Resulta cuando menos paradójico quejarse del viento en un festival que se llama Eólica y que se celebra en el Instituto de Energías Renovables, en el que se levantan un buen número de molinos que mueven sus aspas precisamente gracias a esa fuerza sobrenatural que ha hecho de Pozo Izquierdo el paraíso mundial de los windsurfistas, sobre todo entre los meses de abril y septiembre. Pero cuando además el viento levanta la tierra sobre la que se asientan los dos escenarios, cuando los dos elementos unen fuerzas, la situación se torna tan desagradable como insostenible, para público, grupos y organización. Si para colmo, estos últimos no utilizan el tercer elemento –agua-, para evitar males mayores, no queda otra que encomendarse el cuarto elemento, el fuego, para hacer más llevadera la noche. Y eso precisamente fue lo que pusieron sobre el escenario los colombianos Bomba Estéreo, que firmaron una sobresaliente actuación culminada a ritmo de cumbia con ese tremendo hit que sobresale por encima del resto de su repertorio, igual de psicodélico y apto para el movimiento pélvico, aunque sin tanta pegada como el que alienta la fogalera corporal.
La octava edición del Festival de Energías Renovables, Eólica, desembarcaba por primera vez en Gran Canaria y tras un año en barbecho (cosas de la crisis). Y en su estreno, dejó mucha incertidumbre. Cierto que la ventolera es un desastre (al menos para un festival) de tipo natural, pero apenas hubo reflejos para que su impacto se minimizara. Los retrasos de más de una hora entre grupo y grupo son una falta de respeto considerable hacia un público generoso en el esfuerzo y en su capacidad de aguante; podrían haber ocasionado más de un altercado, que no se produjo porque la música, al final, se impuso para amansar la fiera que todos llevamos dentro. La actuación de Vetusta Morla (la más esperada por el respetable, en Eólica más que nunca) prevista para las 23.00 horas comenzó a las 00.20 (justo cuando tenía que acabar). Un problema que padecieron todas las bandas y que tuvo reflejo en los rostros malhumorados (y con razón) de todos y cada uno de ellos, empezando por El Guincho, al que no se le vio cómodo nunca, y terminando por el sexteto de Tres Cantos, que hizo de tripas corazón para solventar con dignidad su actuación.
Aun así, los problemas de sonido (no se hicieron las habituales pruebas previas) y el fuerte viento condicionaron todas las actuaciones, y salvo Bomba Estéreo, que parecía como pez en el agua, todos los demás evidenciaban prisa por poner pies en polvorosa (nunca mejor dicho). Y aunque la procesión iba por dentro, tanto El Guincho como Vetusta Morla y Bomba Estéreo lograron conectar con su parroquia (viento mediante) y cumplir con un guión escrito con renglones torcidos. Nunca una crónica festivalera había estado tan condicionada por los elementos, pero es que Pozo Izquierdo registró ayer vientos superiores a los 50 kilómetros por hora, algo con lo que no pudieron ni los contenedores situados estratégicamente a modo de refugio. Una para aprender…
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