Bailar sentados
ConciertosFenomena

Bailar sentados

8 / 10
Verano González — 15-10-2020
Empresa — Fenomena KE
Fecha — 10 octubre, 2020
Sala — Jostaldi Pilotalekua, Hondarribia (Gipuzkoa)
Fotografía — Crudo Pimento por J.A. Areta Goñi (JUXE)

Cuando en julio el festival Fenomena hacía público el cartel (aún sin bandas confirmadas), todo apuntaba a que sería otro evento que no llegaría a celebrarse. Bandas extranjeras que caen, búsqueda acelerada de grupos nacionales con gancho suficiente para mantener el nivel creciente de las ediciones anteriores, amenaza de lluvias torrenciales que obligan a buscar un emplazamiento compatible con las medidas de seguridad actuales, etc. Hasta marzo, parecía que 2020 no podía ser peor que aquella tercera edición que tuvo que suspenderse por la lluvia y el vendaval. Pero sí, las cosas siempre pueden empeorar. Aunque al final, chimpún: cartelazo y quinta edición.

Sábado 10

El trío bidasotarra Left Hook fue el primero en pisar el escenario del frontón Jostaldi y, con sus primeras palabras, dedicaron “todo el bolo, desde el puto primer acorde, a la cultura y a todos sus trabajadores y trabajadoras”. La banda define su sonido entre el stoner y el rock instrumental, y la definición es válida para la forma, pero el fondo esconde matices. Decía Coco Chanel, acerca de lo accesorio, “antes de salir de casa, mírate al espejo y quítate algo”. No veo yo que Left Hook sean muy de la onda estética de la famosa diseñadora de alta costura (que igual sí), pero han sabido despojarse de cualquier detalle para quedarse reducidos a una formación de dos bajos y una batería. El resultado es un magro de sonido denso y sísmico. De melodías pesadas y ritmos cambiantes que a empujones apartan la aparente monotonía que su propuesta podría hacer suponer. El concierto completo fue una roca pesada llena de aristas. Todo es rudo, contundente y directo; incluso el repertorio, formado por su trabajo “Cestus/Caestus” tocado íntegramente y en el mismo orden del disco. Que para qué lo van a cambiar si el conjunto ya es un Fast And Furious. ¿Referencias? Las que quepan entre Mötorhead y el funky correoso de Rage Against the Machine. Hasta la reverb del frontón les vino bien.

Tras la pausa de una hora para aplicar los consabidos protocolos higiénicos, apareció una esperada Maika Makovski que había agotado las invitaciones en menos de 24 horas. Es una artista segura de sí misma y escénicamente generosa que se presenta con una banda en la que funciona sin protagonismos y dispuestos todos en el frontal del escenario. Su seguridad se refleja también en la selección de los temas, la mitad de los cuales pertenecen a su último trabajo (aún inédito por la coyuntura) que sonaron sobre todo al inicio y final. Es una artista versátil con un repertorio heterogéneo y una banda compacta capaz de potenciar los aspectos que mejor funcionan en directo, con un fino equilibrio entre la ampulosidad y lo festivo.

Abrieron con la inédita y explosiva “Scared Of Dirt” y, a partir de ahí, repasaron todas las longitudes de onda del espectro sensorial. Sonaron trepidantes en “Reaching Out To You”, “The Posse”, “Purpose” –con arreglos vocales que evocaban a The Who–; y contundentes en “Nevermore”, con guitarras abrasivas y final apoteósico. Sonaron también sensuales como Nick Cave en “Lava Love” o como Tory Amos en “When The Dust Clears “. Sonaron peligrosos en “Bulldog” y festivos, saltarines y cabareteros en “The Gate” o “No News”. El ritmo vibrante se acentuó con los músicos cambiando de instrumento entre canción y canción, brincando de la percusión a los teclados y de éstos a las guitarras en una especie de juego de las cuatro esquinas. La propia Maika Makovski se sentó a la batería para interpretar “Language”, que sonó mucho más intensa que en su versión en estudio.
Sobradísima ya de todo, dejó para los bises tres temas inéditos (¡Ole tú, Makovski!). Sola y a la guitarra abrió con “Places Where We Used To Sit”, melodía country a la que se fueron sumando, uno a uno, el resto de músicos en un crescendo rítmico que empalmaron con los aires de polka de “Tonight” y al pusieron la guinda con “Live In A Boat”, de final épico a cinco voces y tras el que salieron por la puerta grande.

Domingo 11

El festival arrancaba a las 12:00 del mediodía pero no con un concierto, si no con una conferencia del siempre sorprendente Cabezafuego. Su “Charleta Sónica”, como la define él, giró en torno al viaje y estancia en Armenia, aventura iniciática huyendo de su hastío hacia la música en directo y en la que se ha dedicado a registrar todo tipo de sonidos. La cabeza de este artista es como una fiesta privada de los juguetes de Toy Story. Incapaz de centrarse en un aspecto durante más de dos minutos, la charla resultó una road movie delirante y lisérgica. A ratos errática y a ratos sorprendente, cuando no directamente brillante. Duramente autocrítico y por momentos amargo, salteó la ponencia con proyecciones hipnóticas sonorizadas con las composiciones creadas a partir del mosaico sonoro recopilado en el periplo. Los temas que sonaron se mueven entre el concepto de captura de samplers de David Holmes en “Let’s Get Killed”, el tratamiento sonoro de Matthew Herbert en “Around The House” y las sonoridades de Bryan Eno en sus trabajos ambientales. “Parece que os estoy enseñando las fotos de mis vacaciones, ¿no?”, preguntó apurado en determinado momento. Pues sí, Cabezafuego, eso es lo que has hecho. Pero es que menudo viaje te has pegado y cuántas piedras preciosas has traído. Solo esperamos que encuentres tiempo y ánimo para pulirlas.

A las 17:00, y de nuevo en el frontón Jostaldi, Elena Setién y Joseba Irazoki abrían la jornada con una puesta en escena sobria, ella al teclado y él a la guitarra, con la que desgranaron una selección de temas de la donostiarra y algunos de autoría conjunta. Dato curioso: Irazoki ha estado presente en todas las ediciones del festival salvo en la ya mencionada que tuvo que ser suspendida por inclemencias. No sé qué piensa la organización del Fenomena pero yo no dejaría de contar con él en el futuro. El concierto de la donostiarra resultó ser el que mejor se adaptó al formato-todos-sentados. Música acuosa y evocadora con raíces en el folk, ramas en su muy personal universo y sonido más propio de artistas del norte de Europa. Aunque hubo una cadencia pausada común en todo el repertorio, las singularidades de cada composición dibujaron un camino sinuoso y repleto de singularidades. Desde la épica sosegada y folkie de “We See You Shining For A While”, al optimismo juguetón de “Follow” (compuesta por ambos artistas), pasando por “Land Of The Many Eyes”, que bien podía ambientar un western clásico. Presentó también “Nire Ametsetatik Libre”, que formará parte de una serie de televisión. La guitarra de Irazoki apuntaló las melodías atmosféricas del teclado creando una manta sugestiva sobre la que paseó la voz teatral de Elena Setién. Incluso la lluvia, que en cierto momento repiqueteó sonoramente sobre el tejado del frontón, formó parte de uno de uno de los temas de manera maravillosamente precisa. “Mirande” es el último trabajo de Elena Setién. Junto a Grande Days y Xabier Erkizia han musicado poemas del incomprendido Jon Mirande. De este disco recién publicado interpretaron “Maitasun” e “Igelak”. El primero etéreo y fantasmal y, el segundo, un drone envolvente con un crescendo de rabiosos efectos de guitarra con el que terminaron el concierto en su punto más intenso.

A las 19:30 h, en las antípodas estéticas y volumétricas de Setién e Irazoki, aparecieron Cuello también en democrática formación: los cuatro músicos en el frontal del escenario. Un acierto porque sería una pena perderse detalles de la enérgica y salerosa actuación del batería. El sonido de los valencianos es inmediato y sus canciones son tan efectivas que pueden permitirse empezar con la perfecta “Puré Mental Tricolor”. Otros grupos la dejarían para los bises, pero ellos no. Entre otras cosas porque tienen un arsenal inagotable. Hacen pop, hacen punk… hacen lo que quieren, pero sobre todo hacen melodías sorprendentemente pegadizas cubiertas de capas y capas de ruido, baterías porfiadas y un bajo gordísimo de los que se agarra al estómago en los directos. Para el tercer tema el batería ya se había descamisado y antes del sexto estaba sin pantalones. Suplicaba a sus compañeros unos segundos entre canción y canción para afinar el parche con un alicate (se habían olvidado la llave en Valencia), secarse el sudor con una toalla o recuperar el aliento antes de ponerse de nuevo al turrón. A ritmo frenético fueron cayendo “Te Vas De Lado Siempre”, “La psicopatía Del Pulmón”, “Vístelo Con Tu Éxito” y dos temas nuevos aún sin título.
El bajo sonó glorioso en “San Balón” y las guitarras afiladísimas en “Te Veo Sin Valorarte” y “Trae Tu Cara Y Decórala Bien”. “Tu Fuego De Luces” empieza como “Caramelos Podridos” de Ilegales y se convierte en la canción punk que no consiguieron hacer The Strokes. Terminaron con “El Solitario Dueño De Mi Emoción” y no hicieron bises porque ya lo habían dado todo y el batería podía morir allí mismo. Se hizo tan difícil permanecer sentado que entre el público se divisaron espasmos contenidos y saltarines sobre las sillas durante todo el concierto.

Cerraron el Fenomena 2020 Crudo Pimento, en formato trío para el directo, con su mezcla grumosa de blues, flamenco, folclore latinoamericano, jazz y todos los estilos que se les pasen por la cabeza. El resultado no es nada reconocible, sino un sonido bastardo y exclusivo parecido a pocas cosas. Ni siquiera el efectismo inicial de verles tocar extravagantes instrumentos, fabricados por ellos mismos, desvía la atención de lo realmente importante: su música. Son como ver “Dogville”, de Lars von Trier, que a los cinco minutos ya has olvidado que todos los espacios están dibujados en el suelo y te dejas atrapar por la historia. No ves el palo-guitarra ni la percusión hecha con la lata de pimentón. No ves nada, solo te sumerges en la escucha de un montón de estilos que has oído mil veces, pero mezclados de modo inverosímil y primitivo. Comenzaron con una intro de sonidos atmosféricos, percusiones irregulares, voces guturales y gritos aflamencados que dio paso a “Me Voy Con Ellos”, acelerado blues de guitarras estridentes que arrancó una ovación espontánea ya desde el inicio. En ocasiones la construcción de las canciones parece más propia de la electrónica experimental, como en “No Time For God” y en otras todo es orgánico y crudo, como en “D.E.L.A.S”, en la que alternan el inglés y el castellano en una letra plagada de imágenes terrenales.
A pesar de la rudeza de la propuesta, o quizá por eso mismo, las presentaciones estaban cargadas de humor entrañable. Como cuando dedicaron “Alohawaii Bodoque” a Don Gato y Benito Bodoque (los personajes de dibujos animados), o cuando definieron “Trono” como Techno de Detroit e invitaron a la gente a bailar sentados hasta reventar las sillas.

Desfilaron el blues psicodélico de “Pesadilla Rara” o “Corazón de Cabra”, el costumbrismo rural de “Casa y Carbón” y el jazz y reggae de “Pantame”. Y lo hicieron envueltos unas veces en desarrollos sinfónicos y otras en distorsiones de noise rock. En el tramo final se les sumó Joseba Irazoki e interpretaron “Blue Crystal Fire”, de Robbie Basho, y “Salve De Los Siete Dolores”, en el que fue el momento más escalofriante del festival.

Hasta pocas semanas antes existió la posibilidad de que el Fenomena no llegara a celebrarse y el camino ha sido incierto y frustrante. Así que lo suyo es reconocer en este momento el trabajo de quieres se esfuerzan en organizar eventos con todo en contra. Gracias Fenomena. Éste hubiera sido un gran cartel incluso en la antigua normalidad, y eso tiene doble mérito.

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