El Trans más trans
ConciertosRencontres Transmusicales De Rennes

El Trans más trans

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Yeray S. Iborra — 07-12-2016
Fecha — 30 noviembre, 2016
Fotografía — Nicolas Joubard

Un cantante de flamenco, Niño de Elche, más cercano al kraut que al flamenco, pero capaz de dejar a toda una institución como Jean Louis Brossard (director) perplejo; un grupo de doce raperas feministas, por nombre inenarrable Reykjavíkurdætur (en la foto abajo), de bases congeladas (como su tierra natal, Islandia) y tempos bajísimos, en lucha contra el slut-shaming –la normalidad por la que el patriarcado tilda a las mujeres de putas por expresiones poco ortodoxas relacionadas con el sexo o el vestuario; o una soprano de origen nepalí, Aïsha Devi, que ha hecho de la electrónica un aliado para llegar al trance más profundo. Todos ellos cumplen a la perfección con el prefijo latino (trans) que da nombre a un festival que llega a las 38 ediciones con una salud de elefante: todo ellos van más allá. Van al otro lado, vuelven. Y te descolocan. A través de sus músicas, consiguen nuevos significados.

Rennes volvió a vestirse durante una semana de capital de la vanguardia musical en Europa. Un vestido a medida que ha expuesto antes que nadie –o casi– a Nirvana, Justice o LCD Soundsystem en el mapa. Hace un lustro el festival, uno de los decanos del continente, decidió dejar de programar bandas consagradas y se centró sólo en nuevos talentos y propuestas de riesgo; aquellos grupos de tu ciudad que, aún pateándola cada noche, no descubrirías. O lo harías cada tanto.

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Aquí hay 100 de esos en cinco días. El público de Rennes, muchos padres –pioneros en asistir al festival– y también jóvenes –hijos de estos mismos padres– los valora. Al fin y al cabo, sólo en el Trans Musicales pueden disfrutar de la cacharrería de CaboSanRoque y, al poco, vibrar con la banda de experiencia sinfónica –pero también de baile– Meute. Y, de mientras, ver a un grupo de verbena como Lucky Chops, que sólo con instrumentos de viento consiguen la fiesta. La fiesta padre; la que alargaron toda la noche fuera del escenario, paseando por todo el recinto con sus instrumentos al hombro pese al gélido frío. Todo ello a menos de 30 euros el abono completo y con conciertos en bares, teatros y, claro, en los antiguos hangares del aeropuerto de Rennes.

Precisamente dichos hangares, divididos en tres grandes escenarios (así, con brocha gorda: electrónica, guitarras y músicas del mundo, además de un pequeño espacio para propuestas de DJ más tradicionales), incluyen el grueso de la programación del festival. Aunque en el Trans, si uno no quiere faltar a la verdad, nada se divide por géneros ni estilos: todas las propuestas en Rennes son promiscuas. Los americanos Con Brio, de marcado apego por Michael Jackson, no hacen funky al uso; los tanzanos Tiggs da Author tampoco serían la típica banda de soul –cercanos, aunque con más gusto, al R&B comercial de Pharrell Williams; Ibaaku y su registro afro-futurista a los platos… Jamás pasaría por convencional. Una cosa está clara: pese a mixtados, los sonidos de origen negroide dominaron las tres jornadas nocturnas del Trans.

Aunque las propuestas apegadas al viejo continente también guardaron algunas sorpresas: la revisión del sonido Canterbury, mezclado con rock progresivo o incluso kraut, por parte de Aquaserge deleitó el sábado a mediodía en el teatro de St. Etienne. Sonido chocante, como la historia de su clarinetista, Manon Glibert, detenida en el affaire Tarnac hace uno años. Tampoco se quedaría atrás, por sorprendente, el savoir faire, clásico y moderno a la vez, la electrónica de academia –forzada, tirante, en su traducción al directo, según algunos asistentes– de Anne Meredith (en la foto abajo). Más encorsetada en el estilo pero más inquieta sobre las tablas se mostraría la francesa Fishback y su teatro de variedades: puro new wave.

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En el Trans, todo suena revuelto y extraordinariamente exótico. En esa línea, sorprendería la versión superficial del sonido pizpireto de las Ronettes de The Barbarettes (Corea del Sur); la versión alcohólica, barbuda, y algo vikinga, de los grupos de folk americanos a cargo de los fineses Talmud Beach; o la propuesta de americana psicodélica de Moon Gogo, enrarecida por un instrumento –también de Corea– de más de 1.600 años. Aunque un combo se llevaría la palma: imaginen una rave orgánica y ultralocal. Jamás la música de baile tuvo un origen tan local. La región de Auvergne es la madre de la cabrette, el instrumento francés que emplea el cuarteto Super Parquet junto a sintetizadores para sus ritmos y melodías: ¡Una fiesta electrónica hecha con una gaita!

El Rencontres Trans Musicales ostenta dos tristes récords que, por inusitados, deben celebrarse: tiene la media de bandas púber más alta de todo los festivales (profesionales) europeos –eso acostumbra a acarrear un bendito desparpajo y riesgo, ¡tomen nota!– y el cartel contempla un mínimo de un 30% de bandas de mujeres. Además, presta especial atención a las cuestiones de género. Lo que permite que Nova Twins, unas Rage Against de Machine más punkies si cabe, o Colorado, synthpop de la escuela de John Maus, brillen en slots dignos; lo que permite que, más allá del chascarrillo sobre lo trans de esta crónica, un par de jóvenes crossdresser que claman por los derechos LGTBI, como es el caso de los americanos PWR BTTM y su grito power pop, puedan difundir con las mejores condiciones de sonido del planeta y ante 5.000 personas: “Viva la libertad, y abajo, abajo, Trump”.

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