Mientras un sonido crudo y repetitivo martillea y lobotomiza -gustosamente, daño autoinflingido no duele- al respetable, Arturo Lanz se vacía una cerveza entera sobre la cabellera. Los pelos se le pegan a la frente y la camiseta se empapa mientras vuelve los ojos hacia atrás y levanta los brazos al techo, disfruta subiendo las piernas hasta la cintura al ritmo de la música. Está en trance: ¡Victoria! Después de hora y media calentándose -minutos antes de que la música suene ya está sobre la tarima vigilando al público-, Lanz ha conseguido el objetivo: un mantra angustioso sostenido en ritmos en loop que repasan los treinta y cinco años de música industrial, pesada y sintética de Esplendor Geométrico.
Mientras Lanz se desinhibe, ya sea metiéndose el micro en la boca y notando la vibración o regurgitando sonidos guturales indescifrables, Severio Evangelista lanza desde la mesa bases pregrabadas; Esplendor Geométrico en directo son play y performance. Entre el público, la sala está llena pese a coincidir con el homenaje a David Bowie también en Barcelona, se especula sobre cuánto de lo que se escucha viene cocinado de casa; tal vez todo. Sea como sea, la mítica banda madrileña, nacida de la escisión de Aviador Dro a principios de los ochenta, hace tiempo que cambió los cachivaches por herramientas más “cómodas, como el Ipad”, del que Lanz es defensor acérrimo. Según Lanz, eso les permitió “disfrutar del directo” y no estar pendientes del apartado técnico.
Pese a ser su “Gira especial XXXV aniversario”, el dúo se centra en sus filias, dejando fuera piezas míticas de los ochenta como “Necrosis en la polla” y recuperando otras ya centradas en su etapa menos ruidosa, más IDM y cercana al techno. En 2016 se espera nuevo disco. Y van treinta, siempre al margen.
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