Éxito de concierto y éxito de convocatoria para la nueva gran amazona de la música africana, Fatoumata Diawara. Que bien que el Cruïlla (junto a Piñata), recupere esa buena costumbre de traer propuestas englobadas en esa etiqueta, a menudo difusa, que son las músicas del mundo. De hecho el origen del festival estuvo muy ligado a ellas, si bien hay que reconocer que ya trajo a Fatoumata al festival de Barcelona en 2018.
Así pues la sala Paral·lel 62 lucía un lleno absoluto para ver a esta artista multifacética, cantante, compositora, productora, actriz, feminista, etc. que venía a mostrar su tercer disco “London Ko”. Un álbum hecho en Londres, ayudado en la producción de algunos temas por Damon Albarn, y que fusiona sus raíces malís, con capital en Bamako, con la música contemporánea de Londres. Londres, Bamako, London Ko.
Pero fue una presentación en toda regla, porque en las casi dos horas que duró su concierto, solo sonaron canciones de ese disco, exceptuando su clásico bis con “Anisou”. Pocos artistas son tan valientes de afrontar ese riesgo. Pero es que Fatoumata tiene muy claro lo que quiere cantar, lo que quiere contar y como mostrarlo en directo.
Acompañada en esta gira por su fiel y cómplice cuarteto, guitarra, bajo, teclados y batería, lleva hechos casi una cincuentena de conciertos y le quedan otros tantos. Eso explica que cada una de esas nuevas canciones ya haya crecido y mutado en directo, en todos los sentidos.
Salió la banda al escenario y empezó a funcionar esa máquina de ritmo imparable. Al poco apareció ella con su vestido africano largo y colorido y armada de su guitarra eléctrica, para regalarnos “Tolon”, un fiero afropop, que en su parte media le sirvió para mostrar la destreza y dominio que tiene de la guitarra. Eso sí, al igual que hiciera en el pasado concierto que hizo en el Grec en Barcelona en 2021, disparaba los sugerentes coros de sus canciones con una pedalera, algo novedoso y que puede parecer extraño. Pero bueno, ya hemos visto que hay quien hace conciertos con toda la música pregrabada y sin músicos.
De alguna manera eso le permite poner la atención en su majestuosa voz y en esa vigorosa forma de tocar la guitarra, que añadido a su carismática presencia, le hacen conectar de una forma directa con su público.
Siguió con la bluesera “Somaw” y después con “Mogokan” que revelan esa herencia musical Wassoulou y su personal mezcla con jazz y funk.
Se dirigió por primera vez al público para saludar y defender la independencia de las mujeres e interpretar “Seguen”, que aparte de su infeccioso ritmo fue una demostración de su poderío vocal. Como a menudo a dicho “me gusta cantar y bailar mis problemas”.
Aunque para mensaje potente el del delicioso musicalmente “Sete”, una declaración frontal contra la mutilación genital femenina, que como dijo, si bien era tarde para las de su generación, no para los ahora niños y niñas, porque ellos representan la esperanza del futuro. Ella sí que cree en el poder de la música para impulsar cambios en la sociedad. A pesar de ello, declara que canta en su lengua materna, el bambara, porque prefiere llegar a la gente a través de su música, el texto viene después.
Con el alegre reggae de “Dambe”, el público ya empezó a responder al movimiento. Pero con la tremendamente funky-rockera “Yada”, llegó el momento de la diversión y el baile. Ella no paró de hacerlo, a veces girando como un derviche sobre si misma y soplando un silbato. Fue uno de los momentos álgidos del concierto. Tras la tempestad la relativa calma de “Netara”, también a tiempo de blues, que permitió el lucimiento del teclista. Vuelta al ritmo frenético con el afrobeat de “Nsera” (que pena que no estuviera Damon Albarn para cantarlo junto a ella como en el disco).
Ya solo quedaron el precioso afropop de “Massa Den”, que en el disco grabó junto al francés -M-. Y para cerrar el torbellino de “Blues”, que hiciera con el pianista cubano Roberto Fonseca y que acabó de encender el escenario con una pequeña performance de Fatoumata con una mascara (¿habíamos dicho que Fatoumata estuvo unos años trabajando con la impresionante compañía de teatro de calle francesa de Royal de Luxe?). Con el público en el bolsillo cerró con el bis de “Anisou”, dejando otro recuerdo imborrable en Barcelona.
Antes de ella unos siempre sorprendentes de The Cavemen., hicieron las delicias de un público receptivo a esa interpretación personal del highlife nigeriano. Son solo un dúo de bajo y batería (más algunos instrumentos grabados) pero su directo luce con un brillo espectacular.
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