El crooner sandunguero
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El crooner sandunguero

8 / 10
Verano González — 16-02-2020
Empresa — Get In
Fecha — 12 febrero, 2020
Sala — Teatro Victoria Eugenia
Fotografía — Juan G. Andrés

Vetiver es el proyecto personal de Andy Cabic, que ha acompañado a la guitarra al propio Devendra Banhart en todas sus actuaciones en Donosti desde aquel primer concierto de 2007, en la sala Gazteszena. Venía de telonero esta vez y presentaba “Up On High”, un disco recién parido que retoma una senda sonora bien definida en sus 15 años de andadura y que solo alteró levemente en 2015 al publicar “Complete Strangers”, su álbum más luminoso y tropical. Las críticas fueron regulinchis así que el bueno de Cabic ha vuelto al redil de los sonidos folkies de base country con hechuras lo-fi. Una pena porque en ese penúltimo trabajo apuntaba hacia direcciones bien sugerentes.

Con estos mimbres, se subió el telón y descubrimos a Vetiver en formato dúo: el propio Cabic junto al guitarrista de Devendra Banhart. Ambos con gorra y con camisas de colores perfectamente conjuntados con sus respectivas guitarras, que ser folkie no está reñido con tener unos mínimos de criterio escénico. Abrieron con “I Must Be in a Good Place Now”, versión del blues del cantautor Bobby Charles, que funciona de carta de presentación perfecta de lo que va a ser el espectáculo: interpretaciones sobrias, delicadas y con todas las sensaciones que caben entre la melancolía y el optimismo sosegado.

La primera ovación surge desde el patio de butacas con los acordes iniciales de su segundo tema, “Rolling Sea”. La canción tiene diez años y ya ha alcanzado el estado diamantino para los fans. Los arreglos sencillos y preciosistas de la versión en estudio sobreviven perfectamente a la austera puesta en escena de dos guitarras y, a su final, la conexión con el público resulta evidente. El propio Cabic agradece el silencio de los espectadores y nos habla del ruidoso público del día anterior en La Riviera, de Madrid. No te dejes engañar, Andy, que aquí la gente no calla y lo que nos frena en esta ocasión es el contexto teatral del Victoria Eugenia. Si llegas a tocar en una sala convencional no te oyen ni los perros.

Sabedor de que el formato del concierto ya era suficientemente pausado y melancólico, el grueso de los nueve temas que interpretaron pertenecía a su repertorio más dinámico, dejando una delegación de solo dos canciones (“Swaying” y “Wanted, Never Asked”) para presentar su último trabajo; temas de pop luminoso y desnudo con ecos de Big Star. En la misma línea recuperó “Strictly Rule” o la saltarina “Everyday” (que no viene al caso pero no me muero sin decir que sus acordes iniciales me recuerdan muchísimo al “Destruye”, de Los Ilegales). En los dos últimos temas se incorporaron el batería y el bajista de Devendra para despedirse con los dos extremos de Vetiver: el cauntry machacón, intenso y sombrío de “You May Be Blue” y, como guinda, el deslumbrante “Current Carry”, de ese álbum regulinchi para la crítica pero que nos dejó ver que Andy Cabic también tiene caderas articuladas y un alma pizpireta.

Hace ya mucho tiempo que Devendra Banhart dejo de ser un hype, un raruno refrescante a cuya música arrimarse solo para estar en la guayaba. Despojado hace mucho de la losa que supone ser una promesa y convertido en un artista con personalidad propia (y abundante) fue capaz de llenar el Victoria Eugenia de un público variopinto: desde gente chachi, hasta señores calvos como el que suscribe; y desde jóvenes no aterrizados en la treintena, hasta matrimonios que se llevan a la progenie a los concis. Y no es el de Devendra un mal concierto para chavalería ya con un mínimo de conexiones neuronales hechas porque este hombre desprende una aureola infantil la mar de entrañable. Sus canciones y su actitud le hacen presa aparente de esa peste bubónica que es el buenrollismo pero sin llegar a caer (ni de lejos) en él. Es un showman astuto que habla perfectamente castellano y que maneja con picardía el compadreo con el público; como esos humoristas que cotorrean con la audiencia pero dejando claro que son ellos los que marcan el tempo y el vacile. No, Banhart no es un empalagoso populachero con tics en los que caen, por ejemplo, Crystal Fighters. Es un artista inquieto y sensible que durante sus casi veinte años de carrera ha transitado muchos caminos siempre manteniendo un epicentro muy claro en el folk. En su propuesta caben todas las emociones posibles y, para conseguirlo, no ha dudado en apoyarse en cualquier estilo musical con el que revestir ese concepto folkie tan dislocado y heterodoxo que él practica.

Completamente a oscuras, y durante una larga intro instrumental, en el escenario se descubría un mural con ilustraciones florales y que serviría de fondo durante todo el concierto. Que el auditorio estaba receptivo quedó claro con las exclamaciones de admiración por el decorado siendo éste realmente sencillo y naif. Colocados los músicos de pie alrededor de Devendra, sentado en una silla de madera, arrancó la noche con la beatleliana “Is This Nice?”, canción que abre su reciente trabajo “Ma” y del que iría intercalando composiciones prácticamente cada dos temas. Con Andy Cabic incorporado a los coros y tras los ritmos tropicaloides de “Theme for a Taiwanese Woman in Lime Green”, se levantó de la silla para mostrar una actitud dicharachera con el público que no abandonaría durante todo el espectáculo, consiguiendo una intimidad y una cercanía absolutas. Se acercó a la gente de las primeras butacas para pedirles que se acercara más, bromeando con esa situación extraña que se da cuando el público mantiene una distancia considerable con el escenario. Mientras sonaban la sinuosa “Mi Negrita” y las arties “Taking a Page” y “Fancy Man” se paseaba juguetona y peligrosamente por el borde del tablado con maneras de atractivo crooner sandunguero. Es un seductor vacilón pero también receptivo, da forma a un repertorio colorido e intimista que varía en función de lo que percibe en la platea (así lo demuestran las diferencias entre el setlist original y el interpretado finalmente) y que se metió a la concurrencia en el bolsillo durante la primera parte del concierto aceptando incluso peticiones fuera del setlist, como fue el caso de “Brindo”.

Con el auditorio ya comiendo de su mano se sentó para exprimir toda la intimidad que había conseguido generar. Solo en el escenario con su guitara acústica descorchó “Dímelo Luna” provocando una ovación en su primer verso, seguida de “Memorial”, tema del último disco que evoca directamente a Leonard Cohen y que resultó la interpretación más emotiva de la noche. Durante sus últimos acordes se incorporaría gradualmente el resto de la banda para interpretar un interludio jazzístico que acabaría abruptamente al grito de “¡DISCO!”, y que nos sacaría del letargo sensitivo con el funky lisérgico y bailongo de “Fig in Leather” y el final apoteósico de “Sea Horse”, convertida en una suerte de Jam de aires sesenteramente rockeros y dejando el listón y los ánimos muy arriba. Tan arriba que, cuando los músicos abandonaron el escenario, el público se mantuvo aplaudiendo y pidiendo bises durante más de cinco minutos a pesar de que se habían encendido ya las luces y sonaba “El Alcavarán”, de Simón Díaz, como música ambiente. Ni hubo bises ni falta que hizo porque fue, a nivel de repertorio y estructura, un directo perfecto. Y sobre todo porque, como ya hemos dicho, él marca el tempo y pone las normas. Y cuando Devendra te vacilah, tu te callah y lo asimilah.

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