O eso dice el refrán, que se hizo realidad una vez más en la 8a edición de un festival que, pese a nacer con la intención de ser pequeño, no para de crecer año tras año. La verdad es que no deja de sorprender que una ciudad como Olot sea capaz de llevar a lo mejorcito del indie nacional (Viva Suecia, La Bien Querida o Neuman), que pueda apostar por auténticas vacas sagradas de la escena catalana como Pau Vallvé y Mazoni o que se atreva por primera vez a abrir la ventana internacional con el cantautor italiano Fabrizio Cammarata. Y más mérito tiene aún concentrar todo ese talento en cuatro días dentro del festival El Mini d'Olot.
Precisamente fue el siciliano el encargado de abrir la noche de conciertos del viernes en el Orfeó Popular. Cammarata pisó el escenario y desde el minuto cero desprendió una energía con la que solo cuentan unos pocos privilegiados. Es, sin duda, uno de esos artistas que cuando se sube al ring, te atrapa. Y lo consigue sin tener que pelear. Guitarra en mano y con una pandereta de pie, el italiano se mostró agresivo en sus primeros temas como “Misery”, golpeando con intensidad su guitarra acústica para conseguir una mejor sonoridad y hacer caminar a la perfección sus piezas. Al finalizar el primer asalto ya tenía al respetable en el bolsillo. Pero no fue hasta el cuarto tema cuando el de Palermo se dirigió al público para hablar de su nuevo álbum “Of Shadows”, un disco que según él intenta describir todas las sombras que contiene el alma humana. Un LP que gira alrededor de la necesidad de conocer estas sombras para a la par poder descubrir quiénes somos realmente. “Long Shadows” es sin duda la canción que mejor engloba el concepto de este último trabajo, con un hipnótico y pegadizo estribillo que atrapa a cualquiera al son de “Your love was beautiful when we were falling down”. Actuación impoluta del italiano, que remató la faena con una versión emocional de “La llorona”, canción que le permite navegar entre su voz más dulce y su canto más roto, encontrando además en ella la temática sobre la cual gira toda su actuación: el amor, la muerte y la relación entre los dos conceptos.
Paco Román, más conocido como Neuman, pisó el escenario poco después de que Cammarata lo abandonara entre una sonada ovación. El murciano, rodeado por tres guitarras -más la que llevaba entre manos-, confesó encontrarse muy cómodo en solitario, un formato que frecuenta habitualmente. Su primer reclamo fue ver bien al público. Las luces se encendieron. Neuman arrancó motores, y con la serenidad y la experiencia de un músico que inició este proyecto hace 20 años, no se echó en falta en ningún momento a su banda. No cabe duda de que Román es un buen orador, e intercaló temazos como “Boystar” –interpretada sin micro ni enchufe ante un Orfeó que guardó un silencio sepulcral- con extensas narraciones de las batallitas que se esconden detrás de cada pieza. El murciano se guardó la artillería pesada para el final, cuando las electrizantes “Turn it Again” y “I Love You” despertaron la faceta más rockera de Neuman, que consiguió contagiar a la vez al público asistente y cerrar de forma enérgica una actuación que duró más de hora y media.
Una de las particularidades del Mini d’Olot es la obsesión por realizar conciertos en espacios reducidos y próximos, en acústico, para intentar romper las barreras existentes entre artista y público. El sábado La Bien Querida fue una de las elegidas para potenciar este formato, concretamente en el salón de un espectacular loft en el corazón de la capital de la Garrotxa. Una opción valiente a la vez que temeraria por parte de la organización, sabiendo -tal y como ella misma confesó- que la vizcaína se siente mucho más cómoda entre bases de electrónica que interpretando en acústico al desnudo. Y si a la incomodidad de Ana Fernández le sumamos que de camino a la actuación le robaron la guitarra y estaba visiblemente afectada por ello (eso es casi cómo perder a un familiar para un músico) nos dejó un concierto, en líneas generales, bastante plano. La Bien Querida interpretó gran parte de sus temas a través de ritmos sencillos de guitarra sin, voluntaria o involuntariamente, poder explotar la gran voz que ha demostrado a lo largo de su trayectoria. Pese a eso, la calidad de una artista que escribió el mejor disco nacional el año 2009 -“Romancero”- para esta revista es indudable, y la sacó a relucir en temas como “Los jardines de marzo”, “Muero de amor” o “Fuerza Mayor”. La gran mayoría de las canciones del repertorio fueron modificadas evitando la parte instrumental, y tal y como reconoció La Bien Querida -“todo esto sin los violines suena un poco raro”. El público, sentado en el suelo y en sofás y sillas de todo el piso, no pareció darle demasiada importancia al asunto. Calurosos aplausos y silbidos al final de cada tema acompañaron a la cantante de Bilbao, que acabó tocando más de quince piezas que, como es habitual en su discografía, giraron alrededor del amor platónico y el desamor.
Para cerrar la noche del sábado Pau Vallvé se pasó por El Mini como parte de su “Gira per menjadors”, una idea que nació precisamente gracias al festival olotín y que le llevará a tocar por los salones de casas particulares de toda Catalunya durante los meses de febrero y marzo. Y este sí fue un concierto al más puro estilo Mini. El barcelonés se presentó en el comedor de un dúplex abarrotado por más de 40 personas con solo un guitalele. Sin micros, sin amplificadores, sin nada más que una arrugada e improvisada setlist que no dejó de consultar a lo largo de su actuación. Y si algo tiene Vallvé es que se siente muy cómodo enfrentándose al público de tú a tú. El cantautor empezó la actuación con la íntima “Encara no” prometiendo intentar no hablar más de la cuenta, promesa que no pudo ni quiso cumplir. Y eso, lejos de ser una debilidad, para Vallvé es una virtud. Políticamente incorrecto y con un humor negro digno de un comediante de stand up, consiguió llevarse al público a su terreno. Humor sin filtros, tratando temas tan delicados como el suicidio, la depresión o el cáncer con descaro y con una sonrisa traviesa de quién sabe que está consiguiendo su objetivo: hacer reír y entretener. Sin duda el humor y la buena música siempre han sido un buen cocktail. Pese a no llevar a la banda consigo para la ocasión, las aptitudes de Vallvé a la guitarra quedaron más que demostradas en piezas como “17820” o “Protagonistes”, sin olvidar otros hits que hicieron cantar al público a pleno pulmón como “El millor de marxar és tornar” o “Tots som molt millors”, con la que acabó una magnífica actuación de casi dos horas.
El barcelonés se amoldó a la perfección a un festival que rompe tanto con las barreras arquitectónicas, tecnológicas y físicas. La intimidad y la conexión con el público fueron únicas, tal y como lo fue la actuación de Guillem Roma y Alessio Arena el año pasado en el mismo lugar y en las mismas condiciones. Y es que El Mini Festival es eso, hacer olvidar al músico que está en un escenario y al público que está en un concierto. Un objetivo que sin duda ha conseguido un año más y que se traduce en esta octava edición en colgar el cartel de sold out a la gran mayoría de sus eventos y que sin duda, será capaz de repetir en su próxima edición.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.