Uno no está acostumbrado a que un buen número de veinteañeros acuda a un doble concierto de rock. A los más jóvenes les pica el gusanillo de estilos alejados de las guitarras -el boom del trap es el ejemplo más paradigmático- y la ecléctica programación de la sala Dabadaba da buena cuenta de ello. Así que Cuando Albert Cavalier iban por “La Casita” y el ambiente juvenil de las primeras filas estaba caldeado se vio que esta vez las tornas habían cambiado: el rock and roll -y no el autotune- ejercían de imán. Y ya con el cierre punk-festivo de “Sábado noche, domingo mañana” algunos hasta se animaron a subir al escenario.
El grupo donostiarra tiene el don de mejorar cada vez que ofrece un concierto: como comentaba su antiguo miembro, Javi, ahora suenan más contundentes y compactos que en sus inicios. Y han ganado tablas. Asier le pega más fuerte (y mejor) a la batería; Gonzalo se permite hacer algún que otro solo y trastear con la guitarra; el bajo de Adela suena alto y, un año después de su primera actuación con el grupo, ha terminado por soltarse la melena; Pablo, por su parte, no ha perdido su encanto natural, entre amateur y naif y que, por favor, siga así. No cantan especialmente bien, sus influencias saltan a la vista, pero nadie les va a robar sus toneladas de ilusión. Su desparpajo infinito. Y eso ya es mucho. Fueron 45 minutos que se pasaron volando y que incluyó una extraña versión al ralentí con toque psych de “Wasted and stoned”.
A los cantos de sirena de la fiesta Demoscópica también había acudido parte de la flor y nata de la escena musical local como Havoc, miembros de Grande Days y Ghost Number & His Tipsy Gipsie, Rafael Berrio y Javi AMA. Algunos de ellos confesaban estar especialmente interesados en ver en directo a Leun, el joven trío de Mungia que vuela libre en los a veces estrechos márgenes del rock. Sus canciones son como montañas rusas de emoción e intensidad. Revuelven el estómago y apuntan al corazón del público al mismo tiempo. Lo mejor de su propuesta es su capacidad de salirse por la tangente: huyen de las construcciones obvias del pop-rock y, armados de infinidad de pedales, lo mismo les da por un pasaje de jazz o de post-rock como por inyectar rock sin complejos. Entre sus influencias (y héroes) citan a otro verso libre de la escena vasca, Joseba Irazoki, que ha colaborado en el próximo EP del grupo. La cosa promete.
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