Eterna devoción, eterna satisfacción
ConciertosDepeche Mode

Eterna devoción, eterna satisfacción

9 / 10
Raúl Julián — 14-03-2024
Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 12 marzo, 2024
Sala — WiZink Center, Madrid
Fotografía — Raquel Calvo

La secuencia se repite cíclicamente desde tiempos inmemoriales. Y, sin embargo, la pasión y emoción del reencuentro permanece intacta, si no creciente, década tras década. Es el encanto imbatible de Depeche Mode, quienes acompañan cada publicación de nuevo disco con una gira mundial en la que la pasión irracional resulta desbordada a sabiendas de que la experiencia en cuestión volverá a quedar grabada en la retina de unos fieles como pocas bandas pueden atesorar. Cualquier fan es capaz de situar todos y cada uno de los shows de los de Basildon en los que ha estado sin apenas dificultad, da igual dónde y cuándo aconteciese. En este caso, la excusa venía dada por “Memento Mori” (Columbia, 23), el mejor álbum de los británicos desde Playing The Angel (Columbia, 05) y primero tras el repentino fallecimiento de Andy Fletcher en 2022. Ahora son Dave Gahan y Martin L. Gore los que pilotan la nave en solitario (acompañados en directo por los imprescindibles Peter Gordeno y Christian Eigner), entre el carisma estratosférico de uno y el talento inagotable del otro.

La primera de las noches madrileñas de la gira “World Tour 2024” (el jueves tendrá lugar el otro pase) lucía, por tanto, como día grande para los seguidores del combo, con efusividad desmedida y esos nervios específicos que asoman con cada una de sus actuaciones. Un pabellón atestado de fieles que rugieron cuando, a las nueve y media de la noche, las luces se apagaban y el escenario liderado por una enorme “M” acogía al cuarteto. Como suele ser habitual, la velada comenzó con un par de temas de su más reciente trabajo, “My Cosmos Is Mine” y “Wagging Tongue”, calentando al público antes de dar paso al primer éxito de la noche, una magnífica “Waking In My Shoes”. Apoteosis, brazos en alto, las mismas sensaciones de antaño, conocidas y aún desbordantes. La primera mitad del espectáculo lució con un Gahan que, aun exultante, podía intuirse algo más comedido y menos enérgico que de costumbre, y que contó con paradas como “It's No Good”, “Policy Of Truth”, “Everything Counts” o las bellísimas "Precious" y “Ghosts Again” (su mejor single en años).

Pero menospreciar (aunque sea durante un instante) las capacidades de uno de los mejores frontman del mundo es inconcebible y a todas luces un error, y el espacio reservado para el (seductor) lucimiento de Gore –con sentidas interpretaciones de “Strangelove” y “Somebody”– marcó un punto de inflexión dando paso a la segunda parte del espectáculo. Ahora sí, Gahan regresó al escenario enchufadísimo, desatando la histeria con la sexualidad eléctrica, casi sodomizante, de una “I Feel You” que cruzó el espinazo de la audiencia. Se liberó así una bestia que guio el resto de ceremonia a su antojo, a golpe de contoneo y luciendo una ejecución vocal de otro planeta. Un tramo del concierto arrasador y apabullante en todos los sentidos, con “Behind the Wheel” (dedicada al compañero desaparecido), las tenebrosas “Black Celebration” y “Stripped”, la agresiva “John The Revelator” o esa explosión que fue “Enjoy The Silence”, con la bailaora Belén López y su zapateado mimetizándose con el himno en cuestión como cierre del grueso de la actuación.

Por su parte, los bises confirmaron el éxtasis con los dos protagonistas compartiendo voces en la preciosa “Waiting For The Night”, antes del desparrame definitivo propiciado por un trío de ases abrumador conformado por “Just Can't Get Enough”, “Never Let Me Down Again” y “Personal Jesus”. Tras un primer trecho de notable alto, Depeche Mode volvieron a hacerlo y fueron, una vez más y sin fisuras, los mejores. Una banda reverencial que derrocha vibraciones sencillamente inimitables, capaz de trazar una conexión religiosa con sus devotos imposible de romper, reforzada a cada reencuentro y de consecuencias tan épicas como eternas. Una chispa única y visceral, que nadie más es capaz de prender, porque la sensación resulta de su exclusiva propiedad. Y créanme si les digo que, escribiendo estas líneas y escuchando las canciones que atronaron con intachable sonido el WiZink Center, cuesta contener las lágrimas y la piel se eriza hasta casi separarse del hueso. Como anoche. Como siempre.

 

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