Gran celebración de los veinte años de este festival urbano, que cada vez se supera en relación a la calidad de sus propuestas, que mantiene la singularidad de desarrollarse en el precioso centro histórico de Loulé y que contribuye a promocionar el turismo cultural de su zona , el Algarve, al sur de Portugal.
Todo ello sin perder una identidad que lo convierte en un referente a nivel europeo en relación a las músicas del mundo, como bien define su subtítulo “World Music Festival”.
En sus cuatro días actuaron más de cincuenta artistas de treinta y un países diferentes, con Marruecos como invitado especial, que actuaron en seis de los escenarios principales. Estos estaban distribuidos por esas pequeñas plazas y calles empedradas que mantienen muestras de las tres principales culturas que las habitaron (árabe, judía y cristiana).
Y volvemos a remarcar que este festival de tamaño medio rompe con esos tópicos de incomodidad, precios altos y que consigue que disfrute todo tipo de público, incluido el familiar. Además el festival promueve una buena cantidad de actividades culturales que van desde la gastronomía hasta las artes visuales, el entretenimiento callejero, la artesanía, la danza, el teatro, cine, poesía, talleres y mucho más, con el objetivo de divulgar la interculturalidad y promover la unidad de las personas y el respeto.
Aquí pueden consultar todos los conciertos que pudimos disfrutar.
Jueves 27 julio de 2024
El festival empezó bien potente en el agradable Palco Chafariz con Widad Mjala & Khalil Epi. Su proyecto “Aïta mon amour” nace de la fascinación de Widad (una de las primeras raperas marroquíes) por las chikhates. Ellas son esas mujeres de pueblo cantantes y curadoras que son referentes en su país. Musicalmente Widad toca percusión, rapea y canta con una intensidad emotiva que impresiona, mientras que el tunecino Khalil se encarga de lanzar bases electrónicas, cantar con ella, hacer coros y tocar la mandola y el loutar (instrumento de la familia del laúd). Juntos crearon una atmosfera rítmica y vibrante. Fue quizás un comienzo demasiado intenso para un público aún “desentrenado”.
Algo más relajados Cara de Espelho, súper grupo portugués formado por seis ilustres y veteranas figuras de la música popular. El objetivo principal de su reunión ha sido el de denunciar el ascenso de la extrema derecha en su país. Su identidad sonora y poética es deudora de la riqueza de esa música tradicional portuguesa, pero con un toque moderno y eléctrico. Sus preciosas melodías deleitaron a los seguidores de esta prometedora nueva banda, que además cantaron con ellos esas letras que hablan del discurso de odio, la corrupción política, la violencia policial o al papel de Portugal como país colonizador. Que tomen nota algunas bandas del país, se puede hacer música brillante y decir las cosas claras.
Abriendo el recogido Palco Castelo, Joao Frade, acordeonista prestigioso del Algarve que ha acompañado a artistas como Mariza, Maria João o a nuestro Jorge Pardo. Su herencia musical está arraigada a diversos estilos vinculados a su instrumento, pero nos mostró su proyecto personal acompañado de bajo y batería. Un trío de aires jazzísticos y de música muy tonificante. Para la ocasión invitaron al trompetista bosnio Miron Rafajlović que imprimió aún más vigor a su show.
Ballake Sissoko
Pero una de las perlas de la noche fue disfrutar del malí Ballake Sissoko, figura fundamental de la kora de su país. En el Palco Hammam, situado en la pequeña y agradable terraza de los baños árabes, y ante no más de doscientas personas (no cabían más), sus improvisaciones con ese ancestral y mágico instrumento, llenaron de serenidad el agradable espacio. Virtuoso, pero no por su rapidez, sino por su capacidad de hacer hablar a su kora y evocar emociones indescriptibles con esa música suave y cristalina. Una delicia impagable.
De ahí nos mudamos al escenario mayor, el Palco Matriz, para dejarnos llevar también, pero por los ritmos latinos de Kumbia Boruka. Ocho músicos de México, Chile, Argentina y Francia, con sede en Lyon. Liderados por el acordeonista Hernán Cortés, que aprendió tocando en la banda del mítico Celso Piña, su cumbia es hibrida porque la mezclan con reggae, dub, música africana o rock, aunque sin dejar de animar a bailar. Consiguieron su cometido, pero ya hay tantos referentes en ese género que se nos hizo poco destacable.
Cambio de nuevo de estilo con Albaluna. Sexteto investigador que, en su reciente disco “Ennead”, propone una fusión entre el rock progresivo y la música inspirada en las antiguas culturas de las Rutas de la Seda y del Mar Mediterráneo. Los sonidos del violín, zanfona y gaita marcan melodías folkies, pero bajo, batería y percusiones le aportan ritmo y contundencia. Para la ocasión invitaron al guitarrista egipcio Ahmed Hamdi Moussa que aún les aportó más empuje. Quizás la coincidencia de horarios con otras bandas, les restó público.
Mejor lo tuvieron, a priori, 47Soul. Expectación en el central Palco Cerca para ver a esos cuatro músicos procedentes de la diáspora palestina y unidos por el shamstep. Ellos han sido pioneros de este género que mezcla la música tradicional dabke, popular en Palestina, Líbano o Siria, junto a la música occidental inspirada en el hip hop, el dubstep, el dancehall y la electrónica. Sus shows siempre son muy vistosos, pero faltaba uno de ellos, quizás el que más presencia tiene en el escenario, así que su actuación se vio algo mermada y falta de “punch”.
Puuluup
No los vimos acabar, porque nos llamaban mucho la atención los estonios Puuluup, y no defraudaron. En apariencia dos señores mayores con trajes negros y con dos pequeños instrumentos en sus manos, la talharpa, pequeña lira que se toca con arco. Definen su música como folk zombi (folklore contemporáneo y cualquier cosa que se les ocurra) y se presentaron sentados, aunque a veces se levantaban para hacer coreografías extrañas. Ambos cantan y combinan sus voces que también graban y samplean en bucles. Lo hacen en estonio o en algún idioma inventado y sus canciones hablan de amor, comida y deporte, ¡sobre todo del esquí de fondo! ¿Alguien dijo freaky? A pesar de todo no puedes dejar de mirarlos y mostrar complicidad con sus chistes (y música) surrealistas. En un momento de su actuación expresaron que en sus shows había dos partes, la intelectual y la de baile, e hicieron que todo el público los acompañaran en uno de esos delirantes bailes. Si tocan cerca de su ciudad, no se los pierdan.
Pero si de bailar hablamos, los pogos que se formaron con Dubioza Kolektiv (en la foto principal) fueron de traca. Los bosnios tienen un directo apabullante, sin momento de respiro y con constantes guiños divertidos a su público. Los hemos visto en numerosas ocasiones y nunca fallan, pero es que su repertorio está hecho a prueba de estatuas. La secuencia de “Free.mp3”, “Kažu”, “Himna Generacije” (en la que se les unió el trompetista bosnio Miron Rafajlović que había tocado con Joao Frade), “Rakija”, “Boom”, “Red Carpet” y el “Hay Libertad” que grabaran con La Pegatina, fue impecable. Subieron al escenario vestidos con camisetas amarillas y pantalones cortos negros, para enfatizar ese sentimiento de equipo y aunque su festiva música de raíz balcánica se nutre de ska, reggae y punk, ellos siguen lanzando mensajes de esperanza y resiliencia en estos tiempos de incertidumbre.
La noche acabó antes de tiempo con Kin’Gongolo Kiniata. Si hace unos años Konono Nº1 abrieron camino con su Congotronics, muchos grupos han seguido su estela. Kin’Gongolo es un grupo procedente de esa nueva generación de músicos de Kinshasa que, impulsados por los sonidos de la ciudad, traduce la frenética vida callejera en su música. Fabrican sus propios instrumentos a partir de objetos reciclados. Una guitarra con una sartén y un listón, un bombo de batería que era la caja de un televisor, o los dos percusionistas que se situaron delante, uno con una ristra de pequeñas latas de conserva y otro con botes de plástico tocados con una sandalia. Con todo ello crearon un repetitivo afropop experimental, pero tocado con energía punk. A menos de la mitad de su actuación, empezó a llover y les hicieron acabar.
Viernes 28 de junio de 2024
El viernes empezó con bastante más público que el día anterior. Así que Acácia Major obtuvo una respuesta más cómplice. Ellos son un colectivo de músicos creado por Henrique Silva y Luís Firmino, raíz y tronco de ese árbol que florece en Cabo Verde. Su sonido y letras ahondan en el folclore de su país y en directo resultaron agradables y “balanceantes”.
Relajada, y elegante también, la actuación de Oum. Auténtica estrella en Marruecos que acaba de celebrar sus diez años de carrera internacional con “DaKchi”. Un álbum grabado en directo en Marrakech en el que recupera la magia de sus tres álbumes de referencia. Tras una larga introducción de su amplia y arropadora banda, apareció para deleite del numeroso público, que sentado, la esperaba. Su mezcla de estilos tradicionales del norte de África, con unos exquisitos arreglos de soul y jazz, favorecen que brille su voz de raíz indiscutible. Dejó una exquisita versión, medio en árabe, medio en castellano, del “Lágrimas Negras”. En ese momento pensamos que ella y Luz Casal combinarían a la perfección.
Siguiendo la tarde musicalmente calmada Teresinha Landeiro. Acompañada de tres guitarras (portuguesa, española y bajo) su fado contemporáneo, ambicioso y ligero, tuvo el respaldo de un Palco Castello repleto para escuchar esa joven voz.
Lleno también el delicioso Palco Hammam para escuchar a Delfina Cheb. Esta cantante y compositora argentina con solo 22 años ya ha publicado dos álbumes de tangos y milongas producidos por Javier Limón. En directo actuó solamente acompañada de guitarra, pero con una naturalidad y unos juegos vocales que atraparon al público. Gran descubrimiento.
Delfina nos dejó poco tiempo para el gran pianista, cantante, multiinstrumentista, escritor y productor Roberto Fonseca. Presentaba “La Gran Diversión”, un homenaje a la época dorada de la música cubana, a las noches salvajes de La Habana y al cabaret más famoso del París de los años 30, Cabane Cubaine. Mambo, rumba, bolero con una orquesta al nivel del Buena Vista Social Club, en el que estuvo Fonseca. Al maestro no se le puede criticar, simplemente disfrutarlo.
No tan “placenteros” fueron Al-Qasar. Con su disco en 2022 “Who Are We? (donde colaboran Jello Biafra y Lee Ranaldo) sorprendieron a medio mundo, y lo llevan presentando en una gira interminable. El proyecto fue creado en el barrio parisino de Barbès en 2015 por el productor franco-estadounidense Thomas Attar Bellier (voz, guitarra y saz) y en directo incluye a la cantante turca de rock psicodélico Sibel Durgut, el baterista franco-armenio Sacha Viken y el bajista francés Guillaume Theoden. Describen su música como “Arabian Fuzz”, una mezcla explosiva de ritmos árabes pesados, psicodélica global y música trance norteafricana. Con ella hipnotizaron a la multitud que los contemplaba. ¡Ah! Fueron de los pocos que ondearon pañuelos palestinos.
Hip Horns Brass Colective
Y les llegó el turno a nuestros Hip Horns Brass Collective. Esa propuesta que mezcla música de Nueva Orleans, hip hop y otros elementos característicos de la música afroamericana. Fueron muy bien aceptados por un público que se metió de lleno en esa particular descarga de “funk-metal” (nos referimos a ese funk que imprimen con sus metales). Han llevado el concepto de espectáculo de calle al escenario y lo adornaron con sus coreografías. Para la ocasión se trajeron a dos raperos, Juli Giuliani y Mabreezee, que les dio un punto más rompedor. En breve tendrán nuevo disco y atentos a Mondo Sonoro.
De nuevo cambio de registro para ver al finlandés Antti Paalanen. Él solo, con su acordeón diatónico, una voz gutural propia del death metal y con un pedal de bombo al pie, fue capaz de poner a brincar a todo el público del Palco Castelo. Que lo etiqueten como música dance electrónica es un aviso de por donde va. ¿Se puede montar una rave con música tradicional y con tan solo un acordeón salvaje? ¿Por qué no? Además, con esa apariencia de Santa Claus, si uniera su propuesta musical a la de los estonios Puuluup, sería espectacular.
Por él nos perdimos a una figura clave de la música caboverdiana, Tito Paris. Pero lo compensamos viendo la divertida Kumpania Algazarra. Curiosamente ellos también cumplen 20 años este 2024, así que doble celebración. Su festiva música va del ska al folk, del reggae a los sonidos de los Balcanes y de los ritmos latinos al funk. De alguna manera nos recordaron por intensidad y actitud a los granadinos Eskorzo y consiguieron poner a bailar a todos los presentes en el Palco Chafariz.
Aunque para energía escénica el trío luso-angoleño Throes + The Shine. Empezaron con el arrollador “Tá Queimar” alentando a celebrar el aniversario del festival. Con “Guerreros” (que grabaron junto a La Yegros), el Palco Cerca se convirtió en una enorme pista de baile. Su Mc Mob Dedaldino, kudurista de Luanda, manejó el público a su antojo, lo hizo bailar, botar, moverse de un lado a otro y siempre con complicidad. Ahora también han incluido ritmos tropicales a su música y con “Shake the floor” montaron un wall of death, pero que acabó con abrazos. Y a punto estuvieron de liar una grande, porque justo antes de iniciar el último tema, “Aquí, ali” invitaron a la multitud a subir al escenario con la pregunta: ¿quién es aquí el dueño de la fiesta?. Menos mal que la seguridad impidió la avalancha porque hubiera habido un problema.
THROES+THE SHINE
Claro, después de esa tormenta musical, los ritmos bailables de Ko Shin Moon parecieron algo relajado. Este dúo francés presenta una fusión de melodías orientales clásicas con ritmos de danza occidentales, todo ello a través de sintetizadores y de diferentes instrumentos de cuerda. El que su nombre proceda de un disco de Haruomi Hosono (Yellow Magic Orchestra), quizás pueda dar una pista de su proyecto. Su mezcla de space disco y rock psicodélico, de fondo electrónico, está pensado para el baile y fue un buen acertado cierre de ese día.
Sábado 29 de julio de 2024
De nuevo suaves cadencias para abrir los conciertos. En este caso fue Eneida Marta, gran embajadora de la música de Guinea-Bissau, que nos mostró la rica herencia de ese pequeño país escondido entre Senegal y Guinea. Con su dorada voz cantó sobre la vida, el amor, la libertad y sobre todo reivindicó el papel de la mujer, con letras inspiradas en poetas de su país. Para la ocasión invitó al mozambiqueño Bruno Huca, de gran presencia, con el que dejó unas preciosas combinaciones vocales.
Siguiendo esa estela de ritmos sugerentes, Cristina Branco nos sumergió en esa propuesta que mantiene el fado como faro, pero con su personal forma de cantar. Ella ha desarrollado un estilo de música popular portuguesa contemporánea y ya tiene casi una veintena de discos editados. Este concierto estuvo enmarcado en una gira especial que está haciendo para rememorar temas de su disco “Abril” como celebración del 50 aniversario de la revolución del 25 de abril. Con una banda de ilustres músicos hizo un concierto muy emotivo.
Sin dejar la calma, y en el Palco Hammam situado encima de los baños árabes, Raia mostró las posibilidades de la viola campaniça, una guitarra de forma curiosa con 10 cuerdas de acero y con una afinación especial. Con ella nos invitó a un viaje por la historia y posibilidades del instrumento. Fue un concierto-conversación que en ese sugerente espacio se convirtió en algo íntimo y encantador.
De un tono parecido fue el concierto de Lina_. Simplemente en trío, piano, guitarra y voz (más algunas bases y efectos grabados), hizo un repaso exhaustivo a su último y buen valorado trabajo, “Fado Camões”. Un disco que ha sido producido por el británico Justin Adams (Robert Plant, Tinariwen, Souad Massi). Hay que recordar que Lina_ hizo un cambio musical en su vida con el que grabó junto a Raül Refree. Abandonó el fado clásico para crear un nuevo tapiz musical y optó por añadir nuevos matices que reflejaran su amor por la experimentación, aunque sin romper ese tono pausado y sugerente. Para este concierto recuperó un par de temas “oscuros” de ese disco junto a Raül y acabó con “O que temo e o que desejo” que grabó junto a Rodrigo Cuevas.
A partir de ahí los ritmos más vigorosos se adueñaron de la noche. Empezando por los brasileños Bixiga 70. Se describen como “banda de música instrumental de baile”, pero ese concepto no hace justicia a lo emocionante y enérgica que fue su actuación. Si bien la idea original cuando empezaron en 2010 fue darle un toque brasileño al afrobeat (su nombre hace referencia al Africa 70 de Fela Kuti), con los años esas referencias se han ampliado. Hicieron un repaso por su amplia discografía eligiendo los temas más potentes y el público no paró de bailar. Al fin y al cabo ese es uno de los lenguajes universales de la música.
Pero es que lo que pudimos ver a continuación fue a los impresionantes Idiotape. Trío de Corea del Sur de rock electrónico formado por dos dj y productores y un batería fuera de serie (¿seguro que solo tenía dos brazos?). Imaginen a Daft Punk o The Chemical Brothers con una batería acentuando todas esas subidas y explosiones de ritmo. No es de extrañar que hayan tocado en multitud de festivales. Demoledores fue el adjetivo que les dedicó en una ocasión nuestro compañero Yeray, lo veo muy acertado. Acabaron con una versión aún más incendiaria del “Sabotage” de Beastie Boys. Sin duda el grupo más sorprendente del festival.
Lo siguiente fue Afrotronix que siguió incitando al baile. Lo suyo es una fusión de música electrónica con ritmos africanos y aires de blues tuareg, pero con una visión futurista. Desde el Chad y liderando el proyecto el guitarrista, dj, programaciones y cantante Caleb Rimtobaye. En escena se presentó con un vistoso casco llamado “Afrotron”, manejando todos esos instrumentos, más un batería y un dúo de baile afro-urbano. Lo dicho, todo para que el movimiento no parara.
Para cerrar la noche otros con la vista puesta en las pistas de baile. En este caso fueron el dúo francés Samifati, o el encuentro entre un violinista y especialista en música electrónica y un video artista. Su propuesta se nutre de música de raíz de diferentes partes del mundo, aunque para la ocasión invitaron a dos músicos gnawa marroquíes con los que han creado el espectáculo Trans Gnawa Express. Con esa mezcla de música repetitiva y electrónica incitaron a que el público acabara el festival en trance.
Ellos y todo el festival al completo sí que consiguieron que estemos deseando volver.
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