DGTL, vuelo sin escalas
ConciertosDgtl Barcelona

DGTL, vuelo sin escalas

7 / 10
Yeray S. Iborra / Joan S. Luna — 17-08-2016
Fecha — 12 agosto, 2016
Sala — Parc del Fòrum, Barcelona
Fotografía — Archivo DGTL

Tres perros encabronados se ladran sin piedad. Sólo se percibe por el movimiento de sus mandíbulas: los bocinazos son sordos. El ruido que escupe el Fórum es atronador. Los dueños de los canes, en los aledaños del Diagonal Mar (centro comercial del litoral barcelonés), se miran contrariados. ¿Qué es esta chicharra? Unos metros más allá, un par de runners, que trotan sobre un cuadrado minúsculo mientras esperan en el semáforo que da acceso a la explanada del recinto del DGTL Barcelona, también vuelven su vista en dirección al Masnou. “Menuda fiesta llevan”, le comenta el uno al otro. Son las cinco de la tarde. Cuando el semáforo se pone en verde, empiezan una carrera entre una marabunta que cruza las vías del tranvía en dirección a la bola de sonido. En dirección al DGTL Barcelona. Todos ellos saben que jamás viajar a Ibiza salió tan barato desde la capital catalana.

La luz del día no es inconveniente para reventar los bafles. No en el DGTL. El festival, a semejanza de su homólogo holandés, gira las tornas respecto a lo que estamos acostumbrados en la península: el warm up va primero. A medida que avanza la noche, el bombo se torna menos cargante. Los asistentes ya tienen contoneo y cadencia por otros motivos. Como ya pasara el año pasado (primera edición del festival), en las dos jornadas se reservaría el escenario Stereo, el más grande, para la rave desde primera hora de la tarde. Tanto Daniela Marques como Paula Temple, que desde el inicio abusó de la metralleta de Plastikman, dejaron de lado las minucias en el arranque del festival. Temple, techno alemán bruto, incluso hizo confundir la puesta con la salida del sol. Lo de la rusa Nina Kraviz, cerrando el sábado, sería ya de otro universo: enérgica, mental, furibunda. Ácida. El tipo de tiovivo al que no subirías a tus hijos.

Sábado y domingo, el ya citado Stereo y el escorado Digital, servirían para mantener los bpms acelerados. Sin tregua. Poco relato, pero mucha efectividad: Bedouin, techno ancho y trascendente; Dixon y su especial definición del house; o Âme B2B Rødhåd, dúo en contadas ocasiones, y su música de baile oscura. Todos ellos mantuvieron la llama encendida para las casi 30.000 personas (10.000 más que el año pasado) que se dejaron ver por el Fòrum los dos días.

Aún más cruda se pondría la cosa en ciertos momentos de la noche en el tercer escenario, el Audio, donde la gran cantidad de asistentes italianos y franceses se dieron cita con la tralla de Agoria. La sesión, de brocha gorda, se acompañó de fuego, escupido por encima de los contenedores del puerto que hacían las veces de escenario. Tampoco N’TO, horas antes el mismo sábado, pecó de estilista: al escenario Audio, si se iba cenado, se corría el riesgo de empacho.

DGTL 2

El año pasado tuvo que ser un suplicio: los asistentes al DGTL Barcelona se vieron obligados a tapar sus dorsos con una camiseta por culpa de la lluvia. Este año el tiempo no fue excusa. El DGTL Barcelona no sólo traslada el concepto de Ibiza en lo que respecta a la fiesta y la música de baile, por lo visto también el dress code (ligerito siempre, más gente sin zamarra que en Isla Fantasía) y el calorcito isleño vienen en el pack. La estampa: muchas camisetas al hombro, gafas de sol, pieles rojizas y cuellos juguetones (esa pose de cuando quiere rascarse la oreja con el omóplato). Dicho cuadro fue constante en el más pequeño de los escenarios, el Phono. Recogido y cuco, justo debajo del paraguas de la placa fotovoltaica del Fórum. Ibicenco. Allí el chill y la cara más ambient del festival se pasearon sin inconveniente junto a propuestas más minimalistas: Marc Piñol, Tama Sumo (tropicalista) y, sobre todo, Kyle Hall, el más funkorro del fin de semana, supusieron algo de cobijo entre los truenos del resto de espacios. El escenario de los selectors. Quizás Fort Romeau se quedó algo atrás de lo que esperábamos, aunque su sesión funcionó muy bien para el horario en el que había sido programado.

Pero si hubo algún nombre propio en el DGTL fue el de dos viejos conocidos de la ciudad: la experiencia es un grado, dicen, y si la acompañas de techno versátil... dos grados. Eso debieron pensar tanto Maceo Plex –cerró el Primavera Sound pasado hace un par de meses– como John Talabot, el barcelonés más universal en los lares del beat. Talabot, de hecho, repetiría junto a Pional en los llenos en Apolo después del festival. Al cierre (3AM), la fiesta prosiguió en la sala barcelonesa, que firmó sold out en las dos jornadas; pese a la epopeya que supone ir de punta a punta de Barcelona a dichas horas.

Plex, a diferencia de Talabot, basó la sesión en la esquizofrenia, arriesgando siempre. Bajos entrometidos, sintetizadores rabiosos y voces futuristas. No aguantó demasiado ningún tema, dejando claro por qué es uno de los máximos garantes actuales del techno-house. Talabot, por su parte, viajó –siempre con marchas largas, paciente– del techno minimal a la electrónica industrial. Despertó sonrisas cada vez que desplegó algo de “ƒIN”, un disco de 2012 con aires de clásico. De hecho, John Talabot provocó uno de los pocos momentos de colas en las barras del festival, donde el servicio, basado además en la conciencia por el reciclaje (vasos de plástico) y la gastronomía vegana (¡zumos naturales!), sobrepasó cualquier expectativa de un festival casi neonato.

Aunque no nos olvidemos de las actuaciones que dejaron buen sabor de boca sin grandes aspavientos. Entre ellas podríamos destacar a Fur Coat y su tech house salpicado de ritmos latinos comedidos; la sesión del lituano Gardens Of God, que apostó más por la electrónica musculosa;  la inesperada efectividad del set del joven holandés Job Jobse, y, cómo no, el esperado live de Gui Boratto.

Horas de escapismo, compromiso medioambiental y un trip Barcelona-Ibiza sin coger avión ni barco... Directitos a la meca de la electrónica de baile para todos los públicos, y por la vía rápida. Todo apunta a que el festival seguirá en Barcelona por un tiempo más… Por extraño que parezca, ¿sería pejiguero suplicar alguna escala más entre medias de dicho viaje? Berlín, Colonia, Detroit. Por pedir, que no quede.

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