Es otra mentalidad. Pero que uno de los eventos que ofrezca un parque de atracciones sea un concierto como el de Ed Harcourt (la semana siguiente aterrizaban Bob Hund y The Hellacopters, y esto tan solo en Gröne Lund, uno de los muchos centros de ocio que hay en la capital sueca) demuestra que el nivel cultural en este país esta muy por encima del nuestro, en un país con el mayor gasto en música por habitante, y tercer máximo exportador de música, después de Estados Unidos y Reino Unido. Con el pago de apenas 7 euros como única entrada (es lo que costaba acceder al centro) accedemos a un escenario que ya querrían para sí la mitad de los festivales que pueblan la geografía estatal.
Y ya hora y media antes de la hora anunciada del concierto, había quince adolescentes esperando el anhelado momento de la salida del cantante inglés. El público no conocía de tribus urbanas, y mucho menos de edades o sexos. Había un concierto de Ed Harcourt, y eso era lo importante. Miles de improperios vienen a mi boca en estos momentos, pero no aprovecharé la pluralidad de esta oportunidad que me ofrecen los medios blablablabla… En fin.El caso es que a las siete y media en punto salió al escenario el señor Harcourt, con la intención de hacer buenos las toneladas de plumas muertas desangradas (más todavía allí) en alabanzas hacia su segundo album “From Every Sphere”. Una inoportuna lesión me impidió disfrutarlo en el reciente Primavera Sound, pero en seguida pude observar que esto iba a ser más que una considerable actuación dentro del marco de un festival.
Comenzó con el toque jazzístico que ha hecho que tantos lo emparenten a Tom Waits, pero poco a poco fue desmarcándose con canciones con más sabor a rock clásico, a Bowie, a Dylan, acertado en los arreglos (fantástica la trompeta, y el guitarrista de acompañamiento demostró una sutilidad, un oportunismo y un control de los efectos realmente envidiables), aunque un poco mermado en las capacidades vocales por un resfriado. Fue alternándose con el piano, dando un poco de rienda suelta a su vena Cave, y fueron cayendo temas, mientras la lluvia hacia lo propio, como “All Your Days Will Be Blessed” o “Bleed A River Deep”, que el público coreaba como si se tratase aquí del nuevo single de Bisbal.
Mostrándose cercano y abierto, cínico con sus comentarios, elegante y sobrio, los resultados finales (con bis incluido, casi arrancado del backstage por el público, en el que interpretó solo una canción que confesó haber compuesto la noche anterior) fueron excelentes. Sabemos que las canciones del compositor inglés no son nada novedoso ni rompedor, pero su corrección formal, su personal voz, el buen gusto y el acierto en su concreción permiten que un concierto suyo sea como poco disfrutable, y eso es algo que los suecos supieron apreciar. Llámenme demagogo si quieren, pero es algo que resulta total y absolutamente clarificador. Somos unos pazguatos.
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