acompañada por Susana Casas, Belén López y El Junco ofrecieron una clase magistral de baile acompañados de siete músicos que aportaron guitarra, palmas, cajón y cante. Un show flamenco muy completo donde brillaron espacialmente la sobriedad y elegancia de Amaya y la vistosidad de El Junco. Duelos y réplicas de taconeos, diálogos entre baile y toque, sucesión de recogimiento y exhuberancia… la función concluyó con todo el elenco entregado al unísono sobre unas tablas convertidas en una verdadera fiesta flamenca. El auditorio se puso en pie y dedicó una dilatada ovación a los artistas.
Media hora después y a 100 metros de Baluarte, el bucólico escenario de la Ciudadela –el mismo que acoge en junio el Tres Sesenta Festival– congregó a 1.300 personas en una velada consagrada a la sinergia entre flamenco, pop y rock, y envuelta en el recuerdo indeleble de Enrique Morente, sincero admirador de Sabicas, con el que grabó un disco, y a quien el festival ha dedicado la exposición fotográfica “Enrique, donde mana la fuente”, una colección de imágenes en las que Manuel Montaño captura el alma del cantaor.
DJ María Arcos dio la bienvenida a un público heterogéneo en edad y filias musicales al ritmo de Las Grecas, Los Chichos, Camarón, Paco de Lucía o Peret antes de dar paso a Los Evangelistas, proyecto creado en 2011 por Jota, Florent y Eric de Los Planetas, junto a Antonio Arias de Lagartija Nick, y Soleá Morente (en la foto) para rendir homenaje musical al mítico cantautor granadino. Su propuesta combina las guitarras distorsionadas y las capas psicodélicas de teclado propias de la deriva flamenca de los últimos discos de Los Planetas. El concierto arrancó con “Gloria”, una composición del propio Morente adaptada por Los Evangelistas en su primer trabajo, “Homenaje a Enrique Morente”, (El Ejército Rojo / Octubre, 2012), al que un año después siguió “Encuentro” (El Volcán). Jota y Arias compaginaron el micro con la guitarra y el bajo, respectivamente, en temas como “En un sueño viniste”. Y al cuarto de hora de actuación apareció en escena la hija mediana de Morente. Ataviada con una vistosa camisa roja con lunares blancos, comenzó interpretando en solitario “No solo estalla mi amor en pedazos” y después se fueron turnando los tres vocalistas. Y entonces Arias se arrancó con “Yo poeta decadente”, el instante de más altura musical de la noche hasta ese momento. Jota, con una actitud distante cuando no se ponía al micro, habitualmente de espaldas al público, hizo lo propio con “Encima de las corrientes”, y continuó Soleá con “Aunque es de Noche” y “Mírame a los ojos”. Impregnada de la emoción del momento, entonó un “Viva Pamplona, viva el tío Sabicas, por Morente” antes de abordar “Amante” e invitar a subir a cantar a su hermana Estrella, presente en Pamplona después de haber presentado en el Flamenco On Fire su “Autorretrato”, trabajo nominado a los Grammy Latino 2013 como Mejor Álbum Flamenco. Las dos Morente compartieron “La Estrella”, la canción más coreada del concierto, acompañadas por Arias y Jota como vocalistas de lujo. Y ambas repitieron con “Donde pones el alma”.
La solemnidad de los Evangelistas, que sufrieron algunos problemas de sonido, dio paso al desenfreno de Tomasito, un cantaor y bailaor que en su momento formó parte del cuadro flamenco de Lola Flores y que llegó a Pamplona para presentar su reciente “Azalvajao” (El Volcán, 2013) en un espectáculo donde confluyen el flamenco y el rock. Tras una intro roquera a cargo de su banda, Tomasito salió al escenario como una moto para arrancarse con el tema que da título a su último disco, una canción que volvería a interpretar en la recta final del show vestido entonces con el curioso traje de leopardo con el que posa en la portada. Durante hora y media, Tomás Romero Moreno se mostró verdaderamente asalvajado, histriónico y divertido. Lo mismo destrozaba un limón a mordiscos en “Soy un limón”, que degustaba una cerveza en “Unas cañitas”, convertía sus botas en instrumento musical o se quedaba en calzoncillos a pesar del frescor de la noche pamplonesa. Tomasito no dejó de interactuar con el público, increpándole para que le coreara, profirió un “Sáhara libre” para cantar “La Tata” e invitó a que le acompañara Kiko Veneno, compañero de filas del jerezano en el proyecto G5, junto a Muchachito y Los Delinqüentes.
Y llegó el momento más esperado para una buena parte del público intergeneracional congregado. Con cuatro décadas en activo, el fundador de los míticos Veneno y compositor de clásicos como “En un mercedes blanco” –que no la cantó en Pamplona– no defraudó y ofreció la actuación más solvente de la noche; la banda de Kiko Veneno fue la más sólida y la que mejor sonó. Ataviados todos con monos de trabajo, dieron cuenta de una función iconoclasta y desacomplejada, embebida de rock, rhythm and blues, flamenco y hasta fanfarria. José María López Sanfeliu compareció con 20 minutos de retraso y un bigote cano que le acerca a la estampa del actor argentino Federico Luppi. Y a pesar de haber publicado en 2013 “Sensación Térmica” (DRO-Warner), Veneno y los suyos obviaron este disco, apenas representado con la roquera “La vida es dulce” y optaron por bucear en el resto de su discografía intercalando un éxito tras otro para gozo de los asistentes. Comenzaron con “Memphis Blues”, con el músico nacido en Figueres tocando la armónica; siguieron con “Fuego”, con Veneno a la guitarra; para dar paso a “Los delincuentes”, “La rama de Barcelona”, “Estaba lloviendo”… hasta llegar a “Joselito”, uno de sus temas más populares. Después se sucedieron “Superhéroe de barrio”, “Dice la gente”, ”Echo de menos”… y cuando el reloj marcaba las 2.15 llegó el clímax de la noche entera: el himno “Volando voy”, con Tomasito y Soleá Morente en el escenario. Se vivió una catarsis colectiva y no hubo tiempo para más
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