Lo del Ebrovisión es increíble. Es un festival de mediano formato donde te sientes como en casa y a la vez puedes ver a lo más grande de nuestra escena. Donde los tiempos se respetan y no van bandas que te flipan a tocar 30 minutos a la vez que otras tantas. Donde el equipo directivo no programa para atraer más público, sino para cuidar el que tiene y que eso haga llegar a más. Donde ves a los organizadores a tu lado emocionados diciendo que ha valido la pena todo ese esfuerzo de cada año para traer bandazas a su casa e invitarte a ella. Cada grupo o artista es especial Ebrovisión a Ebrovisión.
La decimonovena edición comenzó con el rock gamberro de Burgacius B y el post punk de Calivvla. Los primeros tenían el gran honor de abrir un festival pero con las limitaciones de asistencia que eso suele suponer. Los valencianos, ganadores del concurso Ebroemergentes y maravillosamente uniformados, dieron todo un recital que arrancó los primeros saltos del público de la carpa donde el resto del día desfilarían los DJ’s.
La apertura del multiusos llegó con una de los dúos con más calidad del panorama estatal, Cala Vento. Joan y Aleix brindaron un concierto en el que se acordaron de clásicos como harían unos náugrafos en su “Isla desierta” hasta acabar dando “Todo” de último disco, "Balanceo". Canciones cercanas de lugares comunes repletas de buen sonido de la escuela B-Core.
Novedades Carminha hicieron lo que se esperaba de ellos pero con fuego literal en el escenario. Hicieron bailar al público con su mezcla de verbena, visitas a otros temas y temibles cumbiones. No se va en chándal a dar un concierto si no se espera tanto movimiento. El cierre de la noche lo ofrecieron Novio Caballo, con gran parte del público abandonando el recinto más por la hora que otra cosa. Por desgracia para ellos, se perdieron un concierto bailongo, divertido y a la altura del gran estreno de la XIX edición del Ebrovisión.
Por cierto, lo de que enamora es verdad. Si no, no se puede explicar de otra manera que la gente haga por llegar un viernes a un concierto a las 13.30, aunque la ocasión merecía la pena. Cápsula repetían el mismo escenario del año pasado, pero aún más pronto. Garage, actitud y rock and roll garagero en power trío atronador que, cual bella recortada, siempre funcionan y te dejan un agujero al acabar.
Ya en el recinto del festival, Bum Motion Club abrieron la carpa Estereclub presentando "Delta", su primer EP. Dejaron el escenario calentito para la Craig Brown Band de Detroit. Se abrió el recinto principal y Arizona Baby demostró porque sigue llegando gente a sus conciertos: la música mola, los temas funcionan y cada miembro de la banda es más majo y mejor que el anterior, con especial mención a Guillermo Aragón, último fichaje y uno de los baterías con más gusto del barrio musical español. Se metieron al público en su bolsillo y ahí no sabemos que hay, pero salió encantado con los clásicos y los nuevos temas de "Sonora", su última referencia.
El toque de himnos surf pop de todos los años lo aportaron Airbag, en uno de esos conciertos que la organización propone para paladares más finos que en otras propuestas del país, para que los disfrutones de la música se queden y los que van por otros grupos se los pierdan por otro plan peor. El lleno del día se registró con Temples, con una estética inmaculada y una lección de psicodelia de las islas bajo el brazo. Abrieron con la única duda del concierto "A question isn’t answered" y acabaron con todo el mundo hipnotizado con "Mesmerise". Canciones, actidud y un sonido añejo que recordaba a tiempos mejores.
A su fin, el festival aprovechó el montaje de Fuel Fandango para lanzar la gran noticia de la edición de 2020, la número 25 del festival: todo el cartel al completo será sorpresa. Todo, todo, todo. No se conocerá ningún grupo hasta que empiece a tocar. La noticia no impactó tanto allí como lo haría inmediatamente después una de las bandas de cante y baile más vanguardistas de nuestro país. Ríanse de fusiones musicales cuando esta pareja artística lleva a cotas inimaginables la mezcla de electrónica de baile, pop, flamenco y funk. Una líder indiscutible sobre el escenario como Nita, (comandada siempre por el genial Ale Acosta, genio contemporáneo), repartió arte y rosas y supuso un empate técnico por el mejor concierto del día, ya que era difícil elegir. Amatria se descolgó de esta pugna con un concierto algo más orgánico con banda pero con un pop indie descafeinado que sí que consiguió mover al público que, igual que el jueves, bajó antes de tiempo.
El sábado fue enorme. Un publico familiar y musiquero, con una media de edad de los asistentes similar a la de otros años -porque había muchos niños- Los Estanques abrieron la Fábrica de Tornillos para una jornada inolvidable. Acto seguido asistimos a un momento histórico, uno de los últimos conciertos de Cooper, la banda de pop mod más bonita. Rickenbaker en ristre, la pena de saberlo duró hasta el primer acorde, puesto que dio un concierto donde media sala no paró y se pudo ver la emoción tanto en público como en alguno de los organizadores, que hacían temblar el lateral del escenario con sus botes.
La jornada continuó con el indie de Olivia y con una de las grandes esperanzas negras de este país, Los Vinagres. Garajeros que te pueden abrir el Ford Fiesta mientras tocan himnos de verbena con acento del archipiélago canario. Aspiramos rápido y nos fuimos al recinto, donde los locales Letissier abrieron la carpa, seguidos de Uniforms desde Andalucía.
La banda encargada de abrir el recinto principal fue Morgan. Nada se puede decir de ellos que no les haga aún más grandes. Con un sonido preciosista y soulero, con una Nina cada vez más suelta cuando no canta y con unas canciones que te dejan sin poder soltar todo el aire, definieron la forma de trabajar correcta de una banda: esfuerzo, calidad y corazón. No se lo dejaron fácil a Jacuzzi Boys. Los de Florida tuvieron que defender su bailoteo garajero para poder abrir boca para uno de los platos fuertes de la noche.
Zahara y los miembros de su banda (de los mejores ejecutantes y creadores existentes) convirtieron el multiusos en una pista de baile donde el público obvió los problemas técnicos y se hundió en la música, cada vez más discotequera de la artista. Aunque el peso de la electrónica fue notable, aún quedaba su contrapunto en Dorian. El mensaje feliz de Zahara dejó paso a la melancolía de los himnos de Dorian, que venían a presentar su último álbum, Justicia Universal. La banda sonó increíble, pero con esos temas hubiera dado igual. Todos fueron coreados hasta la extenuación por los asistentes, dejando claro que casi dos décadas de hits se hacen cortas si la calidad es tan alta.
Finalmente, si Zahara fue una discoteca, lo de Mucho fue una Rave de lujo. Con el formato caro de banda completa, Martí Perarnau se rodeó de grandes amigos y músicos para hacer un loop bailable continuo que, entre letras de sátira, psicodelia ácida y crítica política, mostró la faceta más electrónica de sus últimas creaciones recogidas en ¿Hay alguien en casa?, frente a sus anteriores discos más rockanroleros. Se fundió a negro y no supimos más del multifuncional de Bayas hasta 2020. Nada. Ni la sorpresa, puesto que para los que se preguntan ¿volverá a agotar todas las entradas aún sin saber quién toca? La respuesta es sí. Porque Ebrovisión enamora y cuando estás enamorado haces locuras a ciegas, pero, como en este caso, sabes que es el festival de tu vida.
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