Viernes 14 de septiembre por Alberto Bonilla
Imaginamos que debía cundir el pánico entre organización y asistentes del Donostia Festibala cuando en 2017 se decidió cambiar de localización del Monte Igeldo al Hipódromo de San Sebastián, en Lasarte, a las afueras de la ciudad. Pero parece que lo que en su primera edición lejos del parque de atracciones arruinó la lluvia y una menor presencia de asistentes, en esta todo se ha dado la vuelta (14.100 asistentes) y nos ha brindado una ubicación más consolidada, un excesivo buen tiempo y un cartel con propuestas muy interesantes.
Del line up cabe destacar que nos encontramos con dos jornadas de propuestas bastante diferenciadas. Si en el segundo día iba a reinar el rock con Berri Txarrak, Pussy Riot (que tuvieron que cancelarían por el envenenamiento de uno de sus miembros) o Riot Propaganda, el primer día estuvo capitaneado por la música urbana, el rap y el mestizaje. Para contrariar a lo anterior fue el dúo de catalanes Cala Vento, con sus melodías pop y su apuesta rock, los encargados de romper el hielo y empezar a congregar a una buena masa de gente en el escenario Thunder Bitch. Por medio de hitazos como “Abril”, “Fetén”, “Estoy enamorado de ti” o la final “Isla Desierta” descargaron una espiral de golpes de percusión y guitarras incisivas que no dejaron indiferente a nadie. Mención especial merece esa “Isabella Cantó” que fue coreada por todo el público demostrando que no son flor de un día y que, disculpen por esto, han calado hondo. Les tomaría el relevo Niño de Elche (foto inferior) que empezó reservado, a ritmo del flamenco más purista, hasta que estalló la “Rumba y Bomba de Dolores Flores” con la que el respetable empezó a entrar en la propuesta ecléctica del ilicitano y ya no se despegó de ella hasta el final. Fue una demostración tal de influencias, eclecticismo y mestizaje que resultó imposible no sucumbir de lleno en el universo que iba creando un Francisco Contreras por medio de griterío, sintetizadores, bases rompedoras y balbuceos que parecían beats. Una performance en su sentido más amplio.
Por su parte, los barceloneses Mueveloreina hicieron grande su propuesta empezando con una desconcertante “Cheapqueen”, en lo que parecía el augurio de un concierto comandado por el trap pero que pronto se rindió en manos de la cumbia (“Voy”), el discofunk (“Paradiso”), el rap-rave (“I want it all”) o el ritmo reggeatonero de “Vivas”, con el que Karma Cereza desnudó su torso en homenaje a la reciente censura a Las Chillers, y a todas las mujeres en general.
Tras ellos, la actuación más esperada del día, Kase.O (foto inferior), congregaría a la mayor masa de público del viernes con una actuación de sobresaliente en la que hubo de todo. Bien de rimas, grandes bases a manos del maestro R de Rumba y un torbellino de saltos y baile continuo. Dio inicio al show con la “Intro” de "El círculo", que fue seguida de “Esto no para” y “Yemen” de su último trabajo. Tras esto, sería el tiempo de echar la vista atrás y repasar por medio de un mashup sus éxitos más importantes con Violadores del Verso antes de enfilar la recta final en la que no faltaron “Pavos reales”, una frenética “Boogaloo”, “No sé qué voy a hacer” o ese traca final compuesta por el trío “Repartiendo arte”, “Cantando” y “Outro”. El sudor y las caras de satisfacción al final del directo lo decían todo. Volverá pronto por tierras donostiarras.
Nathy Peluso(foto inferior), a la que en cada concierto acompaña más público, tiraría de voz, rimas y sensualidad durante su show para embelesar a un respetable que fue haciéndose poco a poco con las melodías de la de Buenos Aires. Si sus interpretaciones de la sintonía de ‘Narcos’ y el famoso “Dos gardenias” fueron bien acompañadas por la audiencia, cuando llegó “La Sandunguera” ya no permanecía nadie ajeno a su hipnotizante espectáculo. Es cierto que en algunos momentos sonó descafeinado dada la dificultad de seguir las letras de la argentina, pero nada que no pudiera arreglar esa balada tan irónica que es “Gimme some pizza” o ese final con la rompedora “Corashe”.
Para acabar con los directos del primer día de festival, el madrileño C.Tangana (foto inferior), que sigue representando su "Ídolo" por media Península, descargó un espectáculo plagado de autotune, con más ganas que su propio público, en el que destacaron éxitos más bailables como “Llorando en la limo”, “Bien duro” o “Mala mujer” por encima de piezas mucho más conservadoras como “No te pegas”, “Inditex” o “Caballo ganador”. Como era de esperar, congregó a un buen número de espectadores pero, después de ver el espectáculo que ha sido capaz de representar en otros escenarios más notorios, a Antón se le vio muy solo y supo a poco.
El tercer escenario del festival estuvo gestionado por las dos emblemáticas salas de la ciudad, Le Bukowski y Dabadaba. El viernes fue el turno de esta última y nos presentó un cartel variado compuesto principalmente por bandas y discjockeys locales a excepción de Betacam, el proyecto de Javier Carrasco, cántabro asentado en Madrid, que puso los primeros bailes con su synth-pop petardo y bailable. Pet Fennec, el proyecto del músico donostiarra Urko Eizmendi, dejó su sello de calidad con su pop-rock de bellas y emotivas melodías. A partir de medianoche, los DJs donostiarras Manci, Telmo Trenor y Alvva (foto inferior), esta última sorprendiéndonos al ofrecer parte de su set dedicado al UK Garage (estilo que llevábamos muchos años sin escuchar), pusieron la guinda a una notable primera jornada.
Sábado 15 de septiembre por Iñaki Lasa Etura
La segunda jornada, con el reclamo de Berri Txarrak, Riot Propaganda y La M.O.D.A., congregó a unas mil personas más en el Hipódromo de San Sebastián: 7.500 en total, según la organización. Los sonidos urbanos propios del hip-hop, del trap y de todos sus derivados hicieron sitio al rock. Lo urbano se vistió, esta vez, de proclamas combativas e himnos para cantar con el puño -izquierdo- levantado. Guitarras y lenguas afiladas que atrajeron a una media de edad algo más alta que la chavalada millenial del viernes.
Y eso que el sábado comenzó con el pie izquierdo. Hacia las 17:30 Last Tour anunció que Pussy Riot cancelaban su actuación en el último momento por el posible envenenamiento de Peter Verzilov, miembro del colectivo ruso, que participó en la acción de protesta de la final del Mundial de Fútbol de este verano. La propia organización difundió mediante sus redes sociales el video-mensaje que Nadya Tolokonnikova -el miembro más conocido del colectivo- les envió desde el aeropuerto de Fráncfort. Si bien la noticia no fue del todo una sorpresa, ya que la intoxicación de Verzilov se hizo pública el jueves, no dejó de ser un varapalo, pues el concierto de las rusas era uno de los que más interés había suscitado.
Así pues, y reorganización de horarios y adhesión de Tenpera mediante, el festival dio inició a su jornada de clausura bajo un sol que invitaba a acercarse al hipódromo a escuchar buena música. Nada que ver con la infausta edición del año pasado. Pero una vez más, los aficionados volvieron a ser indolentes con los primeros grupos. Una tónica preocupante cada vez más común. Si el primer día la excusa era que los más jóvenes no tienen cultura festivalera y que solo les interesaban los cabezas de cartel; el sábado se achacó la culpa al deporte rey: al debut de la Real Sociedad en el remozado Anoeta ante el Barcelona. Y sí, conforme avanzó la tarde comenzó a verse más de una zamarra txuri-urdin, pero una vez más la gran afluencia llegó con el ocaso. Una lástima, tanto para los que se perdieron unos grandes conciertos, como para los artistas, que merecen mayor respeto.
En claro guiño a las salas de música que sustentan la oferta cultural todo el año, Le Bukowski gestionó el tercer escenario, por el que pasaron Pelax, Liher, Señor No y los DJ Zuaitz, Flank Sinnata y Blami. La banda de Unai Pelayo fue la primera en subirse a dicho escenario, para defender su último trabajo, "Talkak egiten du didaktika". Fue un agradable ejercicio de country-folk en el que no faltaron desarrollos más eléctricos, en los que se vivieron los mejores momentos.
Después de Pelax llegó el momento de inaugurar el escenario principal con la también donostiarra Ane Leux. La agradable temperatura y el mecedor ritmo de sus canciones invitó a seguir el concierto sentados en el verde césped cerveza en mano. Las canciones, la gran mayoría de su debut "Sense", sonaron elegantes y trabajadas. Se mostró segura sobre las tablas, y se atrevió a versionar a Mikel Laboa -"Txoria Txori"- en solitario y a Bob Dylan -"Girl From the North Country-" en compañía de Pablo Blix, al igual que hiciera a finales de mayo, en el homenaje al bardo.
Del sosiego de Ane Leux bajo al sol, al gamberrismo rockero de Los Bracco, vampíricos, al amparo de la carpa del segundo escenario. El sexteto donostiarra subió al escenario con un objetivo: saltar a la yugular y hacer disfrutar. Comenzaron Directos al infierno, con una base rítmica que llevó el peso en todo momento. Ritmos anglosajones, carisma supurado, letras contagiosas y solos de guitarra: una propuesta que hace tiempo desapareció de eventos multitudinarios como el Donostia Festibala, y que se agradecen escuchar. "Infraser", "Yonki"s… el concierto llevaba buen ritmo cuando decidimos volver al escenario Le Bukowski, para que el solape de cartel fuese lo menos doloroso posible. Abandonamos la carpa mientras un grupo de seguidores desplegaba una pancarta en primeras filas.
Obviamente, llegamos con el concierto de Liher avanzado. Llegar y besar el santo, Lide Hernando invitó a bailar al respetable, insistiendo que no era obligatorio, pero que lo íbamos a pasar mejor. “Nosotros, al menos, vamos a bailar”. La poderosa voz de Hernando conjugó a la perfección con su banda, gracias a un sonido ya consolidado después de ofrecer varios conciertos desde que presentaron "Tenpluak erre". Se les notó cómodos, disfrutando de la oportunidad, y el público respondió con el concierto más multitudinario hasta el momento. Las canciones de Liher navegan entre la calma y la tempestad, y precisamente, destacaron cuanto más enérgicos se mostraron, con áridos riffs que moldeaban el sonido hacia el stoner-rock. Fueron de lo mejor de la tarde.
En una edición en el que los organizadores han cuidado el producto local y han mirado mucho hacia España a la hora de importar talento, el concierto de No Age (foto superior) fue una rara avis. Los estadounidenses estaban llamados a marcar diferencias con su ruidismo, que por momentos recordó a Japandroids y bandas del estilo. Guitarra, batería y fiesta de pedales, ofrecieron un muy buen directo, lleno de distorsión y efectos. Como se esperaba, se centraron en su último trabajo, "Snares Like a Haircut", que ha cosechado buenas críticas, aunque no tuvieron problemas en repasar otros momentos de su discografía, como "Nouns", disco con el que empezamos a seguirles la pista hace diez años. El cierre, con "Miner", fue testigo de ello.
Llegaba el turno del solape más doloroso del día: La Luz (foto superior) o Señor No. Optamos por la regla no escrita -y un tanto injusta- de los festivales: en un futuro cercano será más sencillo ver a los de Buenavista que a las de Seattle. Por lo tanto, obviamos a Xabi Garre y los suyos, a sabiendas de que ofrecerían un gran concierto, y disfrutamos del rock surfero de las estadounidenses desde bastante atrás, ya que, por fin, el recinto empezó a llenarse. Habíamos leído grandes alabanzas sobre el directo del cuarteto estadounidense, y no defraudaron. Con un ritmo bastante tranquilo, se mostraron seguras, controlando el escenario, aunque se echó de menos que la música se desmelenase más.
Acto seguido fue el turno de La M.O.D.A., La Maravillosa Orquesta del Alcohol (foto superior). El vacío dejado por Pussy Riot les permitió actuar en el escenario principal. Ello, sumado a que los burgaleses casi jugasen en casa, pues ya desde primera hora vimos a más de un seguidor enfundado en camisetas que decían Héroes del sábado, dio una nueva dimensión al concierto. El septeto se creció y consiguió la comunión grupo-público. La formula de La M.O.D.A. es tan manida como efectiva: un folk-rock de reminiscencias punk, en el que el acordeón tiene personalidad propia, un in crescendo continuo que termina en estribillos perfectos para ser coreados. Las proclamas del vocalista, Joselito Maravillas, tuvieron respuesta. Lo tienen todo para triunfar en los festivales. Alguno los bautizó como los “Mumford & Sons burgaleses”.
Empezaron con canciones sacadas de "Salvavida (de las balas perdidas)", editado el año pasado, pero no faltaron otras canciones: "1932", "Hay un fuego", "Gasoline"... El punto álgido llegó, como no, con "PRMVR", cuando Gorka Urbizu, líder de Berri Txarrak, subió al escenario casi sin ser anunciado, para apoyar a Joselito, cantando en euskera. Fueron de menos a más, terminando con mucha energía.
Pero antes de que Berri Txarrak subiese al escenario principal, todavía quedaba un plato por degustar. Los subversivos Riot Propaganda (foto superior) son muy queridos en Euskal Herria, y volvieron a sentir el calor del público. Los integrantes de Los Chikos del Maíz y Habeas Corpus no pararon de apelar al público entre canción y canción; recordaron a los chavales de Altsasua, encarcelados por la refriega en un bar con varios guardias civiles; y tuvieron su guiño a tierras vascas cantando la archiconocida "Mucha policía, poca diversión" de Eskorbuto. La suma de factores no altera el producto, pero ya pocos negarán que las rimas de Nega y Toni El Sucio tienen un mayor empaque con la base hardcore-metal de los chicos de Habeas Corpus. Y viceversa. Como de costumbre, Riot Propaganda escupió toda su rabia política y no dejó títere sin cabeza. Ya lo dicen en "El miedo va a cambiar de bando": “No desesperes, sigue protestando”. Puede que se hiciese un poco repetitivo por momentos, pero también es verdad que no es fácil innovar en el rapcore. Fue, en definitiva, un concierto correcto, entrante adecuado para el plato principal.
Cuando uno se enfrenta a una crónica de Berri Txarrak (foto inferior), siempre tiene la misma duda; escribir una retahíla de alabanzas ya antes escritas por los que han estado antes en esta situación o limitarse a resumirla en dos palabras: Im-presionante. Si me permiten el símil hípico, teniendo en cuenta que el festival fue en un hipódromo, cambiamos el "Caballo ganador" de C. Tangana por "Zaldi Zauritua" de los navarros. Como bien saben los seguidores de Félix Rodríguez de la Fuente -o Frank de la Jungla, según la edad-, el animal herido es el más peligroso. Y con Berri Txarrak el rock volvió a morder, y de qué manera.
En una entrevista previa, el director del Donostia Festibala, Sergio Cruzado, dijo que tener a los de Lekunberri como cabezas de cartel era “justicia social”. El power-trío correspondió con justicia musical. Desde el primer acorde de Katedral bat se supieron ganadores, profetas en su tierra. "Jaio.Musika.Hil" trajo los primeros amagos de pogo e "Infrasoinuak" los primeros riffs gruesos marca de la casa. 25 canciones que pasaron volando, para una actuación de más de hora y media. Se vio a un Gorka Urbizu muy entregado, que se acordó de los chavales de Altsasua en "Izena, izana eta ezina" -acto seguido del antes mencionado "Infrasoinuak"-, de Willy Toledo con "Berba eta Irudia" y de Lasarte-Oria en "Ikasten", pueblo en el que grabaron el disco homónimo, hace casi 20 años. David González y Galder Izagirre fueron tan demoledores como siempre.
Urbizu aprovechó "Poligrafo bakarra" para hacer un alegato a quien corresponda: “¡Cuánto influencer y qué poca pasión!”, jugando con la frase "Pasioa da hemen exigitzea zilegi den gutxieneko hori" (“La pasión es el mínimo exigible”). Como de costumbre, hicieron un repaso a su discografía, especialmente a los últimos cinco discos, rozando levemente los anteriores. Sorprendió que no hubiese versiones, conociendo su afición, ni siquiera en "Oreka", algo que pilló desprevenido a alguno que ya había empezado a tararear "Kids". Cerraron la fiesta en modo rodillo: "Zuri" y la incombustible "Oihu". Fiables como un reloj suizo o la ingeniería alemana. Fiabilidad, capital Lekunberri.
Después de tal exhibición, la mayoría decidió abandonar el festival, digiriendo el atracón musical. Los más valientes se quedaron bailando al ritmo de Flank Sinnata y Blami, como cierre de una gran edición. Al Donostia Festibala le ha venido bien urbanizarse después de enfangarse de infortunios la edición anterior. Ya tiene fórmula a repetir.
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