La de Buffalo regresó a la ciudad condal seis años después de su última visita y lo hizo en loor de multitudes. Porque la sala Apolo presentaba una espléndida entrada, rozando el sold out, para ver como esta cantautora atípica descargaba su habitual dosis de ironía político-social mezclada con sus temas más personales en una velada que prometía buenos momentos. Y se cumplieron las expectativas.
Con una puntualidad exquisita (ya podrían aprender otros) Difranco se subió en el escenario de la sala barcelonesa acompañada de un contrabajo y una batería –para qué más si suenan así de bien-, quedándose todo el trabajo a las seis cuerdas para sí misma. Eso le permitió confirmar algo que ya sabíamos los que la habíamos visto anteriormente: que es una excepcional guitarrista acústica y que su manera de entender el instrumento, cercana en ocasiones al punk, es prácticamente única en el mundo del rock.
Venía dispuesta a combinar sus grandes éxitos con canciones de su último y aún inédito trabajo, "Allergic to water", y consiguió a la perfección su objetivo. Es evidente que el público vibraba mucho más cuando su guitarra anunciaba los primeros acordes de canciones como “Fire Door” o “Untouchable face”, pero Difranco, con un estilo inconfundible, fue capaz de difuminar los nuevos temas entre sus clásicos para conseguir un concierto compacto de principio a fin. Tiene Ani, además, el espíritu de Greenvich Village. Ella necesita explicar prácticamente todas las canciones que interpreta, adornarlas con anécdotas o con historias de su concepción algo que en otra ocasión diríamos que lastra el ritmo del show, pero que en esta se me antoja un elemento esencial de su espectáculo. Una delicia, la verdad.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.