El propio Dave Gahan ha llegado a reconocer en sus últimas entrevistas que en “Delta Machine”, el disco que publicaron en la primavera del año pasado, y el responsable de que esta semana Depeche Mode haya estado a la cabeza de la agenda de conciertos de nuestro país, reescribe su vuelta a la vida. No había más que ver su entrada en el escenario del Palacio de los Deportes, girando sobre sí mismo y enfundado en una chaqueta plateada, para darse cuenta de que por muy largo que sea su historial de errática estrella de masas, en él permanece intacto el carisma que le ha valido al grupo 33 años de éxito.
El último, sus sold outs consecutivos en nuestro país, que si bien le deben mucho a la nostalgia, se excusan esta vez en un disco que encaja con la evolución de su trayectoria desde la primera canción, “Welcome to my world”, primera invitación también de la noche a entrar en el mundo de una banda que se ha ganado a pulso estar en la memoria sentimental de, como mínimo, las 15.000 personas que se han dado cita en la capital cada noche, a pesar de que los precios de las entradas no tenían nada de populares.
Con escasos cambios respecto a la convocatoria del día anterior, la del sábado continuaba con otra de las nuevas canciones, “Angel”, en la que se pudo comprobar que Gahan todavía estaba calentando la voz. Y al igual que el viernes, justo después llegaba primer momento álgido de la noche con “Walking in My Shoes”. Después, “Precious” y la mítica “Stripped”, y tras ellas otra vuelta a los nuevos temas con “Shoud be Higher” y “The Child Inside”, ésta última en versión acústica y a cargo de Martin Lee Gore.
Mostrando su faceta como crooner, Gore daba así un descanso a Gahan y buscaba un momento de intimidad con el público digno de levantar mechero. Pero ya fuera por el tamaño de éste o porque se trataba de una de sus canciones más jóvenes, los ánimos no parecieron seguirle. Cuando un poco más tarde llegaba “Behind The Wheel”, poniendo patas arriba el Palacio de los Deportes, quedaba bastante claro que ese momento previo fue sin duda el más bajo de la noche pero, por suerte, la tanda de hits que el público parecía comenzar a necesitar ya llegaba, y no tardaron en sucederse “A Question of Time”, una versión extendida de “Enjoy The Silence” y “Personal Jesus”, traca final del concierto.
Tras ella los bises, que comenzaron volviendo al formato de Gore en solitario con “Home”, también estuvieron a la altura. Seguida por “Halo”, fue “Just Can’t Get Enough” la encargada de desatar la locura colectiva, con las pantallas gigantes dedicadas a los mejores movimientos de pelvis y caderas de un Gahan que jaleaba al personal, dándole paso en todo momento con el micrófono. Tras “I Feel You”, los de Basildon se despedían con la vigésima y última canción, “ Never Let Me Down Again”, dejando el buen sabor de boca que queda tras asistir a un gran espectáculo que sonó impecable de principio a fin y que, a ambos lados, también tuvo ese algo de celebración de la supervivencia que lo convirtió en único.
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