El Perelló está en la casa
ConciertosFerran Palau

El Perelló está en la casa

8 / 10
Don Disturbios — 10-08-2020
Fecha — 08 agosto, 2020
Sala — L'Ambigú Gastrobar, El Perelló (Tarragona)
Fotografía — Joan Forés

El que no se conforma es porque no quiere, es una de esas frases hechas que siempre me resultó una auténtica estupidez ¿Por qué demonios tiene uno que conformarse? Si estamos jodidos, estamos jodidos. No intentemos ponerle una tirita a una aorta seccionada. Los conciertos a los que he tenido la ocasión de acudir, con sus sillas convenientemente separadas y la seguridad revoloteando para que la gente mantenga distancia y mascarilla, son sucedáneos que mitigan el dolor, pero no lo eliminan. Hay algo de falsedad en la actitud de todos los que participan. Es como si te obligaras a mantener la actitud de que todo transcurre con una normalidad, esa nueva normalidad, tan falsa como aparente. Te animas a pasártelo bien, pero no puedes evitar pensar que falta algo imprescindible. Falta intensidad y euforia. Todo está contenido y me atrevería a decir que ni las cervezas saben como antes.

Sin embargo, existen unas pequeñas aldeas galas que resisten, donde todavía se puede revivir lo que era un concierto antes de la pandemia. Pequeños oasis en forma de bar,  alejados de lo grandes focos. Lugares como  L'Ambigú de El Perelló (Tarragona), donde se arriesgan a programar conciertos, aunque la tarea tenga en ocasiones cierto halo romántico y resulte casi como predicar en el desierto. No fue el caso de la actuación de Ferran Palau solo y en formato acústico, en una terraza que presentaba un lleno absoluto con las mesas, eso sí, convenientemente separadas. Más de cincuenta personas de todas las edades que disfrutaron de la bella intimidad que propone Ferran con sus tonadas. Una ocasión inmejorable para saborear al artista en esas distancias cortas que, de generarse, crean una corriente de emoción entre el publico y el artista que dimensiona las canciones. Y en eso, la bella, pausada y algo aletargada prosa de Ferran Palau se muestra imbatible. Un concierto que pasó como un suspiro y que logró ese silencio sepulcral de respeto, tan solo roto por el breve tintineo del hielo en las copas. Y es que el bolo empezó tarde, con la gente ya cenada y satisfecha tras la victoria del Barça ante el Nápoles. Por eso, no fue hasta casi entrada la medianoche que Ferran se subió con ese aire tímido pero seguro, a la pequeña tarima que hace las veces de escenario. Momento en el que soplaba una ligera brisa que aligeraba el calor acumulado durante el día. Al igual que las canciones.

Ferran Palau desplegó con clase su larga experiencia sobre las tablas, tocando temas principalmente de sus dos últimos trabajos y admitiendo peticiones. Aunque amablemente rechazara interpretar los temas de Anímic, alegando un olvido a todas luces ficticio. Pero es que Palau es mucho Palau, y no precisa mezclar proyectos, ni tampoco rebuscar en su pasado. Su voz, delicada y firme, saboreó cada uno de sus fraseos mientras percutía una rítmica letanía con su nítida guitarra. Mientras tanto, volvió a mostrar su conocida pasión por el denostado trap, versión de Kinder Malo mediante, y nos recordó que no solo su flow pausado le une con ese mundo en apariencia tan distante. También lo hace ese halo romántico tan común entre los rudos traperos y sus rimas. Y así, ya pasada la medianoche y tratando de asimilar el torrente de emociones generado con tan solo voz y guitarra, pudimos olvidarnos por un momento que conformarse con menos es un estupidez. Porque la música tiene ese poder de sanación que provoca que, por más de una hora, todos tus problemas y ansiedades desaparezcan. Menos pastillas y más notas. Menos corridas y más actuaciones en vivo como esta. Y, sobre todo, lo que todo país necesita es más apasionados de la música como Elies, responsable de este espacio ejemplar que puso por una noche El Perelló en el mapa musical de Cataluña.

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