Bien está lo que bien acaba, o esa es la sensación que queda en el aire tras una accidentada sexta edición del Arenal Sound, que culmina con 35.000 personas bailando hasta el amanecer. Este año ha estado marcado por los dos días de tormenta, que llevaron a la suspensión de prácticamente la mitad de los eventos de las jornadas de jueves y viernes, y por los problemas derivados de la misma –sobre todo la inundación de la zona de acampada y de algunas zonas del recinto-, aunque, según lo vivido durante los soleados sábado y domingo, todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia.
En cuanto al contenido musical de esta edición 2015, se ha acentuado la sensación de que los conciertos, salvo contadas excepciones, tienen una importancia secundaria y los verdaderos protagonistas del festival son los encargados de hacer bailar a los jóvenes, que prácticamente permanecen en sus quehaceres hasta pasada la medianoche y solo quieren ver salir el sol con los brazos en alto. No es un juicio de valor, es una realidad, cada uno elige la forma en la que quiere disfrutar de su tiempo de ocio.
Los Djs de bien entrada la madrugada o aquellas propuestas que incitan al baile, más allá de complicaciones estilísticas, arrastraron a toda la chavalada, como ocurrió con las sesiones de Zedd, Vinai o unas reubicadas hermanas Nervo. Mientras, el indie nacional de primera hora solamente obtuvo una atención residual, como ocurrió con las estupendas y trabajadoras bandas de rock de Jero Romero o Neuman; unos clásicos Niños Mutantes, que normalmente tienen facilidad para reunir al público para corear sus canciones; o un maravillosamente taciturno Nacho Vegas, tan desubicado como un astronauta en la corte del Rey Arturo. Artistas que en la mayoría de festivales indies congregarían a un porcentaje mucho más elevado de público. Ni tan siquiera La Habitación Roja, con una espectacular gira que repasa los hits de 20 años de carrera, o Dorian, en su décimo aniversario, logran competir con los animadores de la noche. Solamente la propuesta verbenera de La Pegatina, con la rumba ska por bandera, y el tirón comercial del nuevo perfil del indie de Supersubmarina aguantaron el envite entre el producto nacional - en estos dos últimos casos solamente para entrar en tromba a verles y luego huir despavoridos como si fuera a caer un meteorito -.
En cuanto a los artistas internacionales, prácticamente han desaparecido del cartel propuestas de calidad contrastada, pero poca respuesta por parte del Arenal, tipo Miles Kane, para dejar su lugar a grupos de perfil medio o bajo, bandas que tuvieron su mejor momento hace casi una década y pop de tendencia electrónica que aguanta el tipo hasta la llegada de los pinchadiscos rompepistas. Las únicas excepciones a los estereotipos mencionados fueron La Roux (en la foto de portada) y Tom Odell. Elly Jackson y su banda con una elegante fórmula, que ya nos mostró en los pasados DCode y MBC Fest, que bebe tanto musical como estéticamente de los mejores retazos del synth pop de los 80, en los que el Bowie que va desde el “Let’s Dance “ hasta el “Never Let Me Down” está más que presente. Y Tom Odell demostrando que el cartel de nuevo niño prodigio del pop británico no es solamente un hype, y que sentado al piano y arropado por una excelsa banda puede ofrecer un concierto de gran calidad.
Entre las bandas internacionales de perfil medio-bajo, asistimos a la enésima colección de clichés del punk pop edulcorado y juvenil de The Subways, que van a exprimir “Rock & Roll Queen “ y “Oh yeah” hasta que Grecia pague toda su deuda; a unos The Kooks que intentan reinventarse, pero que dificilmente conseguirán igualar uno de los debuts más esperanzadores de la pasada década; o We Are Scientists, que poco a poco fueron desapareciendo de la primera línea tras su éxito con “With Love and Squalor” de 2006, pero que a pesar de congregar a muy poca gente dieron una auténtica lección de buen rollo y buen indie rock.
Los conciertos más festivos, y que mejor podían congeniar y servir de transición para la rave nocturna, fueron los de The Ting Tings, que intentan dar un nuevo empujón a su carrera con “Super Critical” pero cuyos temas más pegadizos repiten los poco, pero efectivos, condimentos de sus primeros hit singles; unos Rudimental en su momento de más éxito, que explotan el drum & bass de bajo octanaje rodeándose de numerosas y reconocibles voces invitadas – bien cubiertas en directo por los propios miembros de la banda junto a Bridget Amofah y Anne-Marie-, y que fue una pena no poder ver terminar su concierto por la lluvia; y un Mika que, aunque ya no ha vuelto a sacarse de la chistera más singles tipo “Relax, Take It Easy” o “Grace Kelly”, sorprendió a más de uno con su solvente espectáculo y su desparpajo sobre el escenario.
Capítulo aparte merecen dos bandas de actualidad como Citizens! y Everything Everything, ambos dentro de la épica sintética que puebla el actual pop electrónico, que realizaron unas actuaciones más que aceptables, pero que pasaron más bien desapercibidos.
Este es el resumen de un Arenal Sound 2015 en el que por ejemplo nos quedamos sin ver a unos The Hives, que estaban cambiados en su camerino para comenzar su espectáculo, al trio electrónico We Have Band o al niño mimado del neosoul John Newman, además de un grandísimo número Djs y de artistas del Inside Stage que estaban programados para llegar hasta la hora del almuerzo del siguiente día.
La reseña se centra en los escenarios principales del festival, donde hubo conciertos sin solapes desde primera hora de la tarde hasta el amanecer, y por ello nos perdimos muchos de los conciertos del Inside Stage que programaba a la misma hora actuaciones de bandas de mestizaje como Green Valley, Aslándticos, El Niño de la Hipoteca o Canteca de Macao; bandas emergentes nacionales de diferente estilo como Rayden, Amatria o Dinero; algún valor de peso que pasó desapercibido como La Bien Querida o Toundra; y por supuesto muchos Djs como Amable, Elyella, Faceradio o The Zombie Kids –no consideramos DJ a Madds porque nos comentan que no llegó a tocar la mesa de mezclas por miedo a trastocar su sesión pregrabada-.
Lo dicho, bien está lo que bien acaba. Después de dos días convulsos por la lluvia, por la extrañamente nula previsión de la organización de las inundaciones en el camping –“Nobody expects the Spanish Inquisition”- y de una avalancha de quejas a través de las redes sociales, el sol y los DJs borraron de la mayoría de las mentes jóvenes –los que no tuvieron que marcharse a casa con sus enseres llenos de barro- lo ocurrido el jueves y el viernes. A pesar de los inconvenientes meteorológicos de este año la fórmula funciona, por lo que no es demasiado arriesgado vaticinar un nuevo éxito de público el año próximo.
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