Energía y pasión

Considerable expectación, con una sala llena hasta casi sus tres cuartos de capacidad, para ver como cabeza de cartel a este inglés que poco a poco se está haciendo un hueco en este difícil mundillo y además por propios méritos.

Antes del protagonista de la noche tomaron las tablas los burgaleses La Maravillosa Orquesta Del Alcohol, que confirmaron las altas esperanzas depositados en ellos. Rock de corte acústico y de influencia irlandesa, pero interpretado de una manera muy intensa que gustó mucho y levantó cerradas ovaciones. Vendrían a ser unos Gaslight Anthem, pero cambiando la electricidad por mandolinas y acordeones. Prometedores, habrá que seguirles la pista y verlos en su propio show.

Tras una pequeña espera saltó al escenario cual torbellino la estrella de noche para no parar durante hora y tres cuartos, y gustó, y mucho. Se encargó de transmitir buen rollo de manera permanente y de interactuar con un público muy entregado, tanto que al final acabó cantando aguantado sobre ellos.

Dio cancha a su último trabajo ‘Tape Deck Heart’, pero sin olvidar sus previas entregas, y mostró que su directo muestra el mismo problema, que en disco; los temas más enérgicos –esos que fusionan rock, punk y folk- funcionan como reloj suizo (“I Still Believe”, “Glory Allelujah”) pero cuando acomete tonadas más pausadas, personales o quizás más comerciales (“The Way I Tend To Be”, “The Ballad Of Me And My Friends”) da la sensación de que quiere jugar un papel de Springsteen accesible para las nuevas generaciones, algo que parece lograr viendo la baja media de edad de los asistentes. Aun así un recital incontestable, lleno de fuego, energía y pasión y que le apuntala como valor seguro tanto sobre las tablas como en disco.