No deja de ser curioso que hace tan solo unos días el periodista Jordi Bianciotto alertara en un artículo sobre el problema que acarrea el excesivo volumen de los conciertos y que anoche, en una repleta sala Razzmatazz de Barcelona, Devendra Banhart flirteara con el desastre precisamente por todo lo contrario: un volumen tacaño sumado a un sonido mate, sin brillo, que desdibujó totalmente buena parte de su concierto, y que provocó las quejas del público situado al fondo de la sala donde los gritos de ¡no se oye! fueron una constante.
Lo más extraño del asunto es que el artista, lejos de capear con elegancia el desaguisado, prefirió obviar lo que acontecía de forma descarada, mientras disertaba una inaudible tontería sobre dientes e intestinos, olvidando por completo esa máxima del espectáculo que hace que al público también se le conozca como ‘el respetable’.
Tampoco ayudó demasiado que la cháchara de la audiencia no parara de crecer. Y lo hizo como reacción a la evidente desidia por arreglar un problema que parecía evidente para todo aquel que estuviera situado en la segunda mitad de la sala. Pero, claro, pretender que una foro como Razzamatazz se comporte con el silencio absoluto del Palau de la Música, es como servir una cena vegana en una convención de ganaderos.
Así que, con todos los ingredientes para la tormenta perfecta, Devendra Banhart tuvo la suerte de enfrentarse a un público que en el fondo se contuvo bastante. Tanto, que el artista solo supo reaccionar ante el problema ya en el tramo final de su concierto. Justo en el momento en el que interrumpió un inexplicable, dadas las circunstancias, set acústico, para encarar con algo más de furia guitarrera lo poco que quedaba de bolo. Intento, por salvar lo insalvable, que tuvo como cebo final la inevitable “Carmensita”. Bis muy celebrado por todos, porque mitigaba una pequeña parte del desencanto que se había vivido con anterioridad.
Y es que el Devendra Banhart de anoche en Barcelona dista mucho del artista que pisó el escenario de la sala Apolo hace la friolera de quince años. Si por aquel entonces, tanto su música como su aspecto rememoraban el folk psicodélico de la costa oeste californiana de los setenta, en la actualidad su presencia física, mucho más pulcra y un puntito pija, se parece más a la de un profesor de matemáticas algo desaliñado, mientras que, sus movimientos sobre el escenario, se asemejan por momentos a los del Frank Zappa de la última época. Lástima que a diferencia del malogrado genio de Baltimore, Devendra estuviera ayer muy lejos de dar la talla como uno de los grandes. Habrá por tanto que esperar a este verano, para ver si en el Vida Festival nos quita el evidente mal sabor de boca con el que anoche muchos salimos de la sala.
Creo que el concierto ha sido un desastre. Salí del concierto enfadado con las condiciones del Razzmatazz y con el publico. Tuve la suerto de ver Devendra Banhart ayer, en Portugal, en la sala Capitólio y sí, es posible que la gente se quede en silencio como en el Palau de la Musica. Creo que el desastre se debió más a la mala educación del publico para la arte que de Devendra. El nos ha presentado su espectáctulo, es un artista y no tiene que hacer de "educador". Si el sonido está flojo hay que comentar con el equipo de sonido, si el publico no está educado para respectar, entonces que se queden por los festivales de Verano. Ahí sí, es el sitio para hablar y tomar copas mientras un cualquier grupo de musica toca lejos. Si pagas 30 euros por um concierto, es para ir ver un concierto, la charla y las cervezas son antes o después.
Más que nada creo que el entorno de la sala y la mala educación del público han sido la tormenta perfecta para un desastre de concierto.
Como comenté al inicio, tuve la suerte de ver Devendra en Portugal y os comento que ha sido un concierto brutal!
No culpen los artistas!