La fiesta de los colores prohibidos
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La fiesta de los colores prohibidos

9 / 10
Javier Corral “Jerry” — 16-09-2024
Empresa — Forbidden Colours
Fecha — 13 septiembre, 2024
Sala — Kafe Antzokia, Bilbao
Fotografía — Eider Iturriaga

En "Volveréis", la última película de Jonás Trueba, una pareja de presuntos ex enamorados anda organizando una fiesta para celebrar su final. Siguiendo ese modelo, el sello de Aitor Etxebarria, Forbidden Colours, hizo coincidir su décimo aniversario con su último aliento, todo ello en una gran celebración en la que participaron hasta un total de veinticuatro músicos vascos que interpretaron dieciséis pequeñas actuaciones y otras tantas canciones publicados por el sello. Sin lloros, reproches o arrepentimientos, la noche se convirtió en algo mágico y en un derroche de virtuosismo técnico y emocional. Un puñetazo en la mesa, un “aquí-estoy-yo”, un directo a la mandíbula, para demostrar que si el sello termina no es por falta de ideas o talento, sino en todo caso por un exceso para el que quizá aún no estemos preparados.

También se pudo entender como una odisea a tumba abierta en las profundidades y bonanzas de la música del siglo XXI, ese del que ya nos hemos comido casi un cuarto, sin que muchos aún lo hayan catado. Hablamos de materiales finos y nobles: rock alternativo, postrock, folk, electrónica, jazz..., cuyo origen nos llevaría muchas décadas atrás, pero cuyo desarrollo y evolución siguen pendientes y en carne viva, si se enfocan con el zeitgeist y la visión y afán de vanguardia requeridos. Forbidden Colours no pudo elegir mejor nombre, sus colores, (olores y sonidos) se cancelan cual si estuvieran prohibidos. Cerca de 400 asistentes se atrevieron a paladear el menú degustación preparado con esmero para la cita en el escenario limpio de Kafe Antzokia, presidido únicamente por tres filas de cinco barras de luz fluorescente que iban cambiando de color e intensidad.

Fueron casi cien minutos de una noche memorable de principio a fin, de continuos alardes artísticos con la modestia de los grandes músicos que saben que para continuar su labor tienen que sobrevivir a base de simultanear mil proyectos o trabajos extramusicales. A la cabeza el gernikarra Aitor Etxebarria, un músico que primero se ganó prestigio internacional como El_Txef_A, dentro de la electrónica y las cabinas (lo saben en Londres o Berlín) y más tarde, tras ver actuar a Pere Ubu en Vitoria-Gasteiz, descubrir que al experimento se puede llegar de múltiples maneras. Creador del sello desde su estudio bilbaino, Aitor se ha convertido en un prestigioso compositor de bandas sonoras, como suele ocurrir en estos casos primero imaginarias y luego reales. Para la ocasión nos deleita con “Can't see nobody” de su aclamado “Nihilism Part 1”, una partitura de misterio e imaginación en la que se hace acompañar de la trompeta de Amorante o las guitarras de Hannot Mintegia y Ander Mujika. Antes, y para abrir la velada, Maia Ibar del dúo vascofrancés-neoryoquino Dual Split (en su día producidos por Sonic Boom de Spacemen 3, y cuyo disco de 2022 reseñé para esta misma revista), convirtió en una pieza de ballet su “Dreams”, a medio camino entre Laurie Anderson y la eletrónica espacial.

A Amorante le hemos visto siempre que hemos tenido ocasión. Es el folk total de estos tiempos, a cargo de uno de los autores más originales y singulares de este país y de muchos países más. Un hombre orquesta que actúa solo, pero que esta vez nos transportó a la melancolía subyugante de “Erreka” arropado del propio Aitor en el sintetizador, la batería de Felix Buff, o el feroz diálogo con dos cellos (Markel Zeberio y Eñaut Zubizarreta), la viola de Xabi Zeberio y el violín de Areta Senosiain (Ibil Bedi). Un lujo asiático que costará repetir. Ekhi Lambert es un cantautor a la vieja usanza, tanto en aspecto como presencia. Su hermosa sinfonía “Ezpata”, donde vuelven a brillar cellos, violín, viola o el piano de Ander Unzaga, junto a su cautivador acento de Iparralde, ensalzan la belleza lírica de una canción que en nada envidia a los clásicos del folk euskaldun.

Cuando el protagonismo se centra en el violoncello percutido de Eñaut Zubizarreta nos topamos con otra cima de un set que no deja de escalar picos. Eñaut Trigger contrasta su “protocello” con las caricias de la batería de Hasier Oleaga y el piano de Ander Unzaga. Este último (ex Travellin' Brothers) lidera “II”, jazz elegante con el contrapunto de una guitarra robertfripiana. Y llega la electrónica creciente y absorvente de Ke Lepo (Alejo Orbegozo, teclista del grupo Grises) con “Sutondoa”, un viaje de electrónica creciente, absorvente y moderamente oscura en línea con Four Tet o Burial, en complicidad con el sintetizador de Txufo Wilson. Busando un nuevo contraste, Galder (batería de Berri Txarrak, además de Kuraia o Dut) impone las guitarras de un postpunk de alto voltaje en “Ilunabarrean”, en compañía del sinte de Lastra y Txufo, que ahora se ha pasado al bajo. Son estos dos músicos la base de Empty Files, que vuelven a sorprendernos en escena con “All that will never come back”, postrock grandioso, hermosamente apabullante con chello y el piano de Irene Prieto.

Superado ya el ecuador del ágape aparece Zabala, alter ego de Jon Aguirrezabalaga (ex WAS) en su faceta electrónica. Nos obsequia con un aéreo “Molokai” que empalma con una versión de “Forbidden Colours”, la canción de David Sylvian y Ryuchi Sakamoto, tema de 1983 para la película “Merry Christmas, Mr. Lawrence” de Nagisa Oshima, que sirvió para nombrar al sello, y título tomado a su vez de la novela así llamada de Yukio Mishima de 1951. Es Maia Ibar la encargada de interpretar el emotivo texto. En otro giro magistral, el tolosarra Xabier Zeberio, líder del cuarteto Alos y en su día miembro de Oskorri, coge su nychelharpa, ese viejo instrumento medieval escandinavo, y en compañía de dos cellos, violín, piano y sinte, eleva “Pause” a un mar de tranquilidad y sosiego.

Al fondo del escenario agazapado, veíamos a Felix Buff, siguiente oficiante del exquisito banquete, con su proyecto Rüdiger. Elige “Breathe” de su segundo álbum “The dancing king”, psicodelia suave y ensoñadora que se apoya en el cuarteto de cuerdas aludido (dos cellos, violín y viola) más la guitarra pinkfloydiana de Ekhi, mientras él se reserva la acústica. Todo encaja. Ander Mujika y Hannot Mintegia toman la delantera para “Fuji” de Testura, aquel proyecto fugaz del primero. Su ex compañera en Napoka Iria, Miren Narbaiza, nos vuelve a hechizar con “Inor begira izanda ere” de Mice, la banda que lidera junto a las explosivas guitarras de Joseba B. Lenoir e Ibai Gogortza (Borrokan, Joseba Irazoki) y que ahora mismo tendría que capitanear el rock euskaldun de estos días. Miren, en medio de un círculo que conforman Joseba, Ander, Ibai y el bajista Jatsu (Kokein), se mueve, canta, ríe y baila como pez en el agua.

Ya casi al final es turno para Moxal, el exigente proyecto de Hannot Mintegia, ex Audience, en este caso escoltado por Mice y el teclado de José Lastra de Empty Files, descifra el misterioso “Hemen bertan” de su álbum “Nabar”, mientras crece y crece en intensidad y entrega. Y otro tema de Moxal y Mice, “Betiko bero”, del mismo álbum, sirve como cierre final con todos los músicos en escena. Era la despedia final de “Forbidden Colours” y de una noche imborrable. El final de la fiesta de los colores prohibidos. Es decir, la fiesta de la inteligencia artística de unos músicos que son presente, pasado y futuro. Y orgullo de un país que debería cuidarles, mimarles y promoverles. Pero tampoco se trata ahora de aguar una fiesta con reivindicaciones inútiles y desaires más que asumidos.

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