El Petit de Cal Eril, ¿dónde está el problema?
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El Petit de Cal Eril, ¿dónde está el problema?

7 / 10
Cristina V. Miranda — 14-12-2011
Sala — Teatro Nuevo Lara, Madrid
Fotografía — Alfredo Arias

“Creo que es el sitio más bonito donde hemos tocado nunca, estamos muy agradecidos de que hayáis venido todos a vernos, y no es ironía”. Podría parecerlo, teniendo en cuenta que éramos pocos más de 50 los que estábamos allí, pero imposible no creerse a Joan Pons, voz y guitarra de El Petit de Cal Eril, todas y cada una de las veces que recalcó lo contentos que estaban, y fueron unas cuantas. Quienes sospecharon que iban aburrirse con el concierto de ayer, infravaloraron el poder de seducción de dos de las bandas más discretas en esta (nada nueva) escena de grupos catalanes a los que el Teatro Lara está dedicando un ciclo. Aquello por momentos estuvo más cerca de un club de la comedia que de un concierto al uso, eso sí, sofisticado y surrealista, acorde al humor de ambas bandas. José Juan, de Espaldamaceta, fue el primero en introducirnos en su particular imaginario con largas explicaciones en clave de humor sobre canciones que son pura desazón. Solo con su guitarra y una voz privilegiada logró crear un entorno de máxima comodidad y confianza, logrando exquisitez con la máxima economía de medios. Algo así como lo que siempre prometió Ismael Serrano y nunca nos supo dar. Su versión de The Partisan de Leonard Cohen, con un mix castellano-catalán y su petición de abucheos controlados “para no creérmelo tanto y poder ir el lunes a trabajar” dieron paso al segundo acto de la noche.

El Petit de Cal Eril son cuatro pero casi toda la atención recae en su alma máter y líder Joan Pons, que se describe como un payés de Guissona y que dedica más tiempo a explicar cada una de las canciones que a interpretarlas. Exagerando esa inocencia que transmite su voz va presentando historias que hablan de muertos, de cómo les vemos y cómo nos ven, de escaparnos de allí donde no queremos estar, del amor-odio hacia nuestra tierra y del amor, sin más. Todo esto en forma de píldoras que van del preciosismo a la jam session y que a medida que avanza el concierto acaba asemejándose más a una banda de jazz blues mediterránea y caótica pero, sin embargo, perfectamente ensamblada. Especialmente emocionantes resultaron ‘Partícules de déu’ (con descojone inicial incluido), Vol i Dol y La Caterineta, canción tradicional que se atrevieron a cantar a capella.
“Nos gusta mucho tocar aquí, aunque penséis que no nos entendéis, porque tampoco allí nos entienden”. Existe cierta manía obsesiva por escapar de las etiquetas, la escenas o las comparaciones con otras banda contemporáneas, pero la realidad es que pertenecemos a un determinado momento y la música en catalán está viviendo uno bueno. No todos serán Manel o Antònia Font, pero si aquellos sirven para que hagamos más caso a bandas como estas, ¿dónde está el problema?

Un comentario
  1. El Petit de Cal Eril son la versión catalana y más folky de Pavement, y no es ironía.

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