El pasado domingo la paella todavía no estaba en su punto, así que dedicamos esos minutos a ponernos al día sobre los planes de cada uno de nosotros en las sucesivas horas. A uno le dio por comentar que, después de pasar por el cine, se iría al cierre del Flamenco On Fire para cubrir el último de los conciertos grandes en Baluarte, esta vez protagonizado por el maestro Chano Domínguez. Y fue en ese momento cuando llegó la incisiva pero no menos acertada pregunta de una de las amigas allí presentes: ¿Pero tú ya sabes escribir sobre flamenco? Y aunque quise dármelas de entendido del género, ya se sabe que toda mentira de importancia necesita de un detalle circunstancial para ser creída.
Seamos sinceros, es cierto que se me hace bola esta crónica. Y no, no es por la pereza recurrente que genera una hoja de Word en blanco ante la expectación de un relleno que sostenga una interpretación más o menos ajustada de una programación o actuación concreta. Me cuesta porque lo que he experimentado en estos cinco días de festival en Pamplona no lo aguanta el papel. He tenido que leer mucho antes de acudir a cada una de las actuaciones, no solo para hacerme cargo de los emergentes María Peláe, RomeroMartín o Labudú sino para reengancharme a genios clásicos como Remedios Amaya, Farruquito, Chano Domínguez o nuestro Javier Colina.
Hay cosas que sí que sé por qué, bien, ya las sabe casi todo el mundo. Pamplona es hoy una de las capitales nacionales del flamenco e incluso un referente más allá de nuestras fronteras, por lo que no es difícil ver a algunos culturetas franceses dejándose maravillar estos días por las actuaciones en los balcones y teatros de la ciudad. La cita goza de semejante atractivo que incluso otras localidades como Tudela se han querido unir a la fiesta, en este caso siendo el pistoletazo de salida de una séptima edición que sigue ampliando localizaciones y atractivo por medio de un cartel cada vez más ecléctico.
De la apertura en el Teatro Gaztambide se encargó un Miguel Poveda que agotó sus cuatrocientas noventa y nueve localidades provisionales. Sí, en plena pandemia, pero con todas las medidas de seguridad y distanciamiento que se requieren. Poveda brindó un espectáculo que alguno definiría como “vieja normalidad”: largo pero no por ello más tedioso, con sus respectivos bises y sus raíces más puras pero también su versatilidad para abarcar otros estilos populares y accesibles. El catalán, garantía de éxito, se llevaría una de las primeras grandes ovaciones del festival en una sede que debiera convertirse desde ya en una localización fija de las futuras ediciones. Por su parte, en la segunda jornada de festival, el guitarrista Vicente Amigo haría lo propio ya en el Baluarte de Pamplona presentando “Memoria de los sentidos”, un trabajo que recoge sus orígenes en el flamenco, pero también repasando otros trabajos de su trayectoria más reciente. Acompañado de la voz y las palmas de Rafael de Utrera, la guitarra de Añil Fernández, el bajo de Ewen Bernal y la percusión de Paquito González, en algo menos de dos horas dejaron buena cuenta de que el talento innato y el bagaje musical no son cosas que pueda erradicar un confinamiento. Abrumado por tener que tocar “como están las cosas”, Amigo dio testimonio de por qué es uno de los mejores guitarristas de este país con la interpretación de todo tipo de piezas que van desde las bulerías, pasando por las seguiriyas, hasta llegar al tango.
Previamente, por la mañana se inauguraba el ciclo de recitales en los balcones de la Plaza del Ayuntamiento y la Plazuela San José con Remedios Amaya como protagonista indiscutible en lo que se ha convertido en un cita obligada para los amantes, los curiosos e incluso algún que otro despistado turista. Un pequeño aperitivo de corta duración en el que Remedios no obvió alguno de sus grandes éxitos como su eterno “Turu Turai” y que sirvió para abrir boca de cara a su colaboración en la tercera jornada junto a uno de los mejores bailaores del flamenco actual, Farruquito. El sevillano, una de las grandes referencias del cartel, desempolvó tres de sus vestimentas para dividir un espectáculo en tres mitades plagado de virtuosismo y respeto a la tradición, pero también acompañado de múltiples destellos de su arte y personalidad propia. Soleás, bulerías, tangos, entre otros, coparon una actuación en la que Farruquito se pateó el enorme escenario de extremo a extremo para mostrar todas las habilidades de su taconeo y su gran capacidad de interacción con cada uno de sus colaboradores. De entre todos ellos, la presencia de Remedios Amaya, con un resfriado made in Navarra a la par que un torrente desgarrador, sirvió para redondear una actuación que terminaría con Farruquito abrazado a una guitarra en un enajenado fin de fiesta plagado de alegría.
Otra de las sedes importantes del festival, el Teatro Gayarre, acogió en sus aposentos una de las más esperadas actuaciones de la fiesta flamenca, el "Veinte veinte" de Colina, Carmona, Serrano y Barrueta. Un show comandado por cuatro virtuosos en sus respectivos instrumentos que comenzaría algo accidentado debido a algún problema técnico en el amplificador de Carmona. Salvado ese breve bache, los cuatro fantásticos hicieron lo que mejor saben sobre las tablas del escenario en un concierto que se inició con la famosísima “Alegría de vivir” de Ray Heredia, continuó con algunos tangos compuestos por el propio Josemi Carmona, homenajeó a Sabicas en una farruca en su recuerdo y se cerró con una bulería de nuevo del propio Josemi Carmona, precedida por una intro de Manuel de Falla, y con una ofrenda a la música de Paco de Lucía y Pepe Habichuela. Pero contar cualquier cosa sobre ello no hace justicia a lo que se pudo vivir y sentir durante una actuación que quedará para los anales de la historia del festival con un Colina contenidamente desatado y portentoso, un Carmona guiando el barco con precisión y puro sentimiento, un Barrueta marcando el tiempo sin sobresaltos ni estridencias, y un Serrano, que mención especial merece, comandando la armónica con un talento asombroso. Si no llega a ser porque ese formato íntimo sin duda acompaña a su música, el recital está para Navarra Arena.
El domingo, última jornada del festival, dio comienzo con el espectáculo del guitarrista Víctor Monge en el Plaza del Ayuntamiento que, nervioso pero repleto de humildad, reconoció que no estaba “tocando bien” después de muchos años sin presentarse ante su audiencia. Tan fuerte fue el aplauso y apoyo del respetable a semejante acto de contrición que los ecos llegaron hasta otra de las enormes ovaciones del festival, la actuación de Chano Domínguez junto a la Orquesta Sinfónica de Navarra. En dos partes bien diferenciadas, una con la orquesta, y otra en formato reducido, Domínguez desplegó lo mejor de su “De Cai a Nueva Orleans” con composiciones originales como “Jacaranda” o “Mi prima de riesgo”, pero también colombianas, blues, seguiriyas, bulerías y hasta un flamenco sketch de Miles Davis titulado “Blue In Green” en honor a los versos de Rafael Alberti. Una performance emocionante con merecidas interrupciones debido a los ensordecedores aplausos de un público que disfrutó con el despliegue alegre de un Chano Domínguez visiblemente emocionado por la acogida.
Y ya que “en lo puro no hay futuro”, como nos cantaba el luchador Pau Donés, el Flamenco On Fire reunió un año más a nuevas propuestas y artistas a seguir como María Peláe, que vio empañada (y cancelada) por la lluvia pamplonesa su siempre divertida y ecléctica actuación, o RomeroMartín, la demostración de que el flamenco no tiene límites con unas melodías que unen el cante puro con bases electrónicas. Con ellos compartieron protagonismo otros grandes como Pitingo, Kiki Morente, Los Chichos o La Macanita, entre otros, que aunque aquí no queden reseñados, fueron también culpables de que en la edición más atípica del Flamenco On Fire se brindase el mejor homenaje a Sabicas y a un público que, una vez más, no falló. Han sido 7.500 asistentes en un momento extremadamente complicado para la sociedad en general y para el mundo de la cultura en particular y, en este sentido, es de agradecer el trabajo que se ha hecho en la organización para que no hubiese ninguna incidencia. Con el convencimiento de que resta todavía mucho flamenco por vivir, no nos queda mucho más que aplaudir a ese público que, pese a todo, sigue apostando por la cultura.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.