En su decimoctava edición -la de la mayoría de edad- el Ebrovisión se ha consolidado como el festival de referencia del fin de verano, una cita imprescindible para empezar con buen pie la rutina de septiembre. En Miranda son todo puntos a favor: buen rollo asegurado, nada de agobios ni colas, un transporte al festival de diez y un camping cubierto con todo tipo de servicios y piscina al lado. Todos estos puntos convierten al Ebrovisión en uno de los festivales más cómodos de la geografía, lo que compensa con creces un cartel un poco escaso (tan solo cuatro o cinco bandas por noche en el recinto principal).
Este año no pudimos acudir a la previa del jueves -en la que nos chivan que triunfaron unos Egon Soda en estado de gracia-, así que el viernes lo cogimos con ganas y nada más llegar nos fuimos a ver a Ángel Stanich (foto inferior), que con tan solo dos álbumes ya he ha hecho un nombre en la escena festivalera nacional. Su último LP, "Antigua Barbuda", confirma su buena forma y de hecho fueron los temas más recientes los que coparon el setlist de su actuación. La banda sonó rodada y entregada en canciones como 'Escupe fuego', 'Le tour 95' o 'Señor Tosco'; mientras que flojearon algo más en medios tiempos como 'Casa Dios' o 'Hula hula'. En la recta final, pusieron a cantar a todos sus fieles (que no son pocos) con los ya himnos 'Carbura' y 'Metralleta Joe'.
Las buenas sensaciones que nos dejó Stanich nos las quitó acto seguido el yanqui Ron Gallo, ex de Toy Soldiers, cuya propuesta nos resultó pesada y hasta cierto punto aburrida. Tal y como nos pasó en una anterior visita suya a Bilbao, la actuación del de Filadelfia fue un quiero y no puedo, intentando emular a contemporáneos rockeros como el brillante Ty Segall o los inclasificables King Gizzard & The Lizard Wizard, pero sin su misma gracia ni calidad.
Pero para volver a levantar el ambiente ya estaba el plato fuerte de la noche: Lori Meyers (foto inferior), en plena gira de celebración de sus 20 años en activo, disco recopilatorio incluido. Así sobre el papel, los granadinos nos suscitaban dudas, ya que les hemos visto actuaciones memorables (en el Sonorama 2013, por ejemplo) y otras muy flojas (como en las fiestas de Bilbao de hace 3 años). Pues en esta ocasión hubo suerte y asistimos a un concierto muy intenso, con una banda que da la sensación de haber recuperado la garra en escena y de haber vuelto a creer en su repertorio. Los Lori sonaron guitarreros, con fuerza y con pegada, enlazando uno tras otro hits como 'Planilandia', 'Tokyo ya no nos quiere' o 'Luciérnagas y mariposas'. Y nosotros encantados, claro. Para la parte final dejaron además toda la artillería pesada, cerrando por todo lo alto con 'Mi realidad' y un estupendo 'Alta fidelidad', con el personal coreando eso de “Todo esto es culpa de la gente”.
El cierre de la jornada de viernes lo pusieron Empty Files (foto inferior), una de nuestras bandas vascas favoritas que crece paso a paso y se abre hueco en la escena electrónica a base de sintetizadores y trallazos de rock industrial. Los bilbainos desgranaron los temas de su primer largo, 'Shadows', y además celebraron el regreso de Lolo Fortes (frontman de la banda junto a Txufo Wilson) tras su periplo por tierras británicas. Contaron además con la colaboración del músico y productor mejicano Trevor Gavilán, que se animó a cantar algunos temas, en lo que fue una actuación impecable a modo de cierre nocturno.
El sábado había que aprovechar el festival desde el mediodía, por lo que no dudamos en acercarnos a la Fábrica de Tornillos (excelente sala mirandesa en cuanto a tamaño y sonido) para ver a los madrileños Salto, de lo que habíamos oído hablar muy bien pero no habíamos tenido ocasión de verlos en directo. El caso es que el sexteto brindó uno de los mejores conciertos del festival, a base de rock de calidad de inspiración yanqui interpretado con tres guitarras y muchísimo gusto. A ratos nos recordaron a los Big Star y a ratos a Eagles, con lo que se agradeció cambiar el chip y alejarnos un rato del indie que domina los festivales.
Por la tarde noche, y ya en el recinto principal del multiusos, había un nombre que nos llamaba la atención sobremanera: Carolina Durante, nuevos héroes del rock gamberro con su hit rompepistas 'Cayetano'. El cuarteto madrileño demostró por qué se están haciendo un hueco en la escena, con canciones frescas, letras irónicas y mordaces, y un cantante muy divertido que se lució en cortes como 'En verano' o 'La noche de los muertos vivientes'. Fue una actuación breve pero intensa, que dejó paso a unos veteranos: los valencianos La Habitación Roja (foto inferior) que, a pesar de que en disco no nos convencen demasiado, en el Ebrovisión nos sorprendieron con un directo guitarrero y enérgico en plena comunión con su público, que coreaba todas y cada una de las canciones en el repaso que hicieron por su extensa discografía, terminando con un 'Ayer' apoteósico.
La actuación La Maravillosa Orquesta del Alcohol (foto inferior) (ya más conocidos como La MODA) nos dejó un sabor agridulce comparando con otras actuaciones previas en las que disfrutamos en mayor medida. Aún así, es innegable la pegada de la banda burgalesa que le ha llevado a cosechar una legión de seguidores que disfrutan con ellos incondicionalmente. En esta ocasión, como era de esperar, buena parte del público disfrutó con temas como 'Héroes del sábado' o 'PRMVR', esta última con parte de la letra en euskera (en disco la canta Gorka Urbizu de Berri Txarrak). No faltaron sus temas coreables, incluso algunos momentos hiperemotivos como cuando su cantante bajó del escenario para cantar junto al público.
Lo bueno es que quedaba un último cartucho: La Casa Azul (foto encabezado), que oficiaban de cabezas de cartel de la segunda jornada y cumplieron con lo que se esperaba de ellos. En un show similar aunque más breve al del pasado festival MAZ de Basauri, los reyes de la pista barceloneses liderados por Guille Milkyway pusieron patas arriba el festival y nos hicieron movernos hasta la extenuación. Ejemplo de ello fueron hits como 'No más Myolastan', 'Esta noche solo cantan para mí' o 'La revolución sexual', broche perfecto a una muy divertida edición del Ebrovisión, que conserva todo lo que ha perdido en los últimos años su hermano mayor el Sonorama, lastrado por la masificación. En Miranda, sin embargo, todavía se puede disfrutar de la música entre amigos y sin agobios. Que sea así por mucho tiempo.
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