Como bien dijo Marc Gili anoche, Dorian puede dibujar una elipse, una fina línea, entre sus inicios, en la sala Sidecar, y el ahora, actuando en el Gran Teatro del Liceo. A tan solo trescientos cincuenta metros de distancia. Una distancia muy corta y un recorrido de una vida al mismo tiempo. De una de las pequeñas salas de conciertos más emblemáticas de Barcelona a uno de los templos musicales de fama internacional, de la mano del Suite Festival. "Una noche en la vida", el repaso a tantos años de música y poesía creada por una banda que nunca ha dejado de luchar y de crecer.
Un motín en el escenario protagonizado por Gili (voz), Belly Hernández (a los coros, piano y sintetizadores), Bart Sanz (rasgando el bajo) y Lisandro Montes (alternando entre los sintetizadores y la guitarra). Una banda de pop independiente revelándose contra los tópicos. Para conseguirlo les faltaba formación, por eso incluyeron la presencia de hasta cinco músicos de apoyo (cuerdas, percusión, piano...) y sobre todo de amigos como invitados. Porque ahí estuvieron Sergio Acosta (Zoé), Suu y Antonio García (Arde Bogotá) para respaldarles en su noche especial. Las sonrisas no dejaron de brillar en la oscuridad, entre focos y sudor.
Podríamos repasar lo que dio musicalmente la noche, resumir lo acontecido como una simple crónica periodística, pero lo que hace grandes a los conciertos son lo que provocan a cada uno de los asistentes. No hay opinión menor y hay tantas visiones como personas asistieron. Los lectores estarán leyendo aquí la opinión de un único individuo de la audiencia, uno de todos los que estuvieron en la lujosa sala barcelonesa. Pero, en ocasiones, las cosas hay que vivirlas. Las experiencias hay que sentirlas. Los conciertos de Dorian hay que vivirlos y sentirlos. Y eso Marc Gili y los suyos lo saben. Por eso se muestran siempre agradecidos con el público que les respalda. Te gustarán más o menos, pero Dorian saben –siempre lo han sabido– como involucrarte en sus noches y que les disfrutes.
Esta vez, llevaron al público de la mano a través de un recorrido de dos décadas, desde "Estudios de mercado" hasta la grandiosa "Tormenta de arena", dejando “El temblor”, “Libre”, “Arrecife”, “Los amigos que perdí”, “Solar”, “Techos de cristal”, “La mañana herida” o “Cualquier otra parte”, entre otras, como perlas, señas en el camino. Y el público las captó, guiándose hasta ese destino final que era sentirse parte de esa única noche en la vida. Hubo, como en todos los conciertos, altibajos. Un inicio brutal que puso las expectativas tan altas que algunos temas no consiguieron alcanzarlas, fuese por una iluminación que requirió tiempo para sentirse cómoda, porque algunas canciones hubieran requerido mutar su forma en el Liceo, bien por fallos de sonido. Pero no es menos cierto que no hubo nada que pudiera ensombrecer canciones como "Los amigos que perdí" o "Duele".
Y llegó el bis, y Dorian no querían que nos quedásemos con ganas de más. No se veía el horizonte en la sala, nos levantamos y nos pusimos a bailar. Cuando más desprevenidos estábamos, "Cualquier otra parte" nos adelantó por la izquierda y "La tormenta de arena" se desató como un tornado en pleno teatro, arrasando con las butacas, con el público, con las luces. Fue un final para el que no estaba listo, quería seguir en el camino. Supongo que deberé regresar a Dorian para volver a vivir otra noche en la vida.
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