El vaso siempre medio lleno
ConciertosEnofestival

El vaso siempre medio lleno

8 / 10
Bruno Corrales — 29-10-2018
Empresa — Enofest
Fecha — 27 octubre, 2018
Sala — Círculo de Bellas Artes
Fotografía — Samantha Lopez

Por encima de efemérides y de fechas marcadas, el pasado sábado trajo consigo el primer apretón de manos del invierno. Frío en los huesos y lluvia, pero, por suerte, también un gran refugio y un excelente motivo para saltar de la cama. La sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes abría sus puertas desde el mediodía y hasta casi la medianoche para acoger una nueva edición del Enofest, el encuentro de música y vino que, con amplia experiencia previa, regresaba a la capital con el objetivo de volver a unir por un día dos mundos a priori alejados. Lo hacía con un cartel con poco en común. Sólo dos aspectos, en realidad, la inquietud y el riesgo. Este año, la música vendría de propuestas tan heterogéneas como DelaféLe Parody, Papaya y Los Hermanos Cubero, con Manpop, Laura Put y Pantomima Full ejerciendo de DJs, encargados de animar un día para dejarse llevar y descubrir nuevos sabores.

Papaya

La distancia entre ambos sectores era sin embargo evidente, por momentos palpable, con las catas principales abarrotadas y algunos conciertos con poco público. El intercambio se realizaba a otro ritmo, inevitablemente, provocando un paisaje distinto pero interesante. En esa tesitura de mezcla e intercambio sería difícil encontrar a mejores anfitriones que Los Hermanos Cubero, que salían al escenario después de la sesión de Rober Bodegas y Alberto Casado para presentar uno de los discos más sentidos y dolorosos del año Quique dibuja la tristeza (El Segell del Primavera, 2018). Sesión vermú a la hora del vermú. Seguro que no fue el concierto de sus vidas, incluso pidiendo en varias ocasiones perdón por molestar, pero con humildad y canciones fueron ganándose poco a poco la atención de un público por entonces disperso. Difícil matenerse indiferente ante temas como Por ganarme la vida, recuperando con estilo y modernidad la tradición oral de la Alcarria; o no conmoverse con Tenerte a mi lado o El tiempo pasó, canciones alejadas de cualquier estilo, compuestas desde las entrañas por Enrique en recuerdo a su esposa. Pero hay más luz que tristeza en la sola presencia del dúo, que se despedía agradecido y bajaba raudo a saludar a los asistentes y a dejarse querer por el vino.

Le Parody

Ya a media tarde y después de colaborar en la catas, Yanara Espinoza y Papaya daban comienzo al tramo principal de conciertos con el show más divertido del día. Poniendo a la gente a bailar con Obsesiones, El rey de las camas y presentando el grueso de su reciente Corazón abierto (Jabalina, 2018). Improvisando con una soltura innata incluso para solventar ciertos problemas técnicos, a veces la actitud lo es todo. Su desprejuiciada propuesta rebosante de rock y verbena animaba la tarde entre copas, cerrando con una muy personal versión de Soy un macarra de Ilegales, incluida también en su segundo largo. Cabe destacar que, aunque un día antes se colgaba el cartel de entradas agotadas, con una pequeña cantidad disponible en taquilla, el hecho de que el festival se extendiese a lo largo del día provocaba que en ningún momento se sufrieran grandes acumulaciones en ninguno de los espacios, siendo una experiencia imposible en cuanto a comodidad en los grandes festivales a los que nos venimos acostumbrando.

Delafé

Tampoco parece probable que en otro ambiente festivalero existiese la posibilidad de disfrutar de la propuesta de Le Parody con el mismo nivel de cercanía y atención. El proyecto de Soledad Sánchez sigue evolucionando, ahora entre cables y electrónica, enfrentándose en solitario y transformando canciones como Saetas en el aire o El agua es clara de su celebrado Hondo (Warner Music Spain, 2015). El viaje sonoro continúa para ella, pero la noche nos llevaba hasta Delafé, en su caso también solo ante el peligro pero preparado para repartir la energía y el buen rollo habitual. Óscar D’Aniello es único en lo suyo, inimitable tanto en su habilidad para los malabares vocales como en su tesón y fuerza de voluntad. Encargado de poner la guinda, fue además quien más público atrajo, incluso desde distintos puntos del país (fáciles de identificar por su entusiasmo, dándolo todo en primera fila). El músico ofrecería lo esperado, arrancando con canciones como Días y días, de su primer disco en solitario. Bases con guiño al Starman de Bowie mediante. Por supuesto, también retomaría clásicos de su repertorio junto a Helena Miquel como Espíritu santo, rematando con Diario de batalla (el público a los coros) y Enero en la playa.

Un festival adulto, una experiencia diferente en la que el mayor atractivo reside en atreverse con lo menos conocido. Diverso no solo en cuanto al surtido de vinos sino también sobre el escenario. Y no es una forma de hablar. Rock, música latina, rap, folclore alcarreño con trazas de bluegrass, electrónica y saetas. Como si nada. Celebrando el riesgo, lo diferente, con un vermú en la mano.

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