Gran éxito de este singular festival que lucha como pocos por la transformación social. El amplio y acogedor Parc Nou del Prat de Llobregat volvió a llenarse con dieciséis mil personas, según la organización, y de un público joven en su mayoría, atraído por las propuestas musicales pero abierto a esos mensajes solidarios, feministas y sociales. Llevan once años demostrando que otro tipo de festival es posible, y aunque siempre hay aspectos a mejorar, la filosofía de vida del Esperanzah! es de admirar. Por si no lo conocen, se trata de un festival que nació tras hermanarse con el festival belga del mismo nombre y que allí está organizado por una gran cantidad de ONG belgas. Aquí es la Associació GATS la que lo lleva a cabo, que lleva quince años trabajando por la transformación social del Prat de Llobregat.
Se trata de un festival que dona el cien por cien de los abonos (que no son entradas, sino donativos) a proyectos sociales y que se nutre de cientos de voluntarios. Su subtítulo lo define: Festa de l’Economia Solidària. Y si bien la parte musical puede ser el ingrediente más atractivo, durante los tres días hubo numerosas actividades, sociales, culturales y familiares. Aconsejamos una visita a su web para informarse de forma más completa www.esperanzah.org.
Musicalmente en el cartel de este año sobresalía el nombre de El Chapulín Sólo (Manu Chao acústico). Manu ha estado implicado con GATS desde 2008 y ha actuado en varias ocasiones en el festival, pero había muchos artistas más. Vaya aquí una pequeña muestra de lo que vimos. Empecemos por Banda Futura, un septeto formado exclusivamente por mujeres y bajo la dirección artística de Amparo Sánchez. Esta banda se creó el pasado año para celebrar “Esperanzah! es Muher”, un día donde toda la programación, arriba y abajo del escenario, fue femenina. Como continuación de la idea, y admirablemente acompañadas por esa Banda Futura, fueron pasando por el escenario y a razón de tres temas cada una, la cubana Maika Sierra y su jazz suave; La Shica con esa gracia natural y sus letras divertidas, pero certeras; Marinah, que supo como espolear al público; Las Migas, que se mostraron mucho más festivas que en otras ocasiones, y la gran anfitriona, que acabó reclamando esa ansiada igualdad de la mujer, con la irresistible “Ella baila bembe” acompañada de todas las invitadas y el numeroso público bailando a su son.
Otra propuesta de gran acogida fue la de Queenky Potras, con dos de las mismas protagonistas mencionadas, o sea Amparo y Marinah, que junto a la poderosa Suzanna, han montado este divertimento reivindicativo. Se definen como “Potras eco-feministas, contra el patriarcado bailamos en la pista” y apoyadas por unas bases grabadas de electro-funky-reggae-cumbia son capaces de montarse una fiesta por todo lo alto. Es que a experiencia en las tablas y desvergüenza pocas las ganan y fueron capaces de marcarse un “Achilipú” a capela. Ante tal espontaneidad nadie las quería dejar irse del escenario. Quizás por artistas como ellas, el festival se define como “slow festival” para aclarar que si no se cumplen los horarios, que nadie se ponga nervioso, que disfrutes de lo que se te ofrezca o del entorno, porque este es realmente espectacular.
Una artista que se presentó por primera vez en el Esperanzah!, y que cuenta con el amadrinamiento de la dinámica Amparo, fue Yonse. El rapero onubense acaba de editar nuevo trabajo, “Tormenta herida”, y presentó apenas cuatro de sus canciones que en directo sonaron frescas, directas y sinceras. Veremos cuando sea su puesta de largo, porque en el disco colaboran Amparo, La Mari o Muerdo y el resultado promete. En otra liga jugaron Gatibu. En directo, el grupo euskaldún es puro almíbar, pero en crudo. A pesar de que les tocó hacer su bolo antes de unos esperadísimos Oques Grasses, y que el jovencísimo público se miraba atónito esa particular forma de bailar de su cantante Alex Sardui, acabaron pidiéndoles hasta un bis. Una pena no contar con algún tipo de traducción simultanea, porque ese rock de afiladas guitarras aún hubiera sido mejor valorado. A los que estaban en las primeras filas, solo por escuchar temas como “Euritan Dantzan”, “Bang Bang Txik Txiki Bang Bang” o la final “Gabak Zerueri Begire”, ya les mereció la pena acercarse al festival. Pero muchos otros, sobre todo otras, habían ido para ver a Oques Grasses que en poco tiempo han visto como su popularidad ha crecido de forma exponencial. Aunque también ellos, disco a disco, han evolucionado musical y líricamente. Tienen un directo perfectamente estructurado, de estética personal y con una parte teatralizada que le va muy bien a los textos de sus canciones. Hicieron temas de sus cuatro discos, sobre todo del último “Fans del sol”, y lo suyo fue una fiesta imparable en la que el público formó parte del espectáculo bailando y coreando cada uno de sus temas. Su autodefinida “pachanga poética a ritmo de reggae” ha ido enriqueciéndose con funk, dance, latin o lo que les apetezca hacer, pero su universo particular se sustenta sobre todo en unas letras que van más allá de lo superficial y que no tienen desperdicio, tanto por certeza como por surrealismo. Vayan algunos ejemplos. En “Cresta” cantaron: “si Déu no existeix mirarem pelis”. En “Amiga de ningú”: “podria odiar aquest mon, però tinc altres cosas que fer”. En “Sta Guai”: “aquí ningú neix preparat, ni per ser jove ni per fer-se gran”. En “Plora i riu”: “pots ser feliç però no tots els dies. Hi ha mil dies bons i dies de merda”. Todos ellos coreados por ese público joven y fue espectacular ver como, por ejemplo, cantaban a pulmón: “John Brown era un petit indi, i ara és una balena, yeah”. Ellos afirman que no hacen música para que la gente baile, sino para que vivan mejor. Estaría genial comprobar si de aquí a unas décadas, esos fans formarán parte de una generación más feliz.
Marinah con la Banda Futura - Foto de Ula Campmajor
Aunque el cabeza de cartel, popularmente hablando, fue Manu Chao. Curiosamente se han cumplido algo más de veinte años del éxito global de “Clandestino” y a él se le ha ocurrido presentar ahora muchos de sus temas en plan acústico. Él lo define como “lo peor de la rumba, canciones para rascar el instrumento. Mano a Mano solo con guitarra, acompañado de Lucky Luciano (guitarra) y Mauro “Metralleta” (bongos)”. Pues así, en formato trío, fue capaz de revolucionar y mantener en vilo a la multitud que llenaba el Parc Nou. Tanto Lucky, un fuera de serie con una pequeña guitarra, como Mauro, con sus bongos, han conseguido una complicidad máxima con Manu y reaccionan a cualquier minima señal, funcionando como un reloj y con una rotundidad sorprendente. Los tres sentados en medio del escenario, y con una traductora a lengua de signos a un lado, fueron repasando más de una veintena de sus temas y casi sin parar. “Si yo fuera Maradona”, “Mentira”, “Mr. Bobby”, “Bongo Bong”, “Bienvenida a Tijuana”, “Clandestino”, “Desaparecido”, “Lagrimas de oro”, “La Primavera”, mezcladas con ese corta-pega marca de la casa con versiones del “Iron Lion Zion”, “¿Cómo que no?”, “Huelga de amor”, “Licor do negro café” o “Dicen que soy”, incluyendo alguno de sus últimos temas compuestos como “La vecina del patio” o la preciosa “Equivocada vida”. Acabaron con todo el mundo coreando y bailando al son de “Mala vida” como si hubiera una macrobanda en el escenario.
Pero no acabó así el festival, porque tras la actuación de Mara Barros, que demostró poseer una voz impresionante, fue el turno de La Pakita que no son otros que, de nuevo, Manu Chao en versión sound system, acompañado por el mago del dub Gerard ‘Chalart58’ a las máquinas, Pupa Congo y Sr. Wilson a las voces y Josep Blanes al trombón. Juntos pasaron por la trituradora dub-reggae clásicos como “Blood And Fire”, “Señor Matanza”, “Machine Gun”, “King Of Bongo”, con un ritmo difícil de no bailar. Fue un fin de fiesta memorable.
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