No es que tuviera mucho que decir con palabras, y poco o nada dijo al entregado público, pero no importó porque Dan Bejar demostró su clarividencia con sus alardes (sin ostentación ni nada parecido) y con los de su banda de estupendos músicos. Mitad modelo casual de The Sartorialist, mitad profesor enrollado de ciencias naturales, el canadiense y los suyos nos deleitaron con la delicada confluencia de armonías poderosas, disonancias febriles, vientos que cabalgaban entre teclas difusas y la presencia majestuosa y constante de la melancolía y el poder evocador de esa última maravilla llamada "Kaputt" . Incluso las canciones que no pertenecían a ese disco, la delicada pieza que sirvió para abrir fuego (“Your Blues”) o los violines ausentes de la descarnada “Libby’s first sunrise”, parecieron formar parte indivisible y fundamental de ese festín sofisticado y brumoso. Momentos cumbres como “Downtown” o la concatenación nada casual de “Chinatown” o “Suicide Demo For Kara Walker” solo contaron con el pero de algún pequeño error de entrada o la impresión de que “Savage Night At The Opera”, de tan urgente sonó acelerada como un alud que se viene sobre nosotros mismos con el beneplácito de nosotros mismos. Por los demás, solo sumergirnos en un teatro en silencio gracias a una banda virtuosa y la voz nasal de un frontman extraño y magnético que saltaba de Roxy Music a los efluvios jazzísticos con moderada suficiencia y desgarbada pero irresistible gracia.
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