Las entradas para el Festival Sinsal SON Estrella Galicia que se celebra en la enigmática y magnética Isla de San Simón se agotaron, una vez más, a las pocas horas de ponerse a la venta. Un tirón que no es de extrañar, teniendo en cuenta las especificidades de una propuesta que centra sus prioridades en el cuidado de la propia música en directo, obsesión solo comparable a la que ponen sus organizadores cuando se trata de asegurar la comodidad del espectador. Asistir al Sinsal es un siempre recompensado acto de fe, que consiste en confiar en el olfato (y unas labores de investigación casi enfermizas) de los responsables del evento, quienes a su vez guardan en secreto la programación hasta el mismo momento en el que los asistentes pisan tierra firme tras bajar del barco. Así, envueltos en ese halo de misterio e ilusión y amparados por la belleza del lugar, comenzaban tres días de paradas variopintas.
Duo Ruut inauguraron la velada del viernes, con la dupla formada por las estonias Katariina Kivi y Ann-Lisett presentando su folk minimalista, arropado en todo momento por la calidad de sus voces y el llamativo sonido extraído de una cítara élfica que comparten como único instrumento tocado a cuatro manos. Más “convencional” resultó el folk de Jesca Hoop, con la norteamericana otrora apadrinada por Peter Gabriel o Tom Waits, interpretando un puñado de inspiradas canciones que, en efecto, no necesitan más amparo que guitarra y voz para lograr el calado, al tiempo de dejar entrever la presencia algo atormentada de la artista. Desde Corea del Sur llegaban ADG7, una de las formaciones más coloridas e histriónicas que pasaron por el festival (una especie de The B-52’s en versión asiática), sellando una actuación chillona que, por momentos (y para bien o para mal), incluso podía asemejarse a una serie de dibujos animados manga. Por su parte, los belgas Tukan animaron definitivamente el asunto con un electro-pop instrumental cuyas texturas resultaron propicias para ese momento en el que sol ya comenzaba a caer, sobre todo cuando viraban hacia un house que parecía buscar la complicidad de la noche, con el público apurando opciones antes de coger el barco de vuelta a la península.
Jesca Hoop
La jornada del sábado comenzó de la mejor manera posible, con el free-jazz de claro regusto a krautrock de Horse Lords ejerciendo como bienvenida. Los de Baltimore firmaron un magnífico concierto, en el que formas clásicas y vanguardistas convergieron en extensos desarrollos para concretar el sorprendente resultado de tal simbiosis. Hatis Noit (en la foto principal) resultó ser el regalo más exclusivo de todo el Sinsal, tras firmar la artista una actuación eterna en términos de belleza y elegancia. La presencia de la japonesa resultó tremendamente etérea y delicada, casi fantasmal, con una voz de soprano desbordando emociones en un público que demostró un intachable respeto ante la fragilidad de formas de la asiática. Fue la enésima confirmación del talante único de este festival y, precisamente, uno de los atractivos del asunto reside en poder (o tener que) cambiar radicalmente de estilo en apenas diez minutos. De tal forma que, aún conmocionados por el concierto de Hatis Noit, tocaba disfrutar con la consistencia de Brama. De la lágrima al movimiento agitado de cabeza al ritmo de los franceses, que parten de sonidos turcos (zanfoña eléctrica y adulterada incluida) para desarrollar un rock sólido que tiende a derivar en psicodelia o incluso garage. Una mixtura que siempre es muy agradecida en su versión de directo. El concierto de Pongo era de los más esperados y la angoleña asentada en Portugal no defraudó, entreverando con absoluta falta de prejuicios sonidos tradicionales de su país con funky, afrobeat y algo de perreo. Lo cierto es que la artista es un auténtico torbellino escénico, de esos capaces de arrastrar tras de sí al público con aparente facilidad.
Pongo
La tercera y última jornada se estrenaba con ese secreto a voces en la zona que ya son Fillas de Cassandra. El dúo formado por Sara Faro y MaríaSOA bebe de la mitología en general y de la tradición gallega en particular, para a continuación actualizar formas en su justa medida y dar con una fórmula que, en sus manos, se torna irresistible y encantadora, más aún al contacto con las tablas. La presencia de África en esta edición del Sinsal ha sido evidente, y una de las principales muestras fue el satisfactorio paso por la isla de Ara Queen Of Drums, quien desde Nigeria y junto a su banda llegó para demostrar el poder latente en un instrumento ancestral y de consecuencias intensas como son los tambores parlantes –talking drums–. Más que interesante resultó también el concierto de Avalanche Kaito, que hizo suya la máxima de que la ira es energía junto a los belgas Benjamin Chaval y Arnaud Paquotte. El trío firmó el concierto más visceral y agresivo de todos, apuntalando sobre una base punk (casi hardcore) necesaria para encajar toda la fuerza narrativa de Kaito. El artista no binario de Bristol Grove fue otra de las grandes sensaciones del evento, con su bien hilada mezcla de hip hop, electrónica, jungle y drum 'n bass perpetrada con una presencia sencillamente brutal. Su paso por San Simón fue una bofetada en la cara, con letras irónicas y reivindicativas y una fuerza interpretativa descomunal. No sería raro que, en unos años, cuando llene grandes recintos, podamos presumir de haber disfrutado de su obra a un par de metros de distancia, porque lo tiene absolutamente todo para consensuar el triunfo: imagen, talento, juventud, seguridad y actitud.
Fillas de Cassandra
Fueron algunos de los artistas destacados que pasaron por la que hasta la fecha es la última edición del Sinsal, a los que cabría añadir otros nombres como los de Combo Chimbita de Colombia, dal:um de Corea del Sur, Puuluup de Estonia o Faizal Mostrixx de Uganda, además de los DJ’s RNST o Sonido Tupinamba. No es que Sinsal SON Estrella Galicia sea un tipo de evento diametralmente alejado del concepto actual de festival; es que se trata de la pura antítesis con respecto a ese perfil más hedonista y verbenero tan en auge en la actualidad. Hablamos de una experiencia humana, multisensorial y mágica, que apunta a cualquier continente con la intención de acercar su música a la Isla de San Simón. Un lugar en donde siempre cabe una sorpresa adicional (las grabaciones con cilindro fonográfico, por ejemplo, son impagables), sobre cada escenario, por supuesto, pero también tras cualquiera de esos rincones y recovecos hechizados que alberga el propio emplazamiento.
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