Diez años, cinco bandas y un fiestón
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Diez años, cinco bandas y un fiestón

8 / 10
Holden Fiasco — 27-03-2025
Fecha — 22 marzo, 2025
Sala — Fundición / Stereo
Fotografía — J.A.Areta Goñi (JUXE)

Como el Equipo A. Podríamos usar aquella misma frase de todos los capítulos para hablar de los Eh, Mertxe!: “Si usted cumple años y se los encuentra, quizás pueda contratarlos”. Qué manera de celebrar diez años. Lo habían explicado en alguna entrevista: no se es banda hasta entonces. Habiendo llegado, les dio por conmemorarlo. Ojalá digan lo mismo cuando hagan once y doce, porque fue para repetir. Cada año. Vamos a contarlo. Sin contarlo todo, claro, porque lo que pasa en Logroño se queda en Logroño.

Por la mañana, el cumpleaños se iniciaba intramuros, en el mismo centro de la ciudad. Un Stereo petao, con su altar para Elvis, sus máscaras de lucha libre y sus lámparas oscilantes, se convierte en refugio a una hora de la mañana en la que aún hay currantes pasando con la Ford Transit.

Dentro, eso se olvida, y más aún cuando inauguran el sarao unos Automatic Lovers muy serios, con mala ostia: “No vamos a tocar, nos hemos enfadado y vamos a pegarnos de ostias aquí”. Su música efervescente y distorsionada encaja con la actitud descarada, espontánea. El concierto, en general, les queda impetuoso. Tocan su propio material y dejan confesión de algunas influencias, como cuando tocan el “Hit or Miss” de The Damned o el “Burning Lights” de Joe Strummer, que, por cierto, el batería, repleto y potente durante todo el bolo, se permite abrir pegándole al bombo con la pierna mientras se seca la cabeza con una toalla. Quizás no debería decírtelo, pero suenan a los Dead Boys, a Slaughter & the Dogs, a la ristra de nombres que cualquiera te puede dar, hasta el Spotify. Al final, anuncian que van a tocar “Boston Brats” y el cantante nos explica de qué va: “Va sobre putas y mierdas”. Su guitarrista pone los ojos en blanco con el punteo, y no es la primera vez. Alguno, en el público, le emula. Se retiran, pero salen al bis por insistencia de los organizadores, quienes siguieron el bolo educadamente desde la primera fila.

Nos dejaron tiempo para el asueto, el paseo, hasta para un café y chupito si querías. Se organizó almuerzo en La madriguera de Guirimbi, justo a la vuelta de la esquina. Deaf Devils, los siguientes, venían desde Gasteiz, donde habían actuado en Helldorado en horario matinal, casi nada. Empiezan por partes. Primero, arrancan batería y bajo, vestidos como los drugos de Alex DeLarge. Sale luego el guitarrista, se pone en su esquina, y a trepanarnos el tímpano desde el principio, para hacer honor a su nombre. Ya solo falta la vocalista, que aparece la última, en los mismos colores que sus compañeros. Te lo resumo en un brochazo: arrollador desde el principio. Es como meter la cabeza en una licuadora, arrancarte la piel de un solo tirón y colgarla al sol para que se curta. Desde “Tonite”, que reconozco al principio, hasta un final apocalíptico, conseguirán mantener un mismo nivel demoledor durante prácticamente todo el repertorio, incluso cuando ella se baja y se quedan solos. Antes, el guitarrista ya se ha internado en la selva de gente y ella se ha encaramado a la barra, además de convulsionar poseída sobre el suelo pegajoso de la Stereo. Es solo el prolegómeno. Después de soltarse esa ración alucinógena de high energy y punk-rock, pondrán el lazo al espectáculo con un final enloquecido y hasta vandálico. La hecatombe se inicia cuando el guitarrista baja al público comiéndose el setlist y le sigue su bajista. Puede parecer el clímax, pero hay más, porque se empieza a desmontar la batería que acaba rápidamente colocada entre el público, en ese embudo que es la Stereo, perfecto para una emboscada. Apelmazados, casi insertados entre nosotras, se pone el batería a aporrear, su vocalista se sube al bombo y luego a la barra y luego a los hombros de alguien, mientras el bajista regresa a un escenario que ha sido tomado por el público y el guitarrista se vuelve pirómano y acaba también alzado y transportado en volandas. Por supuesto, mientras tanto, no han dejado de meternos el destornillador en el tímpano, sin miramientos ni flojedad. Simplemente, repito lo que dije al principio: arrollador.

Después de eso, sales del Stereo con el pitido en estéreo y los músculos como agarrotados, de aguantar la tensión, reteniendo las ganas de explotar, que aún quedaba la tarde. Cada uno pasó el tiempo como pudo o quiso. A tenor de lo que se vería luego en la Fundición, muchos se dedicaron con fruición al ejercicio físico, intentando mantener la forma extática hasta que comenzara la sesión vespertina. Esta, además, llegaba con tres platos, primero, segundo y hasta postre.

De primero, gazpachuelo. Desde Málaga, llegaron The Oddballs. Aparecen seis: cinco en línea y el batería, que se despedía, en la retaguardia. Se reparten voces: empieza un guitarrista y se turna con el saxofonista. Éste se encarga de la presentación: “somos la banda de Juanillo”, dice, y es verdad que, además de ocupar el centro, Juanillo Lee Pierce, ya sea con las maracas, la caja, los coros, como voz principal o interactuando con el público, reclamará gran parte de la atención, aceptando las pullas de sus compañeros con resignación y haciendo el saludo trekkie. Hablan del turismo en “We Have No Place in Our City” y revisan su último trabajo y los que hicieron hace tiempo. Inauguran, además, las visitas al escenario, porque recibirán las de los Automatic Lovers y la de Rafa Suñén. El bis ni se pide: “Me ha parecido oír que pedíais otra”, dirá el saxofonista, mientras Juanillo canta a capela el “Bravo por la música” de Juan Pardo. A este no, pero a las hermanas Muñoz, sí las invocarán, terminando el bolo con su festivo y coreado éxito, que no sé muy bien cómo se titula, pero digamos que, simplemente, “Como Las Grecas”… Y muchos se lo tomaron al pie de la letra.

Casi sin descanso, llega el cocido madrileño de segundo. Ahí andan Guillermo Casanova y Rafa Suñén decorando el escenario con la bandera de Palestina. Los Chicos están cómodos, y eso que acaban de terminar “Another Night in Eden” y ya tienen que parar porque resbala: “Mira que babea Juanillo. El hombre que deja mancha. Un aplauso para Juanillo”. Suñén está sorprendido: nunca antes ha tenido que fregar un escenario. Por cierto, le cambia el nombre a los Eh, Mertxe!, que casi los convierte en una banda tributo de EH Sukarra, pronunciando bien fuerte las letras de la interjección. Suñén no se queda en la coña, también pasa a la acción: “He visto una escalera en el backstage y…” Y, claro, la saca, la planta en medio del público y se sube a ella. Los hermanos Urchaga, más gemelos que nunca, que van vestidos iguales, se acercan a la escalera como las polillas a la luz. Más tarde, en pleno apogeo de las llamas que han propagado con sus canciones, ambos hermanos acabarán paseados por encima de las cabezas del respetable, a modo de épico final. Al fin y al cabo, ya lo dice el título: “King of the Party”. Una gran fiesta fue su bolo, ya sea cerca del country-western o cuando se manejen por los contornos del rock and roll. Les da tiempo a felicitar a Juxe Areta Goñi, a ver cómo vuela Javi Rubio, y a invitar a que el público suba al escenario para que, luego, al bajar, puedan hacer el chiste: “Un saludo para el orfeón de Logroño”. Si, por la mañana, fue la frescura; por la tarde, es la experiencia. Ambas demuestran que la edad es solo un número. Para los Eh, Mertxe! eran diez y para estos como veinticinco, pero, lo dicho, solo son números.

Y, finalmente, el postre: los protagonistas del día, incluso sin querer serlo. Agradecidos y visiblemente excitados, los Eh, Mertxe! arrancan con “Negociante” y “Anoche bailé”, igual que en el disco. Luego, retocan un poco el repertorio, poniendo “Phantom Mover” y la versión de la Perrera muy al principio, y terminando arriba con “Aitaren etxea” y “200 milatara”. Se despiden con instrumental, dando las gracias una vez más, mientras les regalan algo desde el público. Ibai Landa se sorprende gratamente mientras nos enseña una bandeja de torreznos.

Podría parar aquí, pero quiero contarte alguna cosa más, para que entiendas lo rápido que pasó y lo mucho que se disfrutó. Por ejemplo, están cantando “Jakingo bazenu” y no se olvida la sobada que le pegan al bajista, que le meten el dedo hasta la córnea y le perfilan toda la dentadura. Él se deja, igual que dejará luego que le lleven en volandas. Aunque el escenario está más alto, no parece haber distancia. Con “Ácido es tu ser”, brindan con nosotros. Con lo que queda de cerveza, Ibai Landa se bautiza, rociándose con ella, que le queda toda la cabellera como engominada. Mandan a tomar por culo los problemas y las gambas y la cosa se calienta mucho con “Perviérteme” o con “Relevo”. Abajo, el pogo es ya épico.

Cuando se despiden, pidiendo que todos los que quedan de las bandas suban al escenario, yo creo que son pocos los que quieren irse de allí, se quedarían a vivir, a prolongar el día por diez años más, eternamente. De alguna manera, se logrará, porque se quedan grabadas algunas imágenes potentes. Por ejemplo, la de Andoni Landa, feliz, con una sonrisa enorme y los brazos extendidos, dejando que la multitud le permita volar libremente por los cielos de La Fundición.

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