La programación de este año de los Veranos de la Villa ha dado un giro más que apetitoso para cualquier melómano, con una variada oferta de conciertos de diversos estilos - la mayoría gratuitos o de precio bastante reducido – y un acercamiento a los diferentes distritos madrileños. Este concierto de hecho al principio se planeaba al aire libre, en el Museo del Ejército de Cuatro Caminos y con una entrada/donativo simbólico de tres euros para el propio museo, pero cambios de última hora hicieron que se trasladase al Pabellón Satélite del Recinto Ferial de la Casa de Campo, lo que hizo que el concierto fuese en un espacio cerrado (pero bien fresco, eso sí) y que la entrada fuese gratuita. Una de cal…
Pero esto no afectó para nada al show en sí, que no perdió un ápice de interés pese al cambio de lugar. Pocas veces se puede ver un show de estas características, con dos guitarristas consumados en escenas bastante alejadas del mainstream aunque sin ser para nada desconocidos. De hecho los dos son sendas leyendas en sus respectivos campos y países: Suso Sáiz lleva desde los setenta estudiando y haciendo música, que va desde el rock y el jazz a la electro-acústica, pasando por el minimalismo americano y el ambient, dejando obras inolvidables con sus proyectos Música Dispersa y Orquesta De Las Nubes; mientras que Fennesz comenzó a finales de los noventa, sacó tres discos imprescindibles (“Hotel Paral.lel” y “Endless Summer” en el sello Mego y “Venice” en Touch) y comenzó a dejar a todo el mundo asombrado con esa mezcla de electrónica y guitarra procesada con mil efectos para hacerla sonar a todo menos a una guitarra.
Y el concierto en sí se desarrolló con tranquilidad, con un pabellón con un cuarto de entrada y un sonido decente, y con estos dos músicos compenetrándose a la perfección desde el primer minuto, repitiendo más o menos en las tres o cuatro piezas (largas) que tocaron el mismo patrón de comenzar con calma, tejiendo ambientes con sus instrumentos y poco a poco metiéndole chica al asunto, sumando capa tras capa de sonidos, metiéndoles distorsión en el caso de Suso y glitches en el caso de Fennesz hasta crear unas murallas de sonido a base de drones que se sustentaban durante varios minutos y que recordaban por momentos a unos Mogwai sin bajo ni guitarras o a unos Sunn O))) relajados. Tan puntuales como arrancaron dieron por finalizado el concierto a la hora y cuarto que tenían programada y se despidieron entre los aplausos del público que asimiló a la perfección esta propuesta, algo arriesgada pero exitosa al final y totalmente necesaria para recuperar el apoyo a la cultura musical, que parecía ya perdido en Madrid.
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