Tras la gira de su veinticinco aniversario, la vuelta a los escenarios de los berlineses vino de la mano de sus alegatos anti-industria a propósito de la autoedición de “Alles Wieder Offen”. Una última entrega en la que el rock nuevamente se revuelve entre calmadas ambientaciones pop y cadencias industriales, algo que pudimos comprobar fehacientemente gracias al repaso enterito que de él hicieron y que barajaron con otros tantos temas de sus tres anteriores discos, “Silence Is Sexy”, “Perpetuum Mobile” y “Grundstueck”. Una reclamación de su cetro como banda de primera línea gracias a canciones excelsas que requerían de expectación, bises por partida doble, alguna improvisación juguetona con el ruido, ganas de dialogar y la curiosa -aunque habitual- cacharrería post-apocalíptica. Nada que no sepamos ya: simplemente la constatación de que sus dos horas y media son toda una gozada y que su espléndido directo es de los que se degusta bocado a bocado, incluso aunque en su conjunto le falten unos cuantos momentos álgidos más. Menos fuelle y vehemencia, pero más savoir-faire y elegancia: la clave para volver otra vez satisfechos a casa.
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