Cuando escribo esto hace justo una semana que los primeros acordes empezaron a inundar las primeras pruebas de sonido en el Festival Covaleda. En mitad de Castilla, que es radicalmente lo contrario a en mitad de la nada, alrededor de un antiguo campamento militar reconvertido en templo del estilo bien entendido (será lugar de peregrinaje, al tiempo) y rodeado por un bosque espesísimo, de esos que no te dejan ver el cielo si miras diez metros más allá de donde estás, el Festival Covaleda despertaba a su primera edición. En formato boutique, con menos de 10 mil asistentes que, a pesar de todo, multiplican por seis los habitantes del pueblo, y con la mejor selección de artistas patrios de todos los festivales del verano en España (me batiré a duelo con quien haga falta por esta afirmación aunque parezca exagerada), la experiencia fue realmente diferencial.
La división por días, que fue lo que realmente le dio el salto de calidad al cartel, agrupó con conocimiento y e intención a artistas aparentemente opuestos entre sí, pero pertenecientes todos al presente y futuro de la música nacional e internacional. La premisa del cartel del Covaleda parecía ser la criptonita de los grandes festivales nacionales: que los artistas no hayan dejado atrás sus mejores días. Eso se notó en la frescura de los conciertos, en el buen ambiente entre bambalinas, donde muchos tenían amigos en común y entre el público, que podía pasar con facilidad de un escenario a otro, separados apenas por una decena de metros, para escuchar a Judeline, Aleesha y Luna Ki en apenas una hora sin tener FOMO. Además de estos tres conciertos, que el último día de festival sirvieron de preámbulo para el asalto armado de Central Cee (impresionante concierto el suyo, los raperos españoles estarían flipando); Morad y la estrella internacional Pierr’e Bourne (productor de cabecera de Playboi Carti), antes de que nos abalanzáramos a la electrónica desesperados por arrancarle las últimas horas a un festival que tampoco quería terminar.
Todo empezó el jueves 4 de julio con un cartel que presentaba las propuestas más vanguardistas/moderneces de entre las tres noches (elijan ustedes el adjetivo, según sus gustos): Rusowsky ofreció un show en su línea brillante, eléctrica y vertiginosa, como si se le escapara el tiempo de entre los dedos como le rebosa el talento y la visión creativa que comparte con el resto de sus compañeros de Rusia IDK, Mori incluido, que también firmó una enorme actuación en solitario, que contrasta enormemente con el estilo de las canciones que tiene en la calle. Ese primer día, donde Rojuu, Sitcky M.A., Polimá Westcoast y Feid firmaron cuatro horas de música impresionantes, que terminaron con el show del colombiano, que muchos de los asistentes encumbramos como el mejor del festival y el mejor concierto de reggaeton que habíamos visto, y que tuvo como momento álgido la colaboración con Polimá en ‘Ultrasolo’, una de esas canciones que marcarán el 2022 en la mente de cualquier oyente mínimamente avezado, digan lo que digan los tops del año. Como también quedará en la película que pase por delante de nuestros ojos los últimos segundos antes de las campanadas, el cierre de una Sita Abellán faraónica, que hipnotizó con su presencia y una base de trance a todo el festival, congregado a sus pies y a su espalda.
El ecuador del festival se abría con el concierto de ODDLIQUOR, lleno de energía y con muchísima fuerza en cada movimiento que ejecutaba sobre el escenario; formar un pogo a las cinco de la tarde, abriendo el día, no es cosa menor, que diría nuestro expresidente. El talento de Marcos en el estudio siempre ha sido vox populi, pero esta nueva etapa sobre los escenarios puede elevar su figura a una nueva dimensión artística. Este segundo día volvía a representar una apuesta clara por el talento y por la frescura. IAMDDB, que desde que la vi hace 3 años en el Paraíso ha evolucionado mucho su directo; pasando por las Hinds que han logrado patentar una fórmula que combina elegancia y determinación a partes iguales, y que demuestran que han encontrado en el directo algo más que una forma de ganarse la vida; la propuesta de Natalia Lacunza, que ha conseguido trasladar a las tablas la emoción y el sentimiento de su magnífico nuevo álbum (sí, lloré un poco en ‘Muchas Cosas’); Hens, haciendo suyo el bosque de Covaleda porque lo es, o Love Yi, que demuestra de nuevo que tiene al público lo suficientemente entregado a su causa como para habérsela inventado él solo. Aunque Beny Jr. contara con el favor del público, su directo solo enchufó al respetable en el último tercio, sobre todo con su Remix de ‘Flow 2000’, y desaprovechó el calor que había generado Rels B, con un directo demasiado breve, demasiado bueno, demasiado plagado de hits como para olvidarlo, de esos que te vuelven a conectar con un artista en mitad de un festival (fue la auténtica bisagra del Covaleda) y que te obligan a volver a casa escuchando ‘como dormiste?’, el nuevo single del mallorquín que vio la luz ese mismo día y que estrenó en el Covaleda como confirmación de lo especial de este festival.
Insisto. El proyecto de Covaleda merece continuidad y respeto por su apuesta por la calidad y la cercanía. El trabajo de un equipo que ha encontrado en este formato la cara B de otros festivales masivos, donde se cuelan nombres que aportan más por el propio deletreo que por su propuesta artística, gracias a una selección portentosa, llena de artistas con ganas de demostrar y ganarse el futuro. Quizá la organización se sentía emparejada en los objetivos, que por si quedaba alguna duda, se cumplieron. Ah, y hubo paella. What else?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.