Bajo una fuerte tormenta que cayó anoche en Barcelona, Dorian, cargados de una energía propia del Dios del Rayo, presentaron la última parte de la trilogía discontinua que comenzaron con “La Ciudad Subterránea” (09) y “Justicia Universal” (18) y lo hacían jugando en casa.
Los barceloneses presentaron en Razzmatazz –dentro del marco del Cruïlla Tardor– “Futuros Imposibles”, un disco oscuro para bailar con el sol de cara, un proyecto con un sonido que recuerda al de sus grandes éxitos pero que en directo consigue adoptar nuevos colores: más maduro, más poético, más vital. La banda consiguió crear “Algo Especial” desde el escenario, con un público entregadísimo y sin apenas pantallas en la pista. Dorian canalizaron desde el primer momento la energía de este nuevo álbum en el que todos nos quedamos por el alma de su música de siempre y sus himnos generacionales. Unos himnos que, en algunos casos, cargan con muchos años a sus espaldas, pero que siguen manteniendo todo su sentido a día de hoy.
La presencia escénica de Marc, Belly, Bart y Lisandro y algunos de los mejores visuales que he visto en los últimos tiempos consiguieron llevarnos hacia nuevas fronteras. Sirva como ejemplo “A Contraluz”, más rockera y hasta psicodélica en directo, que fue encumbrada por el público como un clásico. Tras ella, llegó una auténtica lluvia de temas que hicieron bailar hasta al más escéptico. Con “Paraísos Artificiales” lograron crear uno de los momentos de mayor complicidad con el público. “A Cámara Lenta”, por el contrario, trajo uno de los momentos más intimistas y bonitos de la noche, funcionando como calentamiento perfecto para bailar y cantar a flor de piel “Los amigos que perdí”, siempre tan emotiva como sanadora.
Quisieron también recordar canciones de todas sus épocas haciéndonos viajar cinco o diez años atrás con “Hasta que caiga el sol” y “El Temblor”, mientras que para el ecuador del concierto dejaron su “Elegía”, una de las canciones mássensibles y con arreglos más íntimos de “Futuros Imposibles” que, como el grupo explicó, nace de “los griegos cuando querían escribir un poema, es una oda a algo que nunca volverá”. El momento de máximo esplendor poético llegó con “Universal” y “La Isla”, para la que anunciaron una gran bola de espejos con la que disfrutar de su mejor electropop. La fiesta siguió con “Dual”, su himno LGBT que recupera la energía del “A quien le importa” de Fangoria y que marcó un punto de inflexión en la noche. Ya no se volvió a ver a nadie quieto.
El derrotismo más dance le siguió con “Vicios y Defectos”, animándonos a seguir “hasta el final” igual de entregados que como habíamos llegado, y así fue. Sin duda que le siguiese “El Sur”, el tema más directo de “Futuros Imposibles” ayudó. Marc, con un público eufórico y dispuesto a quebrarse la voz por poner toda su energía en el mensaje de amor que le canta a Belly, teclista del grupo y su expareja, consiguió tirar abajo el escenario, mejorando todavía más un show que había empezado ya en lo alto.
Llegados a “Cualquier Otra Parte”, la gente cantó al unísono la que es una letra legendaria, un viaje a la juventud independientemente de la época que seas, una canción tan necesaria como conocida tras la que sólo podemos esperar el colofón final de “La Tormenta de Arena”. Al acabar todo pareció un sueño y que la tormenta que se vivía en la calle jamás hubiese existido. En un abrir y cerrar de ojos volvimos a vivir una noche especial con una banda que, veinte años después, sigue estando entre las más importantes de la escena nacional.
Martín Corral
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