En la penumbra de la sala Jimmy Jazz, El Columpio Asesino se prepara para su última danza. Este no es solo un concierto; es un rito de despedida, una odisea a través de la oscuridad, entretejida con acordes desesperados y melodías que susurran secretos compartidos. La sala está iluminada con luz tenue, creando un ambiente íntimo y lleno de expectación. El murmullo de la multitud emocionada se intensifica a medida que se acerca la hora de inicio del concierto. La energía en el aire es palpable.
Las luces se desvanecen, y la audiencia, como testigos de un ritual místico, se sumerge en la dulce distopía sonora. Cada acorde es un conjuro; cada palabra, un oráculo que revela la tragedia existencial. No hemos venido a escuchar canciones alegres. "Babel", la torre de sonidos que se alza, no hacia el cielo, sino hacia las profundidades del abismo emocional. Empieza el show.
La actual gira se presenta como la excusa perfecta para reflexionar sobre casi tres décadas de historia musical. Suenan temas como "La Lombriz de tu Cuello", "Susúrrame", "Escalofrío" o "Entre Cactus y Azulejos", pero también joyas de los 90 como "Ye Ye Yee", "Motel" o "Your Man Is Dead". Hay que destacar el momento en que David Orduña, antiguo miembro de la banda, colabora con su trompeta apocalíptica en el tema “El Evangelista”, desatando un caos controlado. ¡Fuego! ¡Piedras! ¡Gasolina! ¡Perros! ¡Cascos!
Los clásicos inmortales no tardan en hacer acto de presencia: "La marca en nuestra frente es la de Caín", "Corazón anguloso" y la cautivadora "Un arpón de grillos". Cristina, con sus hombreras de plumas negras, la gran reina de los cuervos, deslumbra al interpretar "A la espalda del mar". La transición a los bises es épica, marcada por tres imprescindibles en su discografía: "Diamantes", "Perlas" y "Toro". Con esta última, la Jimmy Jazz se desborda en baile, cánticos y éxtasis. Con los bises llega “Ataque Celeste”, repaso a su último disco con "Huir", "Preparada" y "Sirenas de Mediodía". La atmósfera de "Floto" sirve como preludio para el apoteósico clímax final con "Vamos", una versión de los Pixies.
En esta amalgama de emociones y sonidos, la Sala Jimmy Jazz se convierte en el escenario de un adiós. Las luces de la sala se encienden, revelando rostros envueltos en la nostalgia de un capítulo que llega a su fin. El Columpio Asesino se apaga, pero sus letras y melodías persistirán como un eco en el recuerdo, recordándonos que en lo extraño, lo absurdo y lo decadente a menudo hallamos la autenticidad más pura y necesaria. Dándonos la oportunidad de abrazar nuestra sombra.
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