Cuando te enfrentas a una propuesta tan variada como la de Santas Pascuas lo normal es que en cada actuación no pueda llover a gusto de todos. Por ello, resumir las perfomances de Yung Beef y Delorean en la cita pamplonesa es relatar la crónica de dos propuestas arriesgadísimas pero irreconciliables. De dos mundos que solo se encuentran en esas bodas en las que tu mejor amigo de Zarauz ha invitado casi por obligación a sus primos lejanos del Albaicín y tú ya sabes que pueden acabar abrazados y coreando éxitos de Nino Bravo o no medir palabra en toda la noche. Lo de Fernando, uno de los artistas de trap más mediáticos, es jugar en la liga de extremos. Como si de un Abascal de la música urbana se tratara, Yung Beef te puede enamorar hasta enarbolar la bandera del perreo o te puede llevar a reclamar un cordón sanitario para su música, sin desmerecer una posible actuación de la Fiscalía. En cambio, con Delorean, que ofrecían uno de sus últimos tributos a Laboa antes de fenecer como formación, solo tienes que abrocharte el cinturón y decidir si quieres que el viaje sea en primera clase o tan solo en turista. Vayamos por partes.
Yung Beef (foto inferior), sabiéndose lo más parecido a una rockstar en versión cañí, hizo esperar casi una hora al respetable del Zentral. Al menos Moisés No Duerme, con un enérgico Reimy a cargo de los beats, lograron que los más madrugadores se fueran adentrando en el torbellino que se les venía encima. Éramos pocos, con una sala a medio llenar, y aunque alguno echó de menos la jaula primaveral, se masticaba ese nerviosismo del primer día de colegio. Caras ilusionadas, outfits imposibles y mucho ojo lloroso. De la emoción, imagino. Se apagaron las luces, y como si de una ola de público futbolero se tratara, las primeras filas se alzaron con las manos en el aire para recibir a la estrella. Empezar con “Beef Boy” fue una de las jugadas más inteligentes del granaíno, dejando claro incluso a los menos conocedores de su música que “quien se ha follao a tu bitch” no es otro que Yung Beef. Sinceramente, era de lo poco que se pudo discernir con claridad. Tardarían poco en llegar los ritmos reggeatoneros con “Infierno” del "Adromicfms 4" antes de la opulenta “Nike Tiburon”, fruto de esa colaboración entre Pxxr Gvng y el colectivo Takers, lo más parecido a un ‘supergrupo’ nacional de trap. Siguiendo por la línea colaborativa también se dejó caer la novedosa “Famosos”, junto a Afrojuice, que haciendo honor a la verdad logró meter en el baile a los todavía escépticos. A partir de ahí, la sorpresa de Goa colaborando en cuatro canciones -“Guns N Roses”, “Yeyo en mi Iphone”, “D.A.” y “Red Hot Chili Peppers”- sostendría con la ayuda de todo el autotune del mundo la deficiente aportación vocal de un Yvng Beef más preocupado por perdonarle la vida a las primeras filas que por acompañar a su voz pregrabada. “Me perdí en Madrid”, “una de reggeaton” de La Mafia del Amor y “Un corazón y una flecha” pondrían el broche de oro -que de esto sí que hubo bastante- a una actuación en muchos tramos surrealista. La interpretación de “Ready pa morir” quizás logre hacernos olvidar los altibajos de una actuación en la que el fenómeno Hakim nos demostró que su espectáculo indescriptible en Primavera Sound no fue una cosa puntual.
Por su parte, en un espacio mucho más señorial como es Baluarte, Delorean repasaría su trabajo "Mikel Laboa" en honor a uno de los cantautores en euskera más reconocidos y considerado el patriarca de la música vasca. Con una escenografía sobria pero bastante envolvente, los de Zarauz, junto a Oreka Tx, desplegaron al completo el que es y será su último trabajo antes de la separación, y no, no decepcionaron a una sala abarrotada. Previamente, Joseba Irazoki eta Lagunak (foto inferior) ofrecieron un arrebatador directo en el que las guitarras adquirieron un protagonismo especial gracias a la acústica del lugar. Presentando su trabajo “Zu Al Zara?” (bIDEhUTS, 2018), el de Bera se lució por medio de canciones como “Lucio eta Durutti”, “Gezurrezko Bizia” o la propia “Zu Al Zara?”. Poco tuvo que esperar la audiencia para recibir a unos Delorean (foto encabezado) que ya lo tenían todo preparado al milímetro. Dispuestos en formato coral, brindando todo el protagonismo a los txapalarteros Oreka Tx que les acompañaban en el experimento, los zarauztarras nos regalaron un directo único en el que vanguardia, fusión, tradición y atrevimiento se daban cita en un mismo escenario. La voz de Laboa acompañaba cada golpe de txalaparta y la electrónica elevaba el discurso del cantautor. Si hubo improvisación en algún momento, esta no parecía sonar al azar. Si hubo ganas de levantarse y echar a bailar, seguro que el patio de butacas fue el único obstáculo. Es sincero decir que el inconformismo ha acabado con Delorean. Si la senda de "Ayrton Senna" parecía la autopista directa hacia el éxito global, siempre quisieron darse a la experimentación, algo que probablemente les llevó a captar menos público pero a ser mucho más queridos por la crítica. Pero ya se sabe, la crítica sola no da de comer. Hoy temas como “Bentara noa”, “Dialektikaren laudorioa” o “Komunikazioa-Inkomunikazioa” suenan majestuosos, y a pesar de ser bastante novedosos, ya recuerdan a la nostalgia de algo que se muere en el camino. Es la diferencia entre los artistas que mueren por culpa de la música y los que vivirán toda la vida gracias al espectáculo. La paradoja del negocio del siglo XXI, la falta de respuestas en una época de cambios. La ley de Murphy aplicada al arte. Yung Beef se queda y los Delorean se van.
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