Resulta curioso cómo un mismo artista puede construir sus discos a partir del nada criticable yo-mí-me-conmigo y puede construir sus directos tan entregado al público que lo va a ver. Alfaro tiene muchas tablas y aparte del ser que escribe e interpreta, es un ser que se sabe cada piedra de la selva en la que se mueve y que lo hace con una destreza que a veces hace plantear otras cuestiones. ¿Por qué, aun siendo una presentación en solitario de “Carnevisión”, no tocó ninguna de las canciones guerreras del disco? ¿Por qué el bis con “Gente Abollada” como si fuera la recurrente “Chica de ayer” teniendo tantísimas canciones-himno en su discografía? Y aún más, ¿realmente importa ninguna pregunta cuando se le reverencia y el más sencillo de sus conciertos se convierte en una ocasión magnífica para sentir y redimensionar las canciones de uno de los mejores compositores españoles de las últimas décadas? Su repertorio completo volvió a entremezclarse sin distancias, y la acústica hizo que resaltaran partes escondidas de sus canciones y dio la sensación de volverlas a descubrir sabiendo lo hondo que han calado ya. La razón de que diga que “yo quiero vivir también, espero que me perdonéis, que yo no me arranco las tripas, arrancáoslas vosotros si es que tenéis”, será cuestión de que se lo pregunten en una entrevista. Hacérselo a pelo con él fue escandaloso, como siempre.
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