Electric Castle llega a 2024 para festejar lo que definitivamente es: el festival multi género musical más importante de Rumanía y uno de los más relevantes de medio tamaño en Europa. En esta edición -la número diez, otro motivo de celebración- el festival ofrece además de un cartel tan abarcativo como atractivo, algunas novedades y mejoras en general: más espacios de sombra, mejor distribución de los numerosos escenarios -y un nuevo y espectacular diseño del principal-, más servicios y ofertas gastronómicas que parecieran no dejar estilo de culinaria sin cubrir y todo a un precio definitivamente decente. El recinto, situado a pocos kilómetros de la ciudad de Cluj, en el poblado de Bontida, cuenta con el castillo de Banffy -imponente edificación del siglo XVII, que le da nombre al festival- cuyos hermosos alrededores que incluyen lagos y pasadizos por bosques y colinas, son parte vital de la propuesta, una experiencia única.
Jueves 18 de julio
Cuando el sol aprieta en Bontida nada mejor que hacer uso de las numerosas opciones de sombra que aquí se pueden encontrar. Quizá la más poética sea la del bosque que a través de un pintoresco camino abre paso al querido escenario jamaicano de Electric Castle. El Roots Stage es la guarida perfecta para aislarse del calor y sumergirse en la atmósfera de un auténtico oasis dub reggae. Este escenario patrocinado por la prestigiosa Black Rhino Radio de Bucarest, programa cultura soundsystem durante todo el fin de semana. En el contexto de un festival ecléctico e hiperactivo, la función de la bass culture es vital: baile hipnótico, conexión con el sentir musical. Pies en la tierra, cabeza en Kingston.
Sobre las 19hs en el escenario Hangar, el segundo en importancia, el australiano Génesis Owusu se come la escena como el frontman súper dotado que es. Convierte el escenario en un musical raver y tiene al publico en el bolsillo a 20 segundos de comenzar su show. Sus aires a TV on the Radio y a Saul Williams más una destreza idónea para cambiar de piel a cada canción, nutriéndose de la relevancia de unas bases de sintes de las que lucían palmito en los ochenta, lo hacen irresistible. Todo el mundo baila a su modo, algunos cierran los ojos, todos flipan sonriendo. Y para cuando comienza a mostrar su faceta soul y aflora convertido en una bestia sensual, confirma el tipo de promesa que es. Para cerrar una actuación excelente Owusu se mezcla con su público para entonar los aires gospel de “A Song About Fishing”. Chapó.
Hora de moverse al Backyard Stage, el patio trasero del Castillo en el que el público se ubica entre árboles iluminados sugerentemente. La angelina de raíces latinas Angélica García saca provecho de su concierto íntimo para quedarse en la memoria de los avispados presentes. Chamanismo salvaje, una voz privilegiada 100% nacida en Latinoamérica pero con interfase global logran dar la talla de sobra. Potente, moderno, arty y urbano a partes iguales. De momentos pareciera una versión urbana de Le Butcherettes con esas vibes que tienen las producciones del Mars Volta Omar Rodríguez López.
Cavalera Foto: Miluta Flueras
Háblame de eclecticismos porque acto seguido el escenario Hangar reunió a unos 6.000 fans e hizo de salón de visitas de Satán cuando Cavalera dio comienzo a su infernal actuación con “Nosferatu”. La joven dupla que acompaña a los veteranos hermanos ex Sepultura Max e Iggor Cavalera -el bajista Igor Amadeus Cavalera, hijo de Max y el guitarrista líder Travis Stone- inyectaron una llamativa y necesaria vitalidad al grupo, ya que el repertorio no admite abordarlo a medias: esto es speed y thrash metal en su máxima expresión. Los clásicos del relanzado "Schizophrenia" (un disco fundacional en su época y en el que se comenzaban a adivinar algunas nociones de lo que llevaría a Sepultura a lo más alto del metal mundial) suenan pletóricos, ayudados por un audio prácticamente perfecto.
Luego y mientras Rema juntaba gente en un Main Stage reestructurado -con un juego de pantallas espectacular que lo hace lucir definitivamente más grande que antes-, y hacía honor a su Afro pop masivo en el que hizo relucir los hits de su último disco "HEIS", DJ Krush abría puertas a su laboratorio de hip hop ruidoso en el escenario The Beach, un encantador espacio de vegetación tupida y piso de arena. Su set fue tan pirotécnico como profundo. A pesar de llevar décadas en el business, el visionario japonés de 62 años no se relaja y ofrece una performance a la altura del mito, en la que el concepto de virtuosismo musical cobra otro sentido. El final de la actuación, pinchando a su colega DJ Shadow -quien también dirá presente en el festival- dejó uno de los momentos por los que esta edición de Electric Castle será recordada.
Viernes 19 de julio
La segunda jornada se vio marcada por un importante aguacero que afortunadamente logró bajar algo la temperatura. Ya con el clima más a favor, quienes asistieron temprano pudieron disfrutar de las distintas activaciones disponibles, otro factor distintivo de Electric Castle. Porque aquí no se trata solo de música aunque esta suene durante las 24 horas de cada uno de los días ya que siempre hay al menos un escenario activo. También puedes darte un paseo panorámico en noria o en globo aerostático, disfrutar de shows de stand up, charlas, utilizar alguno de los escenarios disponibles y equipados para tocar, realizar actividades saludables (yoga, funcional, pilates, etc), asistir a sesiones de cine y si eres uno de los que se alojan en esa suerte de ciudad paralela que es el camping para más de 15.000 personas emplazado a unos 1000 metros de los escenarios principales, también tendrás la oportunidad de disfrutar de varios e íntimos conciertos sorpresa.
Cuando el sol comenzaba a ser más piadoso, el escenario principal se iba a llenar con los fanáticos de dos populares bandas locales, los hiphoperos CTC y sobre todo los metaleros Coma. Este sexteto de Bucarest mantuvo el nivel de su mítica actuación del año pasado, confirmando con sus temas emocionales y atmosféricos su papel fundamental en la escena estatal. Yendo nuevamente a uno de los escenarios estrella del evento, el Backyard Stage, se apreciaba un agradable ambiente de distensión y algo de expectación por lo que vendría. Sigilosamente Ileana Cabra Joglar, iLe, se adueña de las tablas y poco a poco va logrando que los ojos y oídos de quienes llenaron las gradas se vayan direccionando al escenario. Para el segundo tema, el animado “Ningún Lugar” la pista de la voz de Trueno ayuda a cambiar el modo del show y da lugar al rapeo en doble velocidad de iLe; en un pispás las conversaciones aleatorias entre el público se cambian por vítores. Mezclando inglés y español, la ex Calle 13 seduce con natural gracia y enternece al preguntar cómo se dice abuela en rumano para presentar “Quién eres tú”, canción escrita por su abuela, la compositora Flor Amelia de Gracia. Para reforzar el carácter familiero de su carrera, también haría el súper bolero “Triángulo”, escrito por su hermana Milena.
En un show que alterna canciones de amor debatidas entre la dulzura y el desgarro y temas de alma definitivamente combativa, iLe hace un llamamiento a la empatía en contra del colonialismo basándose en la situación que se vive hoy en su país, Puerto Rico, antes de largar con “Donde Nadie Más Respira” ¡Viva Puerto Rico libre, viva Palestina libre!, exclama al final del tema.
Con un curioso planteo instrumental que combina lo órgano con lo electrónico la boricua ganó su batalla y sobresalió con esa voz privilegiada hecha de viento y de playa, tal cual la letra de “Contra Todo”.
Paolo Nuti Foto: Andrei Popa
Es difícil imaginarse cuánta gente podría estar lista para un show como el de Fulu Miziki, pero lo de los congoleños es simplemente deslumbrante. El curador del festival los recomendaba en la cuenta oficial del mismo como una troupe instrumental de afro punk tribal en plan Mad Max. Es buena la definición pero es menester agregar que lo que el colectivo logra, más allá de poseer una estética alucinada y del hecho de que construyan sus instrumentos a partir de desechos, es despertar los sentires más básicos -y necesitados en esta época en la que aparentar es todo- del ser humano. Es que cuando el ritmo es Dios, todos somos religiosos. Después de un final de altísima intensidad se despidieron dejando al público con ganas de mucho más.
Así como el Primavera Sound tuvo el fetiche de invitar todos los años a Shellac, Electric Castle hace lo propio con los borrachines más fiesteros del Reino Unido, Dub Pistols. Que el show haya sido similar al del año pasado no les quita mérito: los tipos tienen una misión y la cumplen con creces. Con una convocatoria realmente importante, posiblemente este sea el concierto que más sonrisas despertara en todo el festival.
En otra muestra del saludable eclecticismo que caracteriza a Electric Castle, el Main Stage se preparó para recibir a los dos cabezas de cartel de esta noche. El primer turno, recién caída la noche, fue para el escocés Paolo Nutini, personaje perfecto para desplegar su repertorio súper coreable en un gran escenario. Como es su costumbre desplegó su encantadora voz en varios de sus clásicos hits como “Candy” o “Iron Sky” confirmando que a sus 37 años se ha ganado un espacio de privilegio dentro del indie-rock. Acto seguido y ante una expectativa enorme Bring Me The Horizon dejaría su huella a fuerza de bestialidad, melodía, un sonido excelente y sobre todo toneladas de pirotecnia justificada en una lista de temas muy pensada para grandes escenarios, tal cual se pudo apreciar en los recientes y exitosos shows en nuestro país. Aunque de a momentos sea demasiado evidente el deseo de la banda de impactar a toda costa, es posible que sean quienes lleven al metal de nuevo a un nivel realmente masivo, aunque le pese a algunos. Ya entrada la madrugada, miles de almas bailarinas encontraron refugio y satisfacción en las sesiones bombásticas del ex basquetbolista Shaquille O'neal -AKA DJ Diesel- y la reina rusa del techno Nina Kraviz.
Sábado 20 de julio
Después del festejado concierto del crédito local Irina Rimes que combina folk-pop con bases que no ahorran distorsión, Khruangbin tomó la escena con su religiosa parsimonia y ese sentido único del groove. Los primeros compases de “A Love International” evidenciaron el carácter tan simple como desnudo y afable de su música. Sin hablar de cuán fácil puede ser o no tocar sus canciones, esta música necesita ser ejecutada con absoluta perfección y así lo hace la banda. Verdaderas obras de meditación instrumental, estas canciones son capaces de transportar casi literalmente porque a pesar de existir bajo un sello sonoro personal e inconfundible, pueden remitir a influencias infinitas, de lounge a soul pasando por latinaje psicodélico, hasta influencias anatolianas, dub y por qué no, aires a Astor Piazzolla. El mantra funciona en relación a cómo el sonido crece tema tras tema y así el trío tejano dibuja su propia curva estelar en la estrenada noche transilvana.
Hay muchos conceptos que afloran al toparse con Massive Attack en directo. Una buena palabra para comenzar con esta reseña podría ser “atemporalidad”. El legado del grupo sigue en perfecto estado de salud a pesar de que Blue Lines ya haya cumplido 33 años. Es que la sabia de su existencia, ese valor dado al mensaje dentro de la vanguardia musical obtiene una perfecta razón de ser en 2024 en un planeta en verdaderos problemas. Las imágenes de las pantallas comunican sobre las guerras actuales y conspiranoias sin fin, mientras la banda penetra subconsciencias en clave downtempo hasta que el disruptivo cover de “Rockwrok” de Ultravox deja entrever de una manera bien gráfica que el punk es clave en la historia de Massive Attack.
Luego de una lección de tozudez y foco artístico de más de una hora, el grupo da rienda a la sección del set list en la que están sus temas más festejados (sonaría raro llamarles “hits”). La oscuridad y belleza de “Ángel” con un Horace Andy magnífico da espacio a “Safe from Harm”, sin dudas uno de los más altos momentos del show. Deborah Miller comanda la nave con esa voz más grande que la vida que alterna atención con los rapeos de Robert Del Naja. El riff del tema lo copa todo y su impactante crescendo maximiza su profundidad cuando las guitarras se suman al bajo. Decididos a dar un show inolvidable, la banda ataca con el sabor emocional y discotequero de “Unfinished Sympathy” y nuevamente Miller nos da una sesión de emoción intravenosa con su sobrehumana voz. Vendría “Karmacoma” en la que Del Naja y Daddy G se sacan chispas mientras las pantallas muestran las desgracias de Gaza y Aleppo y también a una Nueva York volando por los aires, sólo que en este caso con imágenes hechas con IA. Para cuando la silueta de Elizabeth Fraser vuelve a adivinarse en escena, sabemos que “Teardrop” hará lo suyo y con esa magia que mezcla dolor y preciosidad pura, el colectivo de Bristol deja su marca para siempre en Transilvania.
Massive Attack Foto: Theodor Tudose
Podría todo haber terminado luego del magistral show de Massive Attack, pero aquí siempre hay más y en este caso, el escenario Hangar recibía a otro personaje clave de la escena noventera. Joshua Paul Davis, más conocido como DJ Shadow, tenía su propia fiesta haciendo gala de su llamativa popularidad en Rumania. Alternando scratching endemoniado, pads de percusión y mini discursos de amor recíproco con su público, Shadow mantuvo el fuego en alta intensidad en un set list que misturó clásicos de siempre y nuevas producciones, hip hop y jungle que podrían ser bandas sonoras de pelis de acción. Su feat con De La Soul “Rocket Fuel” funcionó como un himno generacional y bendito el momento de “Nobody Speaks” con feat de Run The Jewels, con su violento y bizarro vídeo proyectado en pantallas.
La noche tardía ofreció otra vez sonoridades para todos los gustos: Hernán Cattaneo desplegaba su indisimulable fineza y visión progresiva en el escenario Hangar, los Rididm Bandits dejaban la vara altísima en el Roots Stage explorando un sinfín de géneros jamaicanos y Carlita traía su exotismo desde Estambul para dar espacio a los sonidos triperos de Ricardo Villalobos, el encargado de terminar una jornada completamente inolvidable.
Domingo 21 de julio
La tarde del último día de esta décima edición del festival comenzaba con el DJ set de DJ Hefe, figura trascendental en la escena nacional y músico de Coma. El gusto musical de este DJ se formó cuando a finales del comunismo su familia expatriada en los EEUU lo invitaba en vacaciones, allí, este bucarestino de 48 años, se hacía de CDs que irían poco a poco cambiando a toda una generación de rumanos. Figura de los medios locales desde más de dos décadas, Hefe dio un DJ Set en el que mechó metal alternativo y hip hop de la era dorada sin concesiones e incluso sorprendió con mashups de lo más originales (como los de Korn x Bob Marley o Rage Against the Machine x James Brown). Luego de dos horas de pleno disfrute, Hefe estrechaba la mano y luego de un fraternal abrazo dejaba las bandejas a uno de sus referentes, Huey Morgan de Fun Lovin’ Criminals. Con su entrañable look de italoamericano y como es su costumbre Morgan desplegó ese soundtrack inconfundible de una Nueva York que ya no existe tirando de espíritu bugalú, alma nuyorican, dancehall y clasicazos de Prince y Joan Jett.
Cayendo la tarde y con finalmente un clima perfecto, una marea de seguidores se acercaba al escenario principal para presenciar el set de Sevdaliza. Ligeramente exótico, su set convence a los presentes sin necesitar esforzarse, está claro por qué su último single “Alibi” es top 5 en Rumanía. Su sonido con tintes de exotismo funciona a la perfección en un país en medio del límite cultural de Oriente y Occidente. Cuando cuenta su historia personal (forma parte de una familia de refugiados iraníes) la emoción supera a la música y la comunión es total.
A pesar de los -muchísimos- años, el dúo francés L’Entourloop continúan siendo unos comunicadores musicales óptimos. Su gracia natural y los invitados en voces y trompeta dan en la diana de lo que se necesita ahí abajo. Así las cosas el público rumano, insaciable cuando se trata de ritmos de origen jamaicano, los recibe con total excitación y lo que sigue es lo esperable: una sesión de éxitos coreables que tienen a todo dios meneando hasta lo que no tienen, recordando a lo que dos días antes sucedía con los Dub Pistols en el mismo escenario.
Mientras el MC inglés Antony Szmierek cuenta historias a corazón abierto en el Backyard Stage, la juerga no descansa y se prolonga en el escenario principal para que Sean Paul despliegue su todopoderoso arsenal de dancehall dosmilero. Aunque ya no es 2005, lo infeccioso de sus líneas de rap y bajo parecen no envejecer con facilidad, al menos según la reacción del público local. El baile no para, la catarsis es colectiva y el líder de la escena se regodea en su éxito, una energía que retroalimenta la comunicación con el público. La liturgia del perreo domina el aire y al estar cerca del final de este fin de semana en el que pasó de todo, la sensación de nostalgia y de estar ante la última chance de darlo todo se adueñan del ambiente. Explota un clímax de expiración a la altura de un Electric Castle que otra vez deja tatuada una sonrisa en el corazón de las más de 40.000 personas que lo poblaron cada una de sus cinco noches.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.