Fear Factory

El renacimiento como banda de Fear Factory con “Archetype” y “Transgression” es una realidad. Su último trabajo de estudio no transgrede prácticamente nada en pleno 2006, pero sí recupera el espíritu de su cénit creativo, “Demanufacture”, disco de cabecera del metal de los noventa. Y eso, ahora mismo, nos basta. Aunque en directo poco importa. Da igual que el show visto en Razzmatazz estuviera estructurado en torno a un set-list casi idéntico al de su anterior gira o que Burton C.Bell desafinara más de lo recomendable en la inicial “540,000 Degrees Fahrenheit”. Su estilo es único, y Fear Factory lo saben. Su inimitable sección rítmica, capitaneada por la máquina Raymond Herrera -¿de veras alguien cree aún que este tipo es humano? ¿Para cuando un clinic suyo por aquí?-, los sintetizadores futuristas y los demoledores riffs de guitarra marca de la casa consiguen fundir con pasmosa precisión lo tecnológico y lo orgánico, la frialdad digital y las emociones. Una lucha sin fin que Burton narra combinando excesos guturales y voces limpias cual mesías de un futuro distópico paralelo a los de Huxley o Philip K. Dick y que se adivina a la vuelta de la esquina. Los norteamericanos encadenaron secuencias enteras con los dos o tres primeros temas de sus distintos discos, desde “Self Bias Resistor”, “Zero Signal”, “Shock” y “Edgecrusher” hasta “Slave Labor”, una brutal “Ciberwaste” o las imprescindibles “Martyr” y “Replica”. Su línea más alternativa estuvo también representada con “Descent”, “Archetype” y “Linchpin”, que puso a bailar incluso a los sufridos camareros de la sala. Hubo homenaje a Dimebag Darrell con un fragmento del “Walk” de Pantera -la locura- y momentos para la introspección como el final “Timelessness”, con Burton en solitario. Abrieron unos salvajes Misery Index, brutal death de alto octanaje desde los States difuminado por un sonido caótico.